El sexto y último Informe del presidente Andrés Manuel López Obrador, en materia educativa, no solo quedó en deuda, sino que omitió hablar de una de las razones más importantes de cualquier sistema de educación: qué saben las y los estudiantes. La agenda de transferencias monetarias a familias y estudiantes puede ser que tenga efectos a corto plazo, y al parecer los tuvo, pero no resolvió ni de cerca que las niñas, niños, jóvenes y adolescentes en rezago de este país, tengan ciertas habilidades para la vida y el trabajo.
A pesar de que la Constitución mexicana establece la excelencia educativa como un derecho, el Informe no menciona evaluaciones ni resultados sobre el desempeño académico de los alumnos. Los resultados más recientes, como la prueba PISA 2022, por cierto, único indicador de aprendizaje en el Programa Sectorial de Educación, revela que una gran proporción de estudiantes mexicanos enfrenta serias dificultades en comprensión lectora y matemáticas.
El enfoque del gobierno se centró en la infraestructura educativa, como se refleja en el programa La Escuela Es Nuestra, que benefició a miles de comunidades escolares en situación de vulnerabilidad, con miles de millones de pesos sin comprobar. Aunque se reportan avances en cobertura y matrícula educativa, cada vez entran menos niñas, niños y jóvenes a la escuela. Basta con revisar la escasez de docentes en el país. También, persisten deficiencias significativas en la provisión de servicios básicos en un considerable porcentaje de escuelas. La falta de una evaluación exhaustiva de los aprendizajes adquiridos por los estudiantes durante el sexenio plantea dudas sobre la efectividad de estas iniciativas en mejorar la calidad educativa.
El cuento ha llegado a su final. La educación no fue prioridad para el presidente de México. Tuvo generaciones completas de preescolar, de primaria, de secundaria, de media superior y unos cuantos graduados de la educación superior a lo largo y ancho del país, para demostrarles con el ejemplo que la escuela es un espacio de oportunidad. Hacer visible la educación es ir más allá de buenas intenciones y deseos, el presente y el futuro de México requiere ver que, en cada escuela de este país, sus posibilidades son reales. La educación se enmarcó en acuerdos y negociaciones políticas.
Adicionalmente, la falta de transparencia y de una estrategia clara para enfrentar los desafíos educativos, especialmente después de la pandemia, refleja una grave deficiencia en la política educativa de la cuarta transformación. Dejando a un lado las innumerables reflexiones que hicieron expertos en educación y organizaciones civiles en la materia, la educación en este piso de transformación no fue una prioridad. El informe de gobierno no trae datos claros sobre el progreso en el aprendizaje, y entonces con sus datos, el presidente no cumplió con su palabra de garantizar una educación de excelencia.
El país no puede seguir en la inercia de buenas intenciones sin resultados tangibles. Las generaciones de estudiantes que hoy se ven afectadas por estas decisiones demandan un cambio inmediato. México necesita un compromiso firme con la educación, donde cada estudiante, sin importar su origen o situación económica, tenga acceso a una educación de excelencia que realmente los prepare para los desafíos del futuro. Solo así, el sistema educativo podrá ser un verdadero motor de igualdad y desarrollo social.
La autora es presidenta ejecutiva de Mexicanos Primero.