Han pasado dos meses desde el inicio del ciclo escolar 2024-2025, el primero bajo el mandato de la presidenta Claudia Sheinbaum y con un nuevo liderazgo en la Secretaría de Educación Pública. Mario Delgado, el actual secretario, ha lanzado un mensaje claro a las y los maestros de México: se ha comprometido con una visión de “más territorio y menos escritorio”. Desde entonces, se ha mantenido activo, reuniéndose con autoridades educativas y avanzando en los compromisos establecidos en esta materia.
Dirigir la agenda educativa del país es una oportunidad única y extraordinaria para recorrer y entender las escuelas de primera mano. No hay manera de comprender la realidad del sistema sin visitar las escuelas multigrado, las indígenas, los preescolares, los centros de atención múltiple, las telesecundarias, los telebachilleratos, los colegios de bachilleres, los Conalep, los CECyTE, las universidades tecnológicas, las politécnicas, las pedagógicas y las normales. Es en esos espacios donde se percibe la grandeza y se abraza la complejidad del sistema educativo mexicano.
Mover un sistema educativo que lleva más de un siglo en formación, con una inmensa diversidad, solo es posible si se observa desde el aula. Las diferencias y distancias siguen presentes, como lo señala el reciente ‘Estudio diagnóstico del derecho a la educación 2024′ del Coneval, que revela lo lejos que aún estamos de garantizar la educación como un derecho humano fundamental.
Las coincidencias entre las cifras del Coneval, Inegi y Mejoredu son claras: el derecho a la educación en México aún no se materializa plenamente. Este diagnóstico debería ser una referencia fundamental para quienes construyen la agenda educativa pública del país. Entender los datos y tener la capacidad de convertirlos en acciones concretas a favor de cada estudiante, es un acto de ética profesional.
Los debates educativos no se resuelven en redes sociales ni en mensajes televisivos. La prioridad de la primera mujer en dirigir el país debería ser observar el sistema desde la perspectiva de las y los estudiantes. Llegamos todas, cuando se logre que ninguna alumna quede fuera del aula, que ninguna esté en riesgo de abandonar la escuela, ni sea señalada o violentada dentro o fuera de ella. Que ninguna esté condenada a que su origen defina su destino, que ninguna maestra sea silenciada por miedo a represalias, que ninguna directora se vea abrumada por tareas administrativas y que ninguna supervisora aporte de sus propios recursos para recorrer sus escuelas. Las mujeres en el sistema educativo mexicano son las bisagras del cambio.
Está aún pendiente la discusión, o propuesta sobre cómo se integrará de nuevo el enfoque de calidad prometido por esta administración en los documentos que rigen a la educación, al igual que el alineamiento del presupuesto con las necesidades educativas. México necesita una agenda educativa que se aleje de ideologías y se centre en las oportunidades. Dejar de señalar y ponerse a trabajar es lo que se requiere. No hay agenda que se construya sin colaboración, mucho menos en educación, porque el presente y el futuro de México nos competen a todos.
La autora es presidenta ejecutiva de Mexicanos Primero.