He Dicho

Dinero por grandeza

Miguel Gurwitz nos habla de la venta de jugadores a equipos extranjeros, en especial al inicio de la Liguilla.

Es el mágico mundo del futbol mexicano. Uno en donde todo es posible. Uno donde puede ser que el desciendo no desciende y el ascendido no asciende.

Unos donde los árbitros comen tortas mientras chambean o donde los reglamentos son maleables y sujetos a interpretaciones.

Un futbol que premia casi a la mitad de los equipos para que dispute la ronda final mediante lo que usted y yo conocemos como Liguilla donde el líder general recibe poco premio a su esfuerzo y el último en llegar, impuntual y desarreglado, es recibido con los mismos honores que el resto.

Uno donde ya en esta instancia se puede observar a uno de los equipos contendientes vendiendo gran parte de sus ilusiones por 10 millones de dólares.

Entiendo perfectamente las oportunidades de negocio y que los equipos además de ingresos televisivos y publicitarios, encuentran en la venta de jugadores una manera de capitalizarse, pero de eso a vender a tu mejor jugador antes de iniciar la Liguilla, me parece insultante, por decir lo menos.

Acto que insulta y hiere a su afición, sin duda, que ve como gran parte de sus ilusiones han viajado en el mismo avión que Brian Fernández.

Esto me recuerda, con la debida proporción del caso, a lo que sucedió con los Marlines de Miami en 1997 cuando sorprendentemente y luego de haberse metido a la postemporada como el equipo comodín, conquistaron su primer título de Serie Mundial, sin embargo el gozo duró poco ya que al año siguiente el equipo se convirtió en el peor campeón defensor al perder 108 juegos debido a que el dueño en ese entonces, Wayne Wizenga, había vendido a todas las estrellas de equipo argumentando problemas económicos.

Años más tarde el equipo fue vendido a Jeffrey Loria quien, con apenas dos años de gestión, dio a la franquicia su segunda Serie Mundial despachando a los Yankees en 4 juegos.

El sentido de pertenencia del aficionado duró poco ya que una vez más el equipo fue desmantelado.

Entiendo la parte de negocio, pero son los dueños los que parecen no entender que podrán poseer las acciones de los equipo, pero el corazón del mismo le pertenece a los aficionados.

Miami negoció su grandeza, lo mismo que ha hecho Necaxa.

COLUMNAS ANTERIORES

Reglamentos, no comunicados
La grata sorpresa celeste

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.