Estoy convencido que el futbol mexicano tiene enormes deficiencias cuando se trata de evaluar el talento extranjero. Le distinguen su dadivosidad y nobleza, ya que le gusta dar sin recibir mucho y suele poner "la otra mejilla" sin tener motivos para hacerlo. Y en la ecuación también cabe su gran espíritu ecológico, ya que recicla sin importar los resultados. Entrenadores y jugadores que fracasan una y otra vez parecen gozar de cierta inmunidad, ya que reciben inexplicables segundas y terceras oportunidades.
Sin embargo, hay dos casos que celebro: Víctor Manuel Vucetich y Ricardo La Volpe, este último por confirmarse todavía como nuevo entrenador de Toluca a partir del siguiente torneo.
Dos técnicos dignos de memoria y con lugar especial en la historia del futbol mexicano. Pero diferentes, completamente distintos en formas, fondos, logros y estilos.
Uno es ganador por excelencia y coleccionista de trofeos. Implacable en partidos decisivos y con enormes cualidades para formar buenos grupos de trabajo. Fácil en el trato y enemigo de la polémica: desecha rápido lo que no es de su interés y abraza sus causas futboleras sin fuerza mediática.
El otro tiene poco en la vitrina, es un hecho, pero el sistema de medición con él es diferente; si bien es cierto que en el deporte la historia la escriben los ganadores, en este caso ha sembrado y cosechado como muy pocos lo han hecho en este medio. Su mirada clínica es de gran utilidad en un futbol que compra mucho más de lo que produce.
Su gran virtud no es la valentía en la apuesta por jóvenes, sino el análisis que soporta la decisión de promoverlos. Alto consumidor de estudio táctico que le permitirá ser recordado en la historia de nuestro futbol independientemente de los títulos ganados.
El regreso de Vucetich y la posibilidad de tener de nuevo a La Volpe debe ser celebrado por lo que aún tienen que ofrecer. De igual forma la apuesta por nuevas visiones y oportunidades como la de Rafael Puente, Salvador Reyes, Francisco Palencia y el mismo Roberto Hernández.
Y no se trata de gente joven, sino de abrirle las puertas a quienes durante muchos años han estado ahí, firmes y ansiosos por un voto de confianza así como una nueva oportunidad a dos entrenadores que, repito, son parte del Salón de la Fama de nuestro futbol.