Tiene razón Ricardo Ferretti al decir que Enrique Triverio dejó pasar una enorme oportunidad de jugar limpio diciéndole al árbitro que la falta de Guido Pizarro no ameritaba tarjeta roja. Hubiera sido sublime y, en efecto, candidata al premio Fair Play que otorga la FIFA cada año, pero... ahí esta el detalle, y uno grande: el hubiera.
Al futbol en general, desde las oficinas, las tribunas y la cancha, le hace falta mayor educación, y esto de hacer justicia tiene su enorme grado de relatividad, porque estemos o no de acuerdo, en este deporte muchas veces el fin justifica y los medios, y con el ínfimo grado de paciencia que suelen tener los directivos, los entrenadores hacen casi cualquier cosa para obtener el resultado que les conviene, igual los jugadores.
Me gusta que lo diga una de las voces más autorizadas y escuchadas del futbol mexicano como es la del Tuca, aunque me gustaría aún más que esta filosofía se mantenga incluso en situaciones adversas, es decir, cuando no le convenga, cuando la siempre oportuna intervención de la justicia no le sea de utilidad y quizá le perjudique, es decir, que el fin tenga como único justificante la justicia deportiva.
El mensaje no es a Ferretti, es general, porque parte de tener mejores deportistas es tener mayor apego al reglamento y a valores de la vida en general.
Dice Tuca que le pareció "honesta" la declaración de Triverio, pero si nos seguimos en la misma línea, hagámoslo siempre: ¿Cuántas veces no los hemos escuchado decir que "lo que pasa en la cancha se queda en la cancha"? ¿Acaso no decía la semana pasada Rubens Sambueza que el futbol es "de vivos, no de tontos"?
El árbitro (hoy más que nunca... pff, ¡qué nivel!) necesita de muchas ayudas, entre ellas la de los jugadores, la de esa honestidad que habla Ferretti, pero una que no sea convenenciera. El problema es que antes de buscar jugar limpio, el pensamiento pasa primero por qué tanto conviene serlo, y es ahí donde radica la gran diferencia.
Jugar limpio debe ser una postura permanente, no de uso ocasional.