Cruz Azul duerme como líder, aun así, no descansa. Hay algo que le quieta el sueño y que le provoca pesadillas; que lo hace revolcarse en los amargo recuerdos de las finales perdidas; de las múltiples glorias que acarició pero nunca logro hacerlas suyas.
No descansa porque la deuda es grande; grande y pesada. Por lo mismo solo cierra los ojos esperando los días por venir, los duelos por jugar y las finales por disputar. Y son finales porque para este equipo cada jornada es una prueba que no solo representa tres puntos sino una de carácter, de estabilidad, de control de emociones, de coraje y de amor propio.
Es así porque el signo de interrogación permanecerá hasta que su capitán levante la Copa en el último juego de la temporada.
Aquí ya no caben las derrotas honrosas ni los juegos bien jugados. Aquí se requiere fondo muy por encima de la forma. Aquí las cuentas se hacen al final y nada que no sea título es bien visto.
Se fue un tercio del torneo y podemos decir sin chistar que Cruz Azul es la gran sorpresa. Lo es porque tomando en cuenta los refuerzos, el tiempo que tomó encontrarlos e integrarlos al equipo (cuando el torneo ya estaba iniciado), por la enorme revolución administrativa que sufrió el equipo que, forzosamente algo impacta a nivel cancha. Por el nivel mostrado al inicio del campeonato y la forma en que han cambiado después de este tiempo.
Cruz Azul es una buena y grata sorpresa.
Aunque la sorpresa más grande sería… (y mire que la historia es caprichosa y nada podemos descartar), que este equipo terminara siendo campeón con un técnico elegido por Víctor Garcés, para muchos algo así como el enemigo íntimo de Cruz Azul y que hace poco fue removido legalmente del equipo.
Sería un final que nadie hubiera imaginado: el malquerido Garcés con la elección del técnico que finalmente los hizo campeón…. Todo es posible.
¡He Dicho!