Sé que las cuentas se hacen al final, que resulta prematuro y atrevido establecerlo, pero me gusta Cruz Azul. Y me gusta desde hace tiempo, para ser exacto, desde la llegada de Ricardo Peláez. Un directivo serio y con principios al que le gusta decir lo que se tiene que hacer. Le gusta mandar y no hacer los mandados que se ordenan desde la Florida. Me gusta porque su presencia establece un rompimiento en las múltiples cadenas de vicios del equipo.
A Ricardo le distinguen, entre otras cosas, la disciplina y la rigidez en las metodologías de trabajo, dos factores importantísimos e indispensables en cualquier proyecto que pretende ser exitoso, algo con lo que claramente comulga Pedro Caixinha. De tal forma que la mancuerna promete, sólo habría que vigilar muy de cerca los niveles de temperatura entre ellos, ya que hasta en eso hay compatibilidad de caracteres.
Y como en este equipo nada sobra, a la salida del Azul, que más que su estadio se convirtió en la casa del terror donde acumuló cualquier cantidad de fracasos, súmele la vuelta al Estadio Azteca, escenario que atestiguó el crecimiento de este equipo hasta convertirse en uno de los llamados 'grandes' del futbol mexicano. Y, repito, como a este equipo nada le sobra, esto podría resultar más profundo del contenido anecdótico que sugiere la mudanza.
Me dirán lo que quieran: que con Cruz Azul nunca se sabe, que sólo el trofeo resulta la herramienta adecuada para fungir como sistema de medición, que el último minuto y la última jugada pueden ser suficientes para que lo echen todo a perder; que la maldición, que el tema sicológico, etcétera, etcétera.
Y no las discuto, todos los pronósticos negativos y con alto nivel de incredulidad son válidos, pero al menos en el inicio todo parece diferente: un directivo exitoso e incómodo (si me valen la expresión), un entrenador de capacidad comprobada y, algo que resulta muy extraño en Cruz Azul, buenos refuerzos y llegando a tiempo para trabajar en la pretemporada.
Apenas una jornada ha transcurrido en el extraño mundo del futbol mexicano, donde nada es lo que parece, aun así, le digo que este equipo pinta bien... al tiempo. Y si no, como dijo una prima: si no recuerdo, no sucedió. ¡He dicho!