Qué poco ruido se le ha hecho a la contratación de Marco Antonio Rodríguez como entrenador del Salamanca, equipo de la segunda división española. Qué poco ruido y qué injusto.
Parece que no le damos la dimensión correcta a una persona que optó por la labor más compleja del futbol: impartir justicia; una en que, como bien lo describe el escritor uruguayo Eduardo Galeano en su libro El futbol a sol y sombra: "Los derrotados pierden por él y los victoriosos ganan a pesar de él. Coartada de todos los errores, explicación de todas las desgracias. Los hinchas tendrían que inventarlo si él no existiera. Cuanto más lo odian, más lo necesitan".
Y Marco fue uno de esos, uno de personalidad fuerte y protagónica que se hacía odiar más que ninguno; eso sí, erudito en temas de reglamento y fino en su aplicación. Falló, sí, pero también sería injusto decir que erró como los demás porque eso sería establecer que era del montón, y por supuesto no lo fue.
Hoy sigue expandiendo sus horizontes en el futbol sin siquiera tocar la pelota. Se preparó y ha recibido una oportunidad extraordinaria, una que muchos en nuestro futbol se tirarían de cabeza por recibir, una que marca un reto importante y complejo para lo cual se requiere de preparación más que de valentía, pero si las dos cosas están el mismo nivel, entonces resulta una buena combinación.
Solo el tiempo contará cómo termina esta historia, sin embargo eso no debe atentar contra la oportunidad de reconocer el simple hecho de ser considerado para tan alta asignatura.
La experiencia debería ser fascinante, ya que un hombre que en el campo estuvo acostumbrado a mandar y ordenar, hoy, su tarea principal es la de convencer y administrar talento, así como los egos que flotan en un vestidor. Sigue siendo autoridad pero su misión principal ya no es mandar, sino conducir con sabiduría.
Una mezcla de facetas atrayente que estaré dispuesto a observar de cerca.
¡He dicho!