A Ricardo Ferretti le pagan por entrenar a un equipo que sea capaz de ganar. Le pagan muy bien, extraordinariamente bien, como a ningún otro porque ningún otro ha ganado lo que él en materia deportiva en los últimos años; mire que igualar a Don Ignacio Trelles como el máximo coleccionista de Ligas dice bastante, pero quizá no todo.
No es que sean necesariamente odiosas las comparaciones; resultan útiles e interesantes cuando preguntamos, por ejemplo, dónde encontramos más el valor de los trofeos, en qué época y por qué. Saber cuáles eran las adversidades a las que se enfrentaban los equipos hace seis o siete décadas comparadas con las exigencias de los tiempos actuales. Cómo valoramos que anteriormente había una sola oportunidad al año para ser campeón y el contrapeso actual, cuando tres o cuatro partidos son suficientes para perder el trabajo.
Hay muchos ángulos por donde puede abordarse el debate sin que necesariamente lleguemos a una conclusión. Por ejemplo, es válido comparar las herramientas con las que contaron ambos para lograr las metas, es decir, los planteles, y me parece que eso arroja el tema de mayor trascendencia: el de las formas, los estilos, el sello; porque si bien es cierto que del subcampeón nadie se acuerda, cierto también es que hay monarcas que lo único que dejan en la historia es el número, el registro, y es ahí donde radica la mayor diferencia entre los campeones y los equipos históricos, los que dejaron algo más que el resultado. Los que provocaron sensaciones especiales más allá del trofeo.
Dicho de otra manera: el legado. ¿Qué deja cada uno al futbol mexicano más allá de una marca histórica de trofeos? ¿Cuál es la herencia filosófica en materia de futbol? ¿Cómo lograron trascender más allá del campeonato?
El concepto más allá del récord debería ser algo muy cercano a esto: dime cómo juegas, qué ganas y qué me dejas, y entonces te diré cómo te recuerdo.
El debate está abierto: Trelles o Ferretti.