Miscelánea de Arte y Cultura

Covid 19: ¿creer o pensar?

Glenda Castillo explica por qué algunas personas dudan de la existencia del virus o la relacionan con una conspiración.

Me toma apenas unos pasos llegar a la tienda de abarrotes más cercana al edificio en el que habito, se llama La fe en Dios, y aunque vivo aquí desde hace años, como no tiene rótulos afuera, su nombre lo supe apenas antier que el dueño -de unos 35 años-, me dio una tarjetita con su número de celular: "Como ya nadie quiere salir, ahora hago entregas a domicilio". Estaba desanimado y ya no miró con burla divertida mi protocolo para minimizar un posible contagio en él y en mí, apenas unos días antes, mientras depositaba el cambio en mi mano enguantada, me dijo: "No tengas miedo, el Covid no existe, es un invento para reactivar la economía. Tú normal, vas a ver que no pasa nada", luego aseveró muchas cosas más sobre una conspiración a escala global. Yo lo escuché respetuosa, para él aquello era una verdad; le hice un par de preguntas que ponían en jaque sus razonamientos, pero respondió con más teorías conspirativas. No me quedó más que decirle: "En lo que sabemos, nada nos cuesta cuidarnos ¿No? Además, la gente puede dejar de frecuentar tu tienda por falta de medidas de protección". Se carcajeó y remató: "Eso sí. Eso sí".

Mi vecino no es una rareza, diversos espacios informativos han mostrado a personas que salen a las calles porque consideran que el Covid-19 es un invento; en YouTube abunda material que apoya esta y otras posturas con teorías conspiratorias. Durante crisis importantes tampoco es raro que proliferen este tipo de suposiciones, de hecho, su existencia se pierde en el tiempo, sin embargo, según investigadores, es con la modernidad -momento en el que comienza la secularización de la vida pública y la configuración de los Estados-nación-, que florecen como complejos sistemas que sirven para organizar y comprender fenómenos del mundo, es decir, para darles sentido.

Psicólogos y sociólogos especializados en el tema apuntan a varios factores que propician la creencia en estas teorías, entre ellos identifican una incapacidad en las personas para identificar los factores y actores involucrados en ciertos eventos, así como para incidir en su entorno social y político. Al respecto, el psicólogo Jan-Willem van Prooijen, dijo en entrevista para Vox hace tres años, que "las personas que se sienten impotentes tienen más probabilidades de creer en teorías de conspiración". El sociólogo Will Davies alude a la desconfianza en las instituciones y su legitimidad, así como a una incapacidad colectiva para construir una explicación consensuada de la realidad; el teórico de la comunicación Mark Andrejevic, a una sobrecarga de información difícil de analizar y Michael Shermer, escritor y divulgador de la ciencia, señala entre otras cosas, una disonancia cognitiva, es decir, a tensiones internas entre ideas, por ejemplo, cuando un evento muy complejo (como un magnicidio), responde a una explicación en extremo simple.

En lo que todos coinciden es en que estas teorías son peligrosas cuando derivan en apatía, descuido o un actuar irresponsable, pues pone en riesgo a sus creyentes y a quienes los rodean. Sin duda la pandemia del Covid-19 visibilizará graves problemas a resolver en cuanto la crisis pase, ojalá se cuente en ellos la necesidad de una educación que desarrolle el pensamiento crítico y una mejor comprensión de la ciencia. Este pedido tampoco es nuevo, se reitera cada que se actualiza la Encuesta sobre la Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología en México, en cuyos últimos datos, por cierto, se informó que lo mexicanos confían más en la fe, la magia, los psíquicos y los números de la suerte, que en los científicos.

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