Gonzalo Celorio, director de la Academia Mexicana de la Lengua, termina con esta novela la trilogía que compone una saga familiar que incluye los títulos Tres lindas cubanas y El metal y la escoria. Al respecto charlamos con el autor, esta es la primera parte de la entrevista.
Antes de terminar el 2020, Gonzalo Celorio presentó Los Apóstatas, novela en la que narra la historia de dos de sus hermanos: Miguel, el mayor de todos, quien desempeñó una figura paternal para el autor, y Eduardo, el más cercano a su edad. Ambos coincidieron en una temprana vocación religiosa que abandonaron para dedicarse a otros asuntos como la historia del arte y las luchas sociales, siempre inmersos en la complejidad de un proceder regido por principios en extremo rigurosos que los colocó tanto en el papel de héroes, como en el de víctimas de sus propias convicciones. Dos personas entrañables para Celorio, pero que gracias a la literatura logran trascender la historia familiar para configurar una realidad significativa para quien lee.
Los Apóstatas cierra una trilogía que de acuerdo con su autor, surgió al reconocer en algunos familiares historias que podrían ser contadas en clave novelística:"no es tan importante que sean mis familiares sino que realmente pueden tener un grado de representación o de representatividad -mejor dicho- más amplia que la de mi entorno familiar porque con estos familiares he podido armar novelas que tienen que ver con otros fenómenos". En los tres títulos encontramos historias personales, pero épicas que transcurren en momentos relevantes para el mundo, los protagonistas viven hechos históricos como la Revolución cubana, el exilio español o el desarrollo de la Teología de la Liberación en México: "puede tener una base historiográfica, puede tener una base autobiográfica, puede partir de la absoluta ficción, pero de todas maneras aun las novelas que parten de la absoluta ficción son representativas de una determinada realidad, no creo que haya un cuento más realista que la metamorfosis de Kafka… en el fondo no es más que una metáfora que habla de una realidad enajenada del ser humano".
Es la escritura literaria la que permite trascender la anécdota familiar, para lo cual Gonzalo Celorio reunió memorias, testimonios, documentos e información sobre las vidas y eventos que vivieron Miguel y Eduardo -como la lucha de este último contra la dictadura de Somoza en Nicaragua-, en todo ello se revelaron sucesos atroces para el propio autor, quien arranca la novela con la declaratoria: Maldita sea la hora en que se me ocurrió escribir esta novela. Tales hallazgos le orillaron a incluir el relato del proceso de una novela que es incluso denunciatoria y que podía afectar a terceros, directamente al padre de un amigo que cometió un vejamen terrible, la metanovela sería una forma de hacerle comprender: "me sirvió para contar el drama de escribir la novela… porque la novela misma en el proceso de escritura me fue revelando muchas verdades que yo no conocía, que eran secretas… y todo esto fue realmente doloroso".