En momentos de cambio, es fácil sentirse optimista, pero a veces la realidad nos muestra que estamos girando en círculos, como si el pasado volviera a imponerse bajo nuevas formas pero con las mismas prácticas de poder que tanto lastimaron a nuestra democracia. La reforma judicial impulsada por el gobierno de la cuarta transformación nos recuerda los años oscuros del PRI hegemónico, donde el mayoriteo en las cámaras, el autoritarismo y el desprecio por la oposición eran parte del paisaje político cotidiano.
Aquel periodo, bajo el dominio del PRI, se caracterizaba por la imposición y el uso abusivo de las mayorías legislativas. Las leyes se aprobaban al ritmo de las órdenes del Ejecutivo, sin escuchar a las voces disidentes y sin construir consenso. Se minimizaba a la oposición, transformando cualquier desacuerdo en traición. El diálogo, esencial para una democracia sana, era inexistente. ¿Cuánto hemos avanzado desde entonces? ¿Estamos realmente dejando atrás esa etapa de autoritarismo disfrazado de democracia?
Hoy, bajo el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, vemos con preocupación un regreso a tácticas similares. AMLO, quien alguna vez criticó el autoritarismo del PRI, parece haber olvidado sus propias palabras: “Al diablo con sus instituciones”, decía en 2006, al denunciar un sistema corrupto y opresivo. Pero, ¿qué ha cambiado? La mayoría en el Congreso que sostiene al gobierno de Morena parece repetir las mismas acciones que antes se criticaban. En lugar de ser una verdadera transformación, estamos presenciando una consolidación del poder que refleja las mismas prácticas que tanto nos indignaban.
Claudia Sheinbaum, como presidenta electa, enfrenta el desafío de evitar la repetición de los vicios del pasado. Su liderazgo será crucial para demostrar si la cuarta transformación es una genuina renovación o simplemente una reimposición de autoritarismo. La forma en que maneje su presidencia definirá si estamos avanzando hacia un cambio real o cayendo en la repetición de errores históricos.
El mayoriteo en las cámaras es constante, se aprueban reformas sin el debido diálogo con la oposición, y se descalifica a quienes no están de acuerdo con el proyecto de la cuarta transformación. ¿No es esto lo que tanto nos indignaba del PRI? ¿No prometió AMLO ser el presidente de todos? “No le fallaré al pueblo”, dijo en su discurso de toma de posesión, pero al ignorar a una parte de ese pueblo y desoír voces críticas, está traicionando esa promesa.
El México de hoy no debe ser un escenario de revancha. No debemos permitir que las heridas políticas del pasado se conviertan en excusa para imponer una visión única. La verdadera transformación pasa por el diálogo sincero, el respeto a la pluralidad de voces y la construcción en conjunto. La oposición no debe ser vista como enemiga, sino como una oportunidad para enriquecer el debate y fortalecer la democracia.
Cuando AMLO asegura que “la patria es primero”, debemos recordarle que eso implica poner a México por encima de los intereses personales y de cualquier intento de revancha. El país no necesita más polarización, sino puentes. No necesita mayorías aplastantes, sino acuerdos. No necesita repetir los vicios del PRI, sino una transformación genuina que honre las promesas de justicia, democracia y bienestar para todos.
Si esta administración sigue caminando por el sendero del autoritarismo disfrazado de cambio, estaremos condenados a repetir los errores del pasado. Y entonces, habremos perdido una oportunidad histórica de construir un México diferente, uno donde el poder no se concentre en unos pocos y la voz de cada ciudadano, sin importar su ideología, sea escuchada y respetada.
Antes del fin
La idea del ‘eterno retorno’ de Friedrich Nietzsche nos desafía a cuestionarnos si nuestras acciones y decisiones son dignas de ser repetidas infinitamente. En el contexto de la reforma judicial y la consolidación del poder, ¿estamos realmente transformando nuestra política o simplemente replicando viejos patrones? La verdadera evolución requiere una reinvención auténtica, más allá de cambios superficiales. Reflexionar sobre si nuestras acciones actuales se repiten eternamente puede ayudarnos a encaminar el cambio hacia una verdadera transformación.
Que la reflexión persista.