Por décadas, México ha desempeñado un papel ambiguo en la crisis migratoria: contenedor y víctima de un problema que no origina, pero que carga sobre sus hombros. La estrategia ha sido la misma: militarizar, detener, reprimir. Desde el refuerzo de fronteras hasta acuerdos de deportación masiva con EU, el gobierno mexicano ha intentado ser el muro que Washington exige.
Pero el muro no ha detenido a nadie. La migración no cesa; solo se transforma. Las rutas cambian, los peligros aumentan y los migrantes quedan atrapados en un limbo de desesperación. Ciudades fronterizas saturadas, albergues colapsados, redes criminales que sacan provecho de cada resquicio del sistema. Mientras tanto, la estrategia de contención sigue en pie, aunque se desmorone a pedazos.
El regreso de Trump y la criminalización de los migrantes
Con Donald Trump de vuelta en la Casa Blanca, la crisis se recrudece. Su gobierno ha endurecido la frontera como nunca antes: los cruces ilegales han caído un 93% y las aprehensiones, un 85%. Pero la migración no ha desaparecido; los migrantes simplemente han quedado atrapados en México.
Ahora, la situación se agrava con la reciente designación de los principales cárteles como Organizaciones Terroristas Extranjeras (FTO, por sus siglas en inglés). Esta medida no solo intensifica la presión sobre México, sino que también criminaliza a quienes huyen del crimen organizado. Cualquier persona sospechosa de estar vinculada con estos grupos será inadmisible en EU, lo que allana el camino para deportaciones masivas e indiscriminadas.
La contención ha colapsado, pero México sigue aferrado a ella
Desde la implementación del programa “Quédate en México”, las ciudades fronterizas dejaron de ser puntos de tránsito para convertirse en campamentos de desesperación. Con el nuevo endurecimiento de Trump, la presión sobre estos territorios ha explotado. Miles de migrantes sobreviven atrapados entre la burocracia, la violencia y la incertidumbre.
El cierre de la frontera no significa menos migrantes, sino más vulnerabilidad. La saturación de albergues y la falta de oportunidades han disparado el tráfico de personas, la explotación y el reclutamiento forzado por parte del crimen organizado. Mientras más difícil es cruzar, más rentable se vuelve para los cárteles.
La migración no desaparece, solo cambia de forma. Y ahora, México ya no puede seguir dependiendo de EU para contener un fenómeno que claramente lo ha rebasado.
La integración como única estrategia viable
Mientras México se ahoga en su propio callejón sin salida, otros países han optado por estrategias que no solo funcionan, sino que fortalecen sus economías.
• España (2005): ante una crisis migratoria similar, regularizó a más de 500 mil personas en sectores con alta demanda laboral. En menos de una década, el problema estaba estabilizado.
• Canadá y Alemania: en lugar de criminalizar la migración, la han tratado como una oportunidad económica, emitiendo permisos de trabajo temporales en sectores con escasez de mano de obra. ¿El resultado? Menos presión en las fronteras y un impulso a la economía.
México podría hacer lo mismo. No se trata de abrir las puertas sin control, sino de gestionar la migración de manera inteligente. Implementar permisos de trabajo podría absorber a la población migrante en sectores clave como la construcción y la agricultura, reduciendo la presión en las ciudades fronterizas y debilitando el negocio del tráfico de personas.
Si se aplicara este modelo en los próximos cinco años, la crisis migratoria podría estabilizarse entre 2027 y 2032. Pero el tiempo se agota.
Antes del fin
México enfrenta dos caminos. Si sigue apostando por la contención, sus ciudades fronterizas seguirán desbordadas, las redes criminales se fortalecerán y la crisis humanitaria podría prolongarse hasta 2040.
Pero si opta por la integración, podría transformar la migración en una oportunidad económica y estabilizar la situación en menos de una década.
México ya no puede seguir actuando como si la migración fuera un problema temporal. La contención es insostenible, y depender de EU para resolver la crisis es una estrategia condenada al fracaso. El endurecimiento de las deportaciones y el colapso de los mecanismos tradicionales han dejado en evidencia la urgencia de una solución real.
No se trata de frenar la migración, sino de administrarla estratégicamente. La decisión debe tomarse ahora. México puede seguir siendo un muro de contención que se desmorona o convertirse en un actor clave en la reorganización de los flujos migratorios globales.
El reloj está en cuenta regresiva. La ventana de oportunidad se está cerrando.