El presente ya es crítico, pero el futuro plantea un desafío aún mayor. En menos de una década, la migración global no solo aumentará, sino que cambiará de forma, dirección y volumen. El mundo en 2035 será testigo de flujos migratorios más complejos, diversificados y desafiantes, empujados por conflictos, crisis climáticas y transformaciones económicas. México no será la excepción.
El endurecimiento de la política fronteriza de EU bajo Trump ha consolidado a México como un país de contención forzada. Con la frontera norte sellada y la militarización de la frontera sur en aumento, el país ha pasado de ser un corredor migratorio a convertirse en un destino involuntario para miles de migrantes. La pregunta ya no es si la migración seguirá, sino cómo México gestionará su papel en este nuevo orden global.
Un 2035 de flujos imprevistos y rutas inestables
Para 2035, el mapa migratorio será irreconocible en comparación con el de hace dos décadas. Si bien Centroamérica y Sudamérica seguirán siendo regiones de alto desplazamiento, la migración desde África y Asia hacia el continente americano se incrementará, impulsada por la crisis climática y la inestabilidad política. México, como una de las economías más grandes de América Latina, se convertirá en un destino más permanente, incluso para poblaciones que antes solo cruzaban en tránsito.
Este cambio no solo es geopolítico, sino demográfico. Con el envejecimiento de la población mexicana y la disminución de la tasa de natalidad, la llegada de migrantes podría representar una oportunidad de estabilidad económica. Sin embargo, si el país sigue anclado en políticas de contención y deportación, perderá la oportunidad de convertir la migración en un motor de desarrollo.
Por otro lado, la política migratoria de EU no será la misma en 2035. Si bien Trump ha reforzado el blindaje de la frontera, los ciclos políticos en Washington cambian.
Eventualmente, la presión económica y demográfica hará que EU necesite mano de obra migrante, abriendo nuevas oportunidades de movilidad. Pero si México no construye su propio modelo de gestión, seguirá atrapado en el rol de muro de contención, sin una estrategia clara para el futuro.
Los riesgos de no prepararse para el nuevo orden migratorio
Si México no adopta una estrategia migratoria inteligente, el 2035 podría encontrarlo en una crisis aún más profunda. Sin integración laboral ni mecanismos de absorción, las ciudades fronterizas y del centro del país estarán colapsadas con poblaciones migrantes sin acceso a empleo, salud ni vivienda. Este escenario alimentará la informalidad, el crimen organizado y el descontento social, convirtiendo la migración en un problema interno en lugar de una oportunidad de desarrollo.
El peor error sería creer que las políticas de contención son sostenibles a largo plazo. Ningún muro ha detenido la migración en la historia; solo ha cambiado sus dinámicas y sus costos humanos. Para el 2035, los migrantes no dejarán de moverse, pero sí cambiarán las formas en las que sobreviven en un mundo más hostil.
Otro riesgo es el impacto de la crisis climática en la migración. En la próxima década, el desplazamiento por razones ambientales superará al desplazamiento por violencia o pobreza en muchas regiones. México, con su vulnerabilidad a huracanes, sequías y cambios en las dinámicas agrícolas, podría no solo recibir migrantes, sino producir sus propios desplazados internos. Si no se prevé una política para gestionar estos flujos, el país enfrentará crisis humanitarias dentro de su propio territorio.
¿Cómo debería prepararse México para el 2035?
El país necesita repensar su relación con la migración antes de que sea demasiado tarde. La primera medida es dejar de asumir que la contención es una estrategia de largo plazo. México debe avanzar hacia un sistema que absorba migrantes de manera planificada, distribuyéndolos en regiones donde su presencia sea una ventaja económica, en lugar de permitir que se concentren en zonas de crisis.
La regularización y los permisos de trabajo temporales deben convertirse en una política estructural, no en programas emergentes. La inversión en infraestructura, vivienda y empleo para poblaciones migrantes no es un gasto, sino una inversión en estabilidad y crecimiento. Otros países han demostrado que la migración, gestionada correctamente, no es una carga, sino un activo económico y social.
El segundo paso es la cooperación internacional. Si México sigue manejando la migración como un problema unilateral, seguirá recibiendo presiones de EU sin poder negociar mejores términos. La región necesita un modelo coordinado de movilidad humana que involucre no solo a México y EE.UU., sino a todo el continente. Los flujos migratorios no son responsabilidad de un solo país, sino de un sistema global interconectado.
Por último, es necesario entender que la migración no es un fenómeno pasajero. El siglo XXI será un siglo de desplazamientos masivos. México aún tiene la oportunidad de decidir si quiere ser una nación que bloquea y expulsa o una que gestiona y se adapta.
México en el 2035: muro de contención o nación de oportunidades
El futuro de México en el contexto migratorio dependerá de decisiones que deben tomarse hoy. Si el país sigue atrapado en el modelo de contención, llegará a 2035 con una crisis humanitaria, social y de seguridad aún más grave.
Pero si cambia su enfoque y adopta una estrategia de integración, podría convertirse en un país con un modelo migratorio funcional, una economía fortalecida y un papel clave en la gobernanza migratoria global.
En los próximos años, México tiene que decidir si quiere seguir siendo un muro de contención o convertirse en una nación de oportunidades.
La historia aún no está escrita, pero el reloj sigue avanzando.