Víctor Manuel Pérez Valera
Una noticia causó conmoción la semana pasada en las redes sociales: un becario de 21 años murió por sobreexplotación laboral. Moritz Erhardt, un becario de origen alemán, que había trabajado tres noches seguidas hasta las seis de la mañana, fue encontrado sin vida en la ducha de su apartamento en East London. Todo apunta a que la intensísima jornada laboral fue la causa de su deceso, si bien los empleadores descartan esa causa. A propósito de este suceso han aparecido muchos testimonios de jóvenes especialmente becarios de bancos que se quejan de las inhumanas condiciones de trabajo a las que son sometidos.
Sobre este lamentable caso, el lunes pasado publicó EL FINANCIERO un amplio artículo del Financial Times (Lucy Kellaway): Trabajar todo el día, ¡no es bueno! Allí se señala que este año Goldman Sachs recibió muchísimas solicitudes para trabajar durante el verano arriesgando la salud de manera poco razonable.
Para los que pensaban que los abusos laborales de la revolución industrial estaban superados convendría que echaran un vistazo a los numerosos estudios sobre el mobbing o acoso laboral.
Sobre este tema, tan antiguo y tan actual, Nicolás Gogol escribió un célebre cuento corto, El abrigo. Akakyi Akakievich era un copista, trabajador incansable, de la escala más baja de la administración civil, que percibía un salario muy exiguo. Eso, empero, no era lo peor, era tratado como un ser insignificante que trabajaba oprimido por el imperativo categórico de hacer su mecánica labor y por las burlas, sarcasmos y la fría indiferencia de sus jefes y compañeros. Sacrificando su alimentación se vio obligado a comprarse un abrigo para preservarse del sobrecogedor frío de San Petersburgo. El nuevo abrigo fue también objeto de burlas, pero para colmo unos rufianes le robaron el abrigo. Akakyi murió no sólo por el grave resfriado que pescó, sino también por el ambiente gélido de la indiferencia de sus compañeros de trabajo.
Este ambiente laboral kafkiano ha invadido todo el mundo del trabajo, y desde luego México no es la excepción. El acoso laboral presenta muchas facetas, y se da en varias direcciones: descendente (del jefe), ascendente (del subordinado) y horizontal (de los compañeros). Los expertos consideran que nuestro país está rezagado en el combate al acoso laboral, si bien el año pasado el Congreso de la Judicatura del Distrito Federal aceptó la recomendación 9/2011 de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal por violencia contra las mujeres que trabajan en instituciones capitalinas (se acumularon 14 expedientes) las cuales deberían dar ejemplo de respeto a los derechos humanos. En efecto, entre estas instituciones están algunas Secretarías de Gobierno, la Secretaría de Seguridad Pública local, la Procuraduría General de Justicia del DF y la Asamblea Legislativa, entre otras. Algunos acosos laborales son acosos sexuales. Ante éstos y otros abusos los expertos sugieren varios medios de defensa. Frente al acoso sexual, por ejemplo, se recomienda no dejarse intimidar, y si es posible poner al acosador, de modo elegante, en su sitio: al acosador, hombre prepotente, libidinoso y hostigador sexual, se le puede preguntar: ¿Usted sabe o puede investigar quien era Circe? A la respuesta: Circe en la Odisea de Homero era una hechicera que convertía a los hombres en puercos, la mujer hostigada podría comentar: ¿Y Usted tuvo trato con ella?
También existen instancias jurídicas o institucionales como la Dirección de personal, o el sindicato, pero de éste, después de haber leído el artículo de Arturo Alcalde, Mugrero sindical, no sería recomendable. Claro, existen excepciones, sindicatos "legítimos" como los llama el autor.
Una asignatura pendiente para nuestros legisladores sería reglamentar los derechos de las empleadas domésticas. En este ámbito existen muchos abusos: bajos salarios, jornadas laborales excesivas, falta de seguridad social, etc. etc. En este tema se han hecho buenas iniciativas y proyectos, pero se han quedado en eso.
Para enfrentar el acoso laboral. Iñaki Piñuel y Zabala un gran experto en Mobbing invita a reflexionar sobre un cuento de un autor clásico: El Conde Lucanor, cuento II: Lo que sucedió a un hombre bueno con su hijo. Por falta de espacio no puedo resumir el cuento. Invito al amable lector a la lectura de esta obra. Se va a divertir.
*Profesor emérito de la Universidad Iberoamericana.
Opinión