Después de vivir seis meses bajo la pandemia estamos temerosos, agotados y a punto del abatimiento. Es el momento de cambiar de estado de ánimo.
No discutamos las medidas o los remedios aplicados pues ya tendremos oportunidad de hacerlo cuando un mejor humor nos permita aprender de la experiencia. Reflexionemos mejor sobre la importancia de la cohesión social y exploremos maneras de defenderla.
La cuarentena recrudeció encierros en los que vivíamos antes de la crisis. Confinados en nuestras casas amplificamos nuestros patrones de comportamiento. Sus paredes se convirtieron en alambiques para destilar ánimos, o en ollas de presión para cocinar emociones prestas a explotar en agresiones. Las redes sociales, por su parte, ya nos tenían capturados, en esos perfiles psicológicos donde nos encasillan para facilitarse el marketing de todo.
La 'distancia social' reforzó físicamente nuestro confinamiento interno, y al acentuarlo, ocultó nuestras diferencias sociales. Sin los contactos en el espacio público, nos confinamos en grupos donde reforzamos la agradable sensación de ser iguales evitando tener que interactuar con los ajenos.
Evitar el contacto con lo ajeno nos enferma psicológicamente. Una epidemia del aislamiento enrarece a las personas y envenena la cohesión social. La soledad contamina nuestros actos, daña estados de ánimo y atrapa nuestra percepción con visiones fácilmente polarizadas.
La distancia acentúa la diferencia y la diferencia refuerza la división. Las tres juntas diluyen nuestra cohesión social. Los ataques a la cohesión avanzan primero entre las personas, continúan después en nuestra capacidad de raciocinio, distorsionan la información, nublan la relación causa-efecto, y enturbian la narrativa hasta hacernos dudar de nuestro mismo futuro.
La pandemia nos expone así a tres riesgos principales: nuestra salud peligra con el incremento del contagio, nuestra economía se desploma con menos transacciones, y nuestra sociedad se destruye con la pérdida de vínculos.
Formamos vínculos durante todas nuestras interacciones sociales, desde las más tempranas en el seno familiar, hasta en las transacciones cotidianas de la vida diaria.
Por lo regular, los vínculos que nos ayudan en nuestra vida tienden a replicarse y ser personales, significativos, cercanos, seguros y confortables. La confianza entre actores, la transparencia de sus acciones, la seguridad en su forma de conducirlas, y una clara responsabilidad personal, ayudan a construir y mantener vínculos individuales relevantes.
Por otra parte, una cultura de compromiso individual y colectivo, que promueva igualdad de voces, empoderamiento colectivo, capacidad de diálogo, consenso en la respuesta registrada para encontrar y evaluar propósitos comunes, contribuye a un desarrollo democrático de vínculos sociales (ver Our Common Purpose: Reinventing American Democracy for the 21st Century bit.ly/38TzwJs)
Recuperemos el ánimo positivo poco a poco, con un diálogo propositivo sobre proyectos concretos, que mejoren la calidad de nuestros vínculos en áreas particulares de nuestra vida.
A partir de hoy esta columna presentará aplicaciones relevantes de blockchain como instrumento de coordinación social.
En entregas sucesivas veremos cómo recuperar vínculos de confianza en nuestras interacciones de salud, educación, economía, energía, comercio global, finanzas descentralizadas, identidad personal, votaciones, propiedad raíz, infraestructura y servicios públicos, administración de activos, mercados de capitales y gobernanza, entre otros campos.