Experto en propiedad intelectual

El derecho ya no puede ignorar a la inteligencia artificial

Tal vez sea necesario reconocer como autor a los dueños del programa que participa en una creación o tal vez decidamos que sus obras serán parte del dominio público.

Recientemente la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó que sólo los seres humanos pueden ser considerados como “autores” frente a la ley, y cito: “la creatividad de una obra se encuentra relacionada con la capacidad de creación que tiene la persona humana. Es decir, con la facultad de producir algo, darle vida en un sentido figurado; de ahí que una obra solo pueda ser autoría de una persona física.” (Primera Sala de la SCJN, A.D.R. 131/2021).

El postulado de la Corte sería indiscutible, de no ser porque la inteligencia y la creatividad ya no son atributos exclusivos de los seres humanos. Me explico.

Cuando hablamos de inteligencia artificial, tendemos a concebirla como un asunto de ciencia ficción o al menos como una tecnología en pañales que tal vez en el próximo siglo podría empezar a dar resultados. Esa idea es completamente equivocada.

La investigación y desarrollo de inteligencia artificial formalmente inició hace apenas 70 años, pero en la última década ha dado pasos agigantados, el hito más reciente se dio hace apenas un par de meses, cuando la empresa Open AI lanzó su tecnología de inteligencia artificial llamada ChatGPT.

ChatGPT rompió récords al lograr un millón de usuarios en tan sólo cinco días, y no es para menos, las capacidades del software son impresionantes. En cuestión de segundos puede redactar cartas, escribir poemas, canciones, corregir textos e incluso revisar errores en los códigos de programación. Mientras experimentaba con él, le pedí que redactara un discurso, al estilo de Donald Trump, argumentando que el pastor alemán era la mejor raza canina, el resultado me arrancó una carcajada por su genialidad.

Si usted no ha probado esta tecnología, no se preocupe, pronto lo hará. En cuestión de semanas será integrada por Microsoft en su buscador “Bing” y Google implementará una opción similar con su propio software llamado “Bard”. La carrera por tener la mejor inteligencia artificial en generación de lenguaje ya arrancó y será feroz, está de por medio la supremacía de las búsquedas de información por Internet.

A medida que el uso de estas formas de inteligencia artificial se populariza, surgirán disputas por el contenido que generan. La gente ya está utilizándola para redactar artículos, libros y hasta tareas escolares, ¿quién será considerado como el autor de estas obras?

La pregunta es compleja pues trastoca los cimientos de nuestra identidad. Durante milenios hemos pensado que la inteligencia y la creatividad son atributos únicos de los seres humanos e incluso nos distinguen del reino animal, pero ¿qué sucederá cuando nos veamos orillados a admitir que un programa es más inteligente o creativo que nosotros?

Estos nuevos tipos de inteligencia artificial son muy diferentes a la robótica tradicional donde una máquina era programada para ejecutar una serie de instrucciones, aquí estamos hablando de computadoras con redes neuronales muy parecidas a las del cerebro humano, son capaces de aprender, memorizar y tomar decisiones basadas en experiencias previas. En suma, son inteligentes.

¿Estoy sugiriendo que los programas de cómputo deberían tener derechos? Aún no. La capacidad de ser titular de derechos y obligaciones no depende únicamente de la inteligencia, requiere de autoconciencia, voluntad, facultades emotivas y algunos dirían que de un “alma”. Las máquinas no han llegado a ese punto hasta el momento.

Sin embargo, está claro que debemos replantearnos los fundamentos de algunas ramas jurídicas, entre ellas el derecho de autor. Necesitamos figuras que aborden la complejidad de la inteligencia artificial. Tal vez sea necesario reconocer como autor a los dueños del programa que participa en una creación o tal vez decidamos que sus obras serán parte del dominio público, en cualquier caso, no podemos seguir ignorando al elefante en la habitación.

Post Scriptum. Le pedí a Chat GPT que redactara una carta dirigida a la Suprema Corte de Justicia de la Nación solicitándole que reconociera su carácter de autor en los escritos que produce. La pondré en mi cuenta de Twitter para que evalúen su calidad. Consideren que la elaboró en 8 segundos.

COLUMNAS ANTERIORES

Recuperar la confianza en el IMPI
El siguiente capítulo: una transición judicial caótica

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.