Justo cuando el presidente estaba frente a uno de sus momentos más climáticos del sexenio, llegó su tercer contagio por covid-19. Si realmente su ausencia de la vida pública fue el virus, y no una complicación cardiaca como lo asegura un reportero del Diario de Yucatán después de asegurar verlo desvanecerse, pronto estará listo para llevar nuevamente las riendas del país, en su última etapa de gobierno.
Y digo que estaba en uno de sus clímax, porque vivía palmo a palmo una lucha frontal contra ministros y ministras de la SCJN, buscaba desaparecer o disminuir instituciones que acusó de no servir para nada y generar gastos innecesarios. Y, finalmente, había vendido el avión presidencial, un pendiente que le preocupaba no concretarlo antes de que concluyera su mandato, a pesar de haberlo rematado a un comprador de muy dudosa procedencia.
La venta del avión coincidió con problemas de corrupción en su gobierno que se le acumulaban, como los viajes de lujo del general Luis Cresencio Sandoval, los desvíos millonarios en Segalmex o los contratos del Instituto Nacional de Migración con empresas que administraban los centros de retención (reclusión) de migrantes. Así la vida pública de México, cuando un nuevo problema de salud obliga al presidente a apartarlo de los reflectores.
Qué bueno que se reponga bien y pronto, según los informes oficiales. Sin lugar a duda, para el buen desarrollo de cualquier democracia, no hay mejor remedio que concluir ciclos donde sean las urnas y el voto universal y transparente, quienes las alimenten. Hoy día, sería complejo para México someterse a una sucesión adelantada, en un momento de gran polarización, debilitamiento institucional y partidos políticos divididos, empezando por Morena.
No obstante, es de hacer notar la calamitosa estrategia de comunicación en el equipo del presidente para informar a tiempo y de manera correcta sobre el nuevo contagio. Presento unos breves apuntes que deberían considerarse.
Primero, en todo momento se debe hablar con la verdad sobre la salud de un mandatario, por más grave que ésta sea. Cuando se dio a conocer que el presidente cancelaba su gira por Yucatán, proveniente de su propia cuenta de Twitter, su vocero acababa de afirmar, dos horas antes, que no había cancelado su gira, en franca propósito de acallar rumores de su estado de salud, sobre todo, porque se temía que su padecimiento fuera un problema cardiaco.
Por fortuna, tanto AMLO como las leyes e instituciones mexicanas no buscan perpetuar a nadie, por eso no se entiende que los mensajes expuestos desde un inicio hayan sido fallidos y contradictorios. El que un mandatario enferme o incluso fallezca bajo una democracia, no debe ser una condición de secrecía, al contrario, es un derecho de la gente, a estar enterada de las vicisitudes y estar preparada de ocurrir una eventualidad inesperada.
Segundo, se debe establecer una comunicación clara y precisa. Al contrario, en este caso, actuaron como si estuvieran reservando la información de un dictador, donde lo único que importa es cuidar la continuidad del linaje en el poder. En esos regímenes, se les da ocultar, negar o mal informar los hechos por miedo a intromisiones indeseadas por las cúpulas.
Tercero, la descoordinación entre el equipo de comunicación fue notoria. El tuit que seguramente fue redactado por alguien cercano al mandatario, pero no de su equipo de comunicación, muestra claras inconsistencias, primero informa que salió positivo de covid, pero al mismo tiempo aclara que está al “100 del corazón”, sumando a las dudas de cuál fue su afectación real. Un presidente tan mediático y certero en sus narrativas, ha dejado más que evidente que no utiliza referencias como “amigas y amigos” cuando se dirige al pueblo, o una frase como: “de lejitos festejo”.
Sabemos que a la mayoría de los políticos les manejan su cuenta en redes sociales, pero ante un tema de salud se debe cuidar al doble las palabras que se pronuncian y los tiempos para no provocar justamente lo que sucedió: caos informativo y muchas dudas.
Todavía, al día siguiente de los síntomas del presidente, el lunes por la mañana, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, cometió otro error, y aquí agrego el punto cuarto a considerar, minimizar hechos que son de interés nacional. En la mañanera que él encabezó dijo que no tenía la parte médica, porque no era doctor. Y por otro lado dijo que en dos o tres días ya estaría de regreso. A estas alturas, cualquiera sabe que son al menos cinco días los que uno se tiene que resguardar cuando se contrae covid, independientemente de su gravedad.
Si Adán Augusto no tiene la capacidad para informar los sucesos médicos, entonces era necesario que el doctor que encabeza la salud del presidente hubiera salido a responder dudas sobre su estado de salud, la magnitud del contagio, qué síntomas tuvo y ha tenido, cuándo se pronostica darlo de alta, qué tratamiento va a seguir, etcétera... pero no, buscaron minimizar los efectos, y eso en un gobierno, no hace más que vulnerarlo. Hasta ayer martes, el secretario de Salud Jorge Alcocer, afirmó que toma paracetamol. ¿Por qué no desde un inicio?
Una quinta y última, coherencia en la información. El presidente ha subido videos casi de manera inmediata en las anteriores ocasiones que se contagió de covid. Ahora todo mundo espera ese video, para calmar las dudas y rumores. Quizá aún no pueda, seguramente lo hará en cualquier momento, pero de no hacerlo, nuevamente las sospechas de que se mintió sobre su salud, aparecerán en la escena mediática. Por lo pronto, ya se suspendió la Cumbre Regional contra la Inflación, por la enfermedad del presidente López Obrador, que estaba programada hasta dentro de 11 días. En verdad espero volver a ver al presidente en las mañaneras, desde donde sabe batear mejor.
El autor es periodista mexicano especializado en asuntos internacionales.