Trópicos

Marcelo y el efecto Andy

Vale la pena preguntarse si la propuesta de Marcelo Ebrard terminará siendo una jugada maestra, que le permitirá atraer nuevas simpatías de nichos morenistas radicales.

Marcelo Ebrard se está acostumbrando a dar la nota entre las corcholatas de Morena. Desde que decidió renunciar a la Secretaría de Relaciones Exteriores, ha sido el candidato que ha marcado la agenda, impuesto los ritmos y manejado mejor los reflectores mediáticos.

Quienes nos dedicamos a esto, estamos ávidos de suscribir lo diferente, y no sólo el día a día de los monótonos recorridos, siempre sonrientes, siempre espléndidos. En una campaña la teatralidad debe ser rebasada por el mensaje oportuno y bien colocado.

En busca de la candidatura, dar la primicia diaria podría considerarse un asunto prioritario, así como un detonante para consolidarse en las preferencias de los votantes. Para efectos de la contienda interna de Morena, la estrategia electoral cobra vital importancia, ya que durante 70 días tienen que impactar en determinado sector de la sociedad, a ese a quienes se les encueste, y no a quienes asistan a las urnas.

Marcelo lanzó el lunes una bomba mediática al anunciar que creará una nueva secretaría, la de la cuarta transformación, y que sumaría a Andrés Manuel López Beltrán, hijo del presidente, para que la dirija. La propuesta, a bote pronto, sorprendió a propios y a extraños, porque esa idea no estaba presupuestada para un candidato con el perfil que ha reflejado Ebrard.

Menos sorpresa hubiera causado si quien la pronunciaba hubiera venido del bando de los considerados radicales: Claudia Sheinbaum o Fernández Noroña. Las críticas habrían sido distintas, incluso más severas para ella y él, porque ratificaría el supuesto control que en ellos ejerce el titiritero.

Pero que proviniera de Marcelo, podría decirse que se trataba de un mal chiste, porque fue propuesta de alguien que ha logrado colocarse las etiquetas de moderado, progresista y contar con una agenda propia, lo cual le ha canjeado muy buenas simpatías entre diversos sectores económicos, políticos y sociales, tanto nacional como internacionales.

Pero al mismo tiempo, también se le ha identificado como el no favorito del inquilino de Palacio Nacional, lo cual le ha impactado negativamente entre el sector duro de los simpatizantes del presidente López Obrador.

Por ello, lo que hizo el excanciller de crear una secretaría con las siglas de la 4T y sumar al hijo del presidente, parece tratarse, más bien, de una estrategia que le acerque a ese cinturón social proclive a aplaudir casi incondicionalmente a Sheinbaum, al considerarla la sombra de Obrador, es decir, su favorita… y no sólo la de él, sino de toda su familia.

Seguramente, Marcelo sorprendió no sólo al hijo, sino al padre también. Por ello vale la pena preguntarse si su propuesta terminará siendo una jugada maestra, que le permitirá atraer nuevas simpatías hasta ahora enquistadas en nichos morenistas radicales, sin que, al mismo tiempo, pierda lo ya obtenido entre sectores moderados; o será una pifia que lo mande a tierra de nadie. Poco a poco se irá viendo cómo conectó esa idea con los sectores, pero se debe entender que ahora su prioridad está en ganar la encuesta interna, si es que ésta se desarrolla como ha prometido el presidente, de forma transparente y sin meter las manos.

Lo que sí es un hecho es que Ebrard, con su extraña apuesta, ganó nuevamente atraer consigo el efecto mediático. Logró concentrar la conversación, el debate en redes sociales, noticieros, columnistas, clase política y sociedad.

Tal fue el impacto que Andy, como se le conoce al hijo de López Obrador, y actualmente empresario chocolatero, respondió inmediatamente y le aclaró que tiene el “compromiso familiar de no intervenir o participar en política y mucho menos en el proceso de sucesión presidencial”.

Este nuevo adelanto de Marcelo tuvo doble efecto, primero porque acerca a la familia presidencial a su proyecto, bajo el mensaje de que él también está comprometido con el proyecto de la 4T, pero sobre todo, porque desactivó los apoyos de miembros de la familia presidencial hacia las corcholatas rivales, al menos de forma pública.

Ese hecho es relevante, ya que la posibilidad de que alguien tan cercano al presidente levante el brazo a alguno de los candidatos podría ser definitivo en la contienda entre los punteros. Marcelo lo desactivó y hasta se dio el lujo de responder “muy razonable su posición, no podría tomar partido ahora”, en referencia a la misiva de López Beltrán.

Tal fue la inquietud, que obligó en la mañanera de ayer al presidente López Obrador a sumarse a la postura de Andy, al afirmar que tanto sus hijos como su esposa se mantendrán al margen del proceso interno de Morena. ¿Usted dígame si no fue un efecto contundente el anuncio de Ebrard, aunque más de uno hayan levantado ambas cejas?

Además, también es de considerar que esta bomba la soltó, estratégicamente, el primer día en que iniciaron los recorridos de las corcholatas. No fue una ocurrencia, fue un plan perfectamente estudiado. Pero en política, como en la guerra, las estrategias a veces dan las victorias, pero también pueden significar derrotas. Pronto lo sabremos, mientras tanto en próximas columnas analizaremos las decisiones en campaña, de los otros interesados de llegar a la silla presidencial en 2024.

El autor es periodista mexicano especializado en asuntos internacionales.

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