Parece extraña la combinación que está pretendiendo imponer Morena en lo que será la principal mancuerna para movilizar el voto en 2024: la correspondiente a la candidatura presidencial encabezada por Claudia Sheinbaum, y la que cocinan sobre la figura de Omar García Harfuch en la Ciudad de México, que aunque se encuentra fuera de toda nomenclatura guinda, está llena de sabores explosivos como el pragmatismo, carisma y un pasado de cuestionables alianzas y procederes.
Claudia Sheinbaum es quien eligió al exsecretario de Seguridad en la Ciudad de México para ser el candidato, dándole la espalda a ese sector al interior de Morena, llamado los “radicales”. Se sienten traicionados, pues consideran que Clara Brugada debe ser la sucesora natural. El mismo Fernández Noroña, flamante vocero de Sheinbaum, ha criticado el proceso interno para elegir al abanderado para gobernar la CDMX.
De esta forma, estamos ante la segunda gran disyuntiva dentro de Morena rumbo al proceso electoral de 2024. La primera fue a partir de un desaseado proceso interno que dejó fuera a Marcelo Ebrard, quien cada vez más asume su rol como opositor y una paciencia camaleónica que lo lleva a vestir colores naranjas.
Los daños ocasionados al interior de Morena, tras la imposición de Sheinbaum, aún son difíciles de cuantificar, pues está en curso el impacto si se celebra el destape de Ebrard en Movimiento Ciudadano; mientras tanto, se comienza a abrir otra brecha que definirá a la candidata o candidato que competirá por la Ciudad de México.
Para nadie es un misterio que Sheinbaum se siente más cómoda con un aliado como García Harfuch, que con una candidata como Clara Brugada, quien tiene su propia red electoral, autonomía y una historia de liderazgo basada en el trabajo político de campo. No obstante, la exjefa de Gobierno, siguiendo los pasos de López Obrador, ha entendido que, para ganar, debe echar mano del pragmatismo en lugar de la coherencia ideológica. Para conquistar el poder no importan apellidos, principios o un buen pasado. Lo que realmente importa, es conquistar el voto a como dé lugar.
No obstante, aún faltan por concretarse ciertos amarres que definan quién será la mancuerna de Sheinbaum. Por un lado, la presión de los radicales se incrementa; apenas el pasado fin de semana vimos a Paco I. Taibo II mostrar su apoyo a la iztapalapense Brugada. También se sabe que López Obrador tiene simpatías de antaño por Clara, y aunque su nombre ya no aparecerá en la boleta electoral, sí puede fortalecer desde las mañaneras a quien considere su opción, redefiniendo equilibrios y hacer que la ruleta se acomode a favor de Brugada.
Sheinbaum juega con la historia en contra, recordemos que en 2021 perdió la mayoría en la Ciudad de México, esa inconcebible derrota aún la lleva a cuestas, por lo que para seguir subsistiendo, se ha valido de su lealtad ciega a López Obrador, y al mismo tiempo, saberse subir en la popularidad de su mentor como la continuante de su legado: ella será López Obrador, seis años más.
Recordemos que aún está en duda su capacidad como candidata. ¿Qué tanto logrará aguantar una carrera de fondo? Lo que hemos visto hasta ahora es apenas un preámbulo de lo que nos espera, recordemos que en noviembre dan inicio oficialmente las precampañas y la verdadera visibilidad de las y los candidatos está por asomarse.
La Ciudad de México también será la apuesta principal de la oposición. Ellos apuntalan hacia la clase media capitalina como uno de sus alicientes. También porque Xóchitl Gálvez ha logrado consolidarse en la ciudad como un activo de conquista electoral que dará importantes dividendos a su alianza.
Ella será el principal motor en la CDMX, vamos a esperar a quién define el Frente Amplio por México como su candidato o candidata, pero por el momento, dentro de los seis que ya fueron palomeados: Santiago Taboada y Lía Limón, del PAN; Adrián Rubalcava y Cynthia López por el PRI; y Luis Espinosa o Nora Arias, del PRD, no se observa un cuadro que de primera instancia indique que vaya a impactar sustancialmente en las preferencias, son perfiles medianos o bajos que tendrán que trabajar mucho para crecer.
A pesar de las inconsistencias ideológicas de Morena, que desde hace mucho dejó de ser un movimiento de izquierda, el impacto de García Harfuch en la escena mediática es ya considerable, incluso dentro de opositores y clase media crítica al presidente. Este aliciente aún lo debe Clara Brugada, quien mantiene altos niveles principalmente en sectores populares de la capital.
Pero veremos, porque García Harfuch, arrastra, como si fuera caspa en un joven candidato, su pasado relacionado con la verdad histórica sobre la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. Su papel de policía bueno se ha ensombrecido con un historial que lo sitúa como un aprendiz de García Luna, principal némesis de López Obrador, y a quien le ha dedicado decenas de mañaneras para hablar mal de ese grupo como el principal de la “mafia del poder”. Aunque, como ya vimos, pragmatismo mata ideología, y en mañaneras recientes, López Obrador ha defendido a García Harfuch, lo que significa que se puede estar inclinando la balanza y al mismo tiempo, está en marcha la segunda etapa de división al interior de Morena.
El autor es periodista mexicano especializado en asuntos internacionales.