El nuevo episodio de guerra entre el grupo terrorista Hamás, que controla la franja de Gaza desde 2007, e Israel, está contribuyendo a un cambio profundo de las relaciones internacionales que comenzó a detonarse, apresuradamente, desde hace más de un año con el inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania.
Nuevamente inició el conflicto armado, un sector político-ideológico contario a los intereses de Occidente. Esto significa que desestabilizar regiones donde confluyen intereses prooccidentales, en este caso en referencia a Israel, está implicando que países musulmanes buscan sumarse al juego de poderes en la conquista de la escena global.
Más allá del contexto histórico entre palestinos e israelíes y los miles de muertes civiles que mutuamente han ocasionado desde 1947, lo que observamos es una confluyente reconfiguración entre potencias, que siguen buscando aminorar la hegemonía estadounidense mantenida durante la segunda parte del siglo XX y parte del XXI; hasta que primero China irrumpió como potencia global, y después Rusia, que mantiene una cruzada para imponer su fuerza entre países exsoviéticos.
Desde esa irrupción de China y Rusia, por un lado, y otros países como India, y en ciernes Indonesia, está en marcha un mundo multipolar, y el surgimiento de bloques que buscan construir una nueva mecánica de pesos y contrapesos, como los BRICS, y otros, patentada por fundamentalismos religiosos, que en nombre de Dios o de una ideología a partir de un Estado autocrático, buscan convencer a sus gobernados de que hay otras formas de gobierno, mejores que las democracias, cuando lo que buscan, estas últimas, es satisfacer los intereses radicales de unos cuantos.
Pero difícilmente, quienes buscan desestabilizar democracias, alentando a grupos terroristas, van a lograr sus objetivos. Podrán exacerbar a sus fieles y hacerles creer que sus cruzadas son por motivos justos, pero atacar a la sociedad civil para que el mundo los volteé a ver, simplemente sentencia su fracaso, a pesar del terrible daño que ocasionan. Hamás, grupo terrorista, practica lo opuesto a Yasser Arafat, quien siempre buscó negociar la paz.
Cuando ganó el Premio Nobel de la Paz en 1994, fue por “sustituir el odio por la cooperación”. Aun con imperfecciones, Arafat intentó lograr acuerdos de paz y conciliar ideologías difíciles de empatar. Nadie niega el sufrimiento sistemático del pueblo palestino, pero reivindicar su lucha bajo acciones terroristas, respaldadas por potencias medias es y debe ser condenado unánimemente. Hamás, además, ha matado y secuestrado, en esta última incursión armada, a personas de al menos 10 nacionalidades distintas, entre ellas mexicanos.
Sabemos que grupos terroristas como Hamás subsisten a través de financiamiento y apoyo militar desde países que buscan desestabilizar a Occidente. Para muchos gobiernos, la generación de crisis es el caldo de cultivo para posicionarse, o al menos para que no lo hagan los demás. Alentar el subdesarrollo es parte de la continua manipulación ideológica de los más vulnerables.
Desde esta trinchera se han asomado intereses, por un lado, de Rusia, Irán, Siria, Líbano; y del otro lado de la moneda, se congregan Estados Unidos y Europa, que en este caso buscan armar tanto a Ucrania, y ahora a Israel para defender los intereses de este bloque.
América Latina ha desatado intereses encontrados. Los casos más sonados son los de Venezuela, Colombia y México.
Nicolás Maduro acusó de genocidio a Israel en la franja de Gaza. Por su parte, el Consejo Judío Mundial calificó de “insulto” los comentarios de Gustavo Petro por apoyar la causa palestina sin condenar los ataques terroristas de Hamás.
Algo parecido sucedió en México, cuando la embajada de Israel se inconformó con el presidente López Obrador por no condenar, en su conferencia mañanera del lunes pasado, de “manera contundente los actos barbáricos perpetrados” por Hamás, y porque no “haya adoptado una postura más enérgica y decidida ante esta situación”.
Paralelamente, el bloque occidental encabezado por Estados Unidos, y seguido por Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, firmaron un comunicado conjunto donde condenan el terrorismo de Hamás, y al mismo tiempo legitiman las “aspiraciones de la gente palestina”. Para ello se coordinarán, y de esta forma asegurar que el gobierno israelí se pueda defender.
Nos involucramos en otra guerra regional, con alcance mundial. Pero primero debe quedar claro que el terrorismo, bajo cualquiera de sus manifestaciones o demandas, no puede ser aceptado ni justificado, y que quien lo impulse o sustente, está condenado a fracasar en desarrollar sociedades íntegras y en paz.
El autor es periodista mexicano especializado en asuntos internacionales.