Las masacres se han normalizado en México y esto se debe, no solo a que sucedan frecuentemente, sino a que el gobierno federal ha intentado minimizar una realidad que resume la fallida estrategia en seguridad, implementada por el presidente López Obrador.
No solo la empequeñece, politiza otros problemas y los relativiza, todo ello porque su obsesión es no perder el control en el plano electoral. Sabe que el país está sumido en varias promesas incumplidas en cuanto a inseguridad, crecimiento económico, igualdad social, sistema de salud, impunidad, corrupción, etcétera, y que incluso se han agudizado en este sexenio. Por ello acusará al pasado, a la oposición y a los medios de comunicación hasta el último día de su gobierno, pero sobre todo rumbo a la elección de 2024.
De la mano de la expansión territorial de grupos criminales, los homicidios suman más de 174 mil en lo que va del sexenio, según la organización T-Research International. Esto supone una cifra nunca alcanzada, anteriormente, a pesar de que aún faltan 10 meses de un gobierno ausente y sin brújula, al que se le ha salido de control el empoderamiento de los grupos delictivos.
Lo sucedido en Salvatierra, Guanajuato, no deja lugar a dudas, de que los mexicanos morimos a partir del capricho de los criminales. Quién podría imaginar que al celebrar una posada, en un contexto totalmente ajeno a la violencia, jóvenes iban a vivir un infierno, al pasar del gozo al exterminio, donde asesinos irrumpirían a matarlos al azar y sin misericordia a menores de edad y adolescentes sin ninguna razón y sin importar el sexo.
México amaneció el domingo pasado con miedo y dolor, con indignación y coraje, una vez más, porque entendió que a la ciudadanía, no hay gobierno que la proteja.
Días antes, en Celaya, Guanajuato, cinco jóvenes estudiantes de medicina fueron ultimados por el crimen organizado. Las pruebas toxicológicas determinaron que no había sustancias ilegales en los cuerpos de los jóvenes. A pesar de ello, el presidente López Obrador, usando una narrativa indignante, por decir lo menos, los culpó de su propia muerte, porque, según él, consumían drogas.
No solo es un grave error comenzar a usar ese discurso, no solo porque victimiza a quienes han sido asesinados sin prueba alguna de que consumían drogas, sino también, porque busca impedir el rechazo social al crimen organizado; a cambio, culpa a los consumidores de los homicidios y masacres que sufre México. La facilidad e impunidad con que el crimen organizado ejecuta matanzas, se debe a que tiene al Estado mexicano maniatado.
El lunes pasado, en su mañanera, López Obrador volvió a mencionar el asunto relacionado con el consumo de drogas, como consecuencias de que hayan sido asesinados los jóvenes, dijo textual: “Guanajuato requiere de un trato especial, lo hemos venido diciendo. Ya son varios casos así. Y es un problema estructural y de fondo, algo que se dejó crecer por distintas circunstancias, factores. Es de los estados, y no todo el estado de Guanajuato, sino esa franja, con más consumo de droga en el país”. En ningún momento responsabiliza al empoderamiento de los cárteles, sino a los consumidores.
Guanajuato es un estado, al igual que otros, en franca descomposición social por la capacidad que ha tenido el crimen organizado de involucrarse y someter a todas las estructuras de la sociedad, desde la política-empresarial, la educativa, burocrática, comercial e informal… y por supuesto se aprovecha de la ausencia total de coordinación entre los tres niveles de gobierno, todos corresponsables de estos lamentables hechos. No obstante, en ningún momento va a ser justificable la muerte de inocentes a manos del crimen, incluso si consumieran droga.
Las Fuerzas Armadas están priorizando la realización de obras del gobierno federal, en lugar de combatir a fondo al crimen organizado. Y digo Fuerzas Armadas, porque no quedan más cuerpos civiles capaces de hacer frente a grupos fuertemente armados, con mucho dinero, además de apoyo social y político. A la Guardia Nacional, solo se le cambió el nombre, pero sigue siendo una estructura deficiente, limitada y sin profesionalizar.
Así como el gobierno de López Obrador es responsable de combatir a los grupos del crimen organizado que realizan estas masacres, también el gobierno de Guanajuato es igual de corresponsable en dejar crecer con absoluta impunidad a estas estructuras de la muerte.
Casos de masacres y homicidios, desaparecidos, feminicidios, son un asunto del día en México, tan normalizado, que demuestra la putrefacción en materia de inseguridad que vive nuestro país. Una sociedad captada por la violencia en los 32 estados del país, y un presidente que sigue apostando por la increíble estrategia de “abrazos, no balazos”, mientras los criminales siguen repartiendo metralla, violencia y dolor a miles de inocentes.
El autor es periodista mexicano especializado en asuntos internacionales.