Trópicos

Dados cargados en Medio Oriente

A Estados Unidos siempre le ha preocupado que Irán aumente su influencia en Irak y Siria, la cual iba creciendo. Pero, cuando Trump decidió matar a Soleimani, también mandó el mensaje de que ellos son los que mandan en esa zona.

El autor es periodista mexicano especializado en asuntos internacionales

Pareciera que los países que conforman Medio Oriente están destinados a retroceder. Después de evaluar los últimos acontecimientos ocurridos en Irak e Irán a inicios de año, seguimos observando que su riqueza energética contrasta con su debilidad institucional. Su grandeza cultural no concuerda con su desarrollo social. Sus sistemas políticos se extravían en un laberinto, alejándose cada vez más de la construcción de caminos hacia la democracia.

No se trata de sucesos fortuitos o al azar, la historia no se desarrolla sola. Siempre hay manos detrás que la delinean. Durante muchos años, han existido gobiernos de otras regiones del mundo que han contribuido a que sus territorios sufran guerras, terrorismo, migración, pobreza y una codependencia que deja las puertas abiertas a la injerencia de intereses, encabezados por gobiernos estadounidenses y rusos.

El pasado 3 de enero el gobierno de Donald Trump disparó misiles dirigidos a través de drones hacia una caravana de autos que salían del aeropuerto de Bagdad. El blanco principal fue el general iraní, Qasem Soleimani. Ese hecho no sólo movió las placas tectónicas de la geopolítica en Medio Oriente, también salieron a las calles de Teherán millones de iraníes repudiando el asesinato.

Soleimani fue uno de los grandes estrategas en la guerra entre Irán e Irak en la década de 1980. Obtuvo gran prestigio al encabezar misiones de reconocimiento en territorio enemigo. Posteriormente fue letal al combatir células terroristas del Estado Islámico en Siria e Irak, permitiéndole expandir la influencia de Irán más allá de sus fronteras.

De esta manera se convirtió en el militar de mayor influencia dentro del régimen político-religioso que encabeza el omnipresente ayatolá, Alí Jamenei. Pero al mismo tiempo, se volvió una obsesión del gobierno estadounidense por deshacerse de él. Era un jugador estratégico y exitoso en la región, por lo tanto interfería con los intereses expansionistas de Washington.

A Estados Unidos siempre le ha preocupado que Irán aumente su influencia en Irak y Siria, la cual iba creciendo. Esta ascendencia podría permitir a Teherán y a sus aliados mayor control de los recursos energéticos del Golfo Pérsico, acceso directo al Mar Mediterráneo e influencia política y comercial sobre países islámicos del norte de África.

Cuando Donald Trump decidió matar a Soleimani, supuestamente por ser una amenaza a la seguridad de los Estados Unidos, también mandó el mensaje de que ellos son los que mandan en esa zona.

Irán respondió a la muerte de su general con misiles dirigidos a bases militares estadounidenses en Irak. Pero lo sorpresivo vino después, cuando Estados Unidos en lugar de responder con más violencia, el gobierno de Donald Trump decide "abrazar la paz", y como castigo imponer nuevas sanciones económicas. Rusia tampoco quiere una guerra y Trump lo sabe.

Irán no representa una amenaza militar para los Estados Unidos, pero sí es un contrapeso a los intereses geopolíticos de Washington en la región. Si estos se debilitan, entonces Rusia y China crecen no sólo en lo que fue el imperio persa, sino también en el mundo.

Recordemos que antes del triunfo de la Revolución iraní, Gran Bretaña y Estados Unidos apoyaban al shah Mohammad Reza Pahlavi. Pero al imponerse la revolución bajo el liderazgo del ayatolá Jomeini, no sólo dislocó la alianza con occidente, sino que se establecieron nuevas relaciones, principalmente con la Unión Soviética y que hasta la fecha se han mantenido, ahora con la Rusia de Vladimir Putin.

Paralelamente, Estados Unidos aprovechará uno de los mayores errores cometidos por el gobierno de Irán desde 1979 para debilitar al régimen de Jomeini, después de que militares iraníes derribaran un avión de la empresa Ukrainian Airlines el pasado 8 de enero, ocasionando la muerte de casi 180 personas de varias nacionalidades.

Las protestas multitudinarias en Teherán no se hicieron esperar. La gente incluso ha pedido la renuncia del ayatola Jomeini y del presidente Rohani. Cambiaron drásticamente las preferencias de las manifestaciones: de las críticas al gobierno de Estados Unidos por la muerte de Soleimani, a las protestas contra el gobierno de Teherán, por el derribo de un avión civil.

A Estados Unidos le conviene que la región siga anclada en la inestabilidad política y social y así fijar a los ayatolas como el nuevo enemigo a vencer. En unas semanas inician campañas electorales y el conflicto con Irán será parte esencial del discurso del presidente Donald Trump para buscar su reelección, y seguramente buscará obtener importantes dividendos.

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