Trópicos

Hacia una nueva guerra fría

En los últimos meses surgió una evidente confrontación entre China y Estados Unidos por conquistar una serie de objetivos para apuntalar su liderazgo en la época pos-Covid.

El autor es periodista mexicano especializado en asuntos internacionales .

Observamos una reconfiguración en las potencias mundiales a partir de la devastadora crisis ocasionada por el virus del Covid-19. Las placas tectónicas de las relaciones internacionales se mueven a gran velocidad, por un lado se ven amenazadas prácticas como el multilateralismo, pero por el otro, está resurgiendo una sociedad global más desafiante.

El nuevo orden obligará a renovar las instituciones internacionales, a reestructurar viejos acuerdos comerciales, a buscar nuevas alianzas entre naciones, a obtener la autosuficiencia alimentaria y energética, además de destinar más presupuesto a los ejércitos.

En los últimos meses surgió una evidente confrontación entre China y Estados Unidos por conquistar una serie de objetivos para apuntalar su liderazgo en la época pos-Covid, aún indeterminada. China quiere ser la primera economía del mundo y considera que éste puede ser el momento óptimo. Estados Unidos por su parte, desea seguir siendo el país dominante.

Después de la Guerra Fría y la desaparición de la Unión Soviética, transitamos de un mundo bipolar a uno unipolar liderado por Estaos Unidos. Logró una expansión ideológica más allá de sus fronteras, mayor poder militar, la economía más grande del mundo y desarrollar su capacidad de cohesión política. Es decir, dominaba los cuatro pilares del poder. Pero para finales del siglo XX e inicios del XXI se fortalecieron otras naciones y regiones, lo que permitió transitar a un orden multipolar y forzar a nuevos equilibrios y contrapesos.

China, bajo la presidencia de Deng Xiaoping, impulsó un exitoso plan económico en los años 80, que empujó a la transformación del país y sacar de la pobreza a más de 700 millones de personas e impulsar un crecimiento económico del 10 por ciento del PIB entre 1990 y 1997. Rápidamente se puso al acecho de Estados Unidos.

El resurgimiento de Rusia se dio después de que asumiera el poder Vladimir Putin, quien dejó atrás la relación complaciente forjada entre occidente y Boris Yeltsin. De esta manera impulsó su propia estrategia que lo llevó a recuperar la influencia perdida. Reivindicó el orgullo ruso a partir de exacerbar su poder geopolítico. Por su parte, la Unión Europea consolidó un modelo político-social que causó admiración, erigiéndose como un gran Estado con múltiples naciones y cuya moneda se convirtió, rápidamente, en una de las de mayor confianza en los mercados financieros globales.

Recordemos que una de las peculiaridades innatas de las potencias es buscar expandir su influencia más allá de sus regiones geográficas, apuestas que Estados Unidos, China, Rusia y la Unión Europea han buscado incansablemente, pero que no todos lo han conseguido con éxito.

Mientras Rusia (anexión militar de Crimea) y la Unión Europea (Brexit) han perdido influencia a nivel regional en la últimas dos décadas, Estados Unidos ha apuntalado sus zonas de influencia. En plena crisis busca una alianzas con Gran Bretaña y reposicionarse en Medio Oriente con su acuerdo de paz con los talibanes (quién lo iba a decir); por su parte China aprovecha la fragilidad de la economía global para seguir profundizando su predominio en los cinco continentes. Recordemos que será, junto con India, las únicas naciones que no registrarán caídas negativas en sus respectivos PIB en este 2020.

Todos estos factores han abierto nuevas ventanas de oportunidades para que China y Estados Unidos se posicionen como los líderes globales, pero entre ellos aún permanece la disputa por el primer lugar. Pero el cascabel lo colocó Wang Yi, ministro de Relaciones Exteriores chino, al alertar el domingo que están "al borde de una nueva guerra fría". Esta palabra alerta de la inestabilidad internacional que enfrentaremos en los próximos años. Se han enfriado las relaciones entre las naciones y de reojo se miran escépticas y precavidas.

La competencia por obtener la vacuna contra el Covid-19 es una de las principales obsesiones entre ambas potencias. Quien la desarrolle primero logrará el predominio científico, y también en la innovación tecnológica. Al respecto, los pilares de la expansión ideológica y de la cohesión política, que mencioné al inicio de este texto, les permitirá aumentar su predominio global, además de que su bandera sea aplaudida alrededor del mundo.

Hasta el momento, Jinping ha demostrado ser mucho más astuto que Trump y ha aprovechado las pifias constantes del mandatario estadounidense en cuanto al manejo de esta crisis. Hoy en día, mientras China prepara su recuperación, Estados Unidos aún navega en el temporal de los millones de contagios y muertes.

La semana pasada la nación asiática celebró su multitudinaria XIII Asamblea Popular Nacional donde relanzaron sus 'seis frentes' para salir adelante, enfocados en el empleo, sector financiero, comercio exterior, inversión extranjera y doméstica, así como un rubro ambiguo pero interesante, las expectativas. Fue transmitido a nivel nacional para dejar un mensaje a toda su gente: hemos controlado al nuevo coronavirus.

Paralelamente, Estados Unidos vive una atípica campaña electoral bajo cifras de desempleo que asustan y una sociedad que se impacienta al ver que su presidente se va a jugar al golf mientras el candidato demócrata reaparece después de dos meses de ausencia para celebrar, paradójicamente, el Día de los Caídos.

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