Trópicos

Los clavos de su cruz

Qué pasa cuando esos servidores públicos, a los que se les otorga un liderazgo, hacen lo contrario de lo que su equipo necesita y en lugar de estar ahí, deciden salir de vacaciones.

Periodista mexicano especializado en asuntos internacionales .

El liderazgo se conquista a partir de acciones efectivas que conducen a buen puerto el destino de a quienes se representa. Cuando se cae en acciones contradictorias, individualistas y poco convincentes, se resquebraja de manera inevitable ese liderazgo. Máxime, cuando una sociedad se debate entre la vida y la muerte.

Frente a las crisis, es cuando más se reconocen o repudian las acciones de un líder. Ese poder que ostenta un líder social, ganado u otorgado, cuando se ejerce, es un arte, que no todos saben entender, sobre todo cuando es evidente que sus actos se confunden entre sus propios intereses, el beneficio de una élite gobernante, y los intereses del pueblo.

Fue entendible, consistente y coherente, cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador decidió suspender su descanso de fin de año ante la etapa más cruda que vivía México, por el incremento de las muertes que deja la pandemia por Covid-19. A partir de su ejemplo, su equipo –inevitablemente el de salud– debió adoptar la misma postura, que además de liderazgo, les otorgaba autoridad moral.

No sólo se trataba de solidarizarse con quienes trabajan en la primera línea de batalla, sino porque es su obligación estar al frente de las vicisitudes y necesidades de la población afectada, sobre todo, mientras se registraba la segunda semana con más muertes desde que inició la pandemia en México, con cuatro mil 787 –del 28 de diciembre al 3 de enero; la peor semana fue del 22 al 28 de junio, que registró 36 fallecimientos más, según datos oficiales.

En este contexto, las declaraciones de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, fueron categóricas: "frente a la situación, imposible tomar un descanso". Su mensaje cimbró los oídos de más de un 'líder'. Sabemos que ella es una de las principales aliadas del presidente, y aunque se encuentra en otro nivel de gobierno, forma parte intrínseca de lo que Andrés Manuel López Obrador asegura vivimos: la cuarta transformación.

Aunque sin duda, ambos merecen vacaciones, decidieron quedarse en casa, ejemplo de empatía y compromiso. Además, y ante la batalla librada por las diferentes estrategias aplicadas para combatir el Covid-19, disputada entre Claudia Sheinbaum y los responsables de la salud a nivel federal, esta decisión evidenció, aún más, quién está haciendo mejor las cosas. Sheinbaum no sólo mostró su inconformidad por las decisiones de algunos, también dio a entender que además de saber gestionar, sabe gobernar.

En países de gobiernos democráticos fuertes, los funcionarios públicos saben valorar religiosamente sus funciones públicas, sus responsabilidades, compromisos y su lealtad a quienes trabajan para él y para el bienestar de su sociedad. De lo contrario, no caben en él.

Ejemplo explícito de lo que comento, sucedió en el gobierno canadiense, cuando Rod Philips, ministro de Finanzas de Ontario, renunció a su puesto, después de difundirse fotos de su viaje por el Caribe, mientras su país, al igual que México, se debate entre confinamientos de sus principales ciudades y recomendaciones de no salir de viaje. Simples e irresponsables contradicciones. Inmediatamente, y tras el error evidente, abandonó su cargo.

Viajar es una de las principales acciones que las autoridades en materia de salud han pedido a la población dejar de hacer, por la ola de contagios y muertes, que se configuró por el crudo invierno, el periodo vacacional y las fiestas decembrinas.

Incluso, el papa Francisco hizo un llamado urgente a no viajar. No sólo por la salud de todos, sino para mostrar solidaridad a los trabajadores de la salud que se encuentran desfalleciendo y muriendo por atender a los millones de pacientes enfermos de Covid-19, que desbordan los hospitales.

En paralelo, doctoras y doctores mexicanos, grabaron el fin de semana pasado un video suplicando: "¡Por favor, nosotros hemos dado todo por ti! Ahora, has algo muy simple, pero muy valioso: ¡Quédate en casa!". ¿Qué pasa?, cuando más allá de la sociedad, los responsables en el manejo de la pandemia no se quedan en casa, y deciden, contrariando todo el sentido de la responsabilidad, tomarse unas 'merecidas' vacaciones. ¿Cuánta credibilidad se pierde? A mi parecer mucha, por más que las redes sociales defiendan lo indefendible.

Qué pasa cuando esos servidores públicos, a los que se les otorga un liderazgo, hacen lo contrario de lo que su equipo necesita y piden: "estamos en la última parte de esta batalla monumental. Para ganarla, te necesitamos. Sin ti, corremos el riesgo de perderla". Y en lugar de estar ahí, deciden salir de vacaciones. Insisto, la autoridad moral, se pierde.

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