Trópicos

Migración, la sexta ola que se aproxima

Las caravanas están adquiriendo características de movimientos sociales, al reconocerse como trabajadores internacionales y sujetos a derechos internacionales.

El autor es periodista mexicano especializado en asuntos internacionales .

Los flujos migratorios serán uno de los grandes desafíos a nivel regional y global, pero muy en especial en Centroamérica, zona geográfica que se está convirtiendo en un laboratorio en cuanto a la conformación de caravanas migrantes, y que desde 2018 significó un fenómeno nuevo en el centro y norte del continente americano.

No sólo reflejan una durísima realidad causada por varios problemas que se habían acumulado. A esos problemas hay que sumar los provocados durante el último año por la pandemia. En este contexto se espera que impacte en el aumento de los flujos migratorios, quizá como nunca antes vistos. Además, las caravanas están adquiriendo características de movimientos sociales, al reconocerse como trabajadores internacionales y sujetos a derechos internacionales. Algo que puede impactar en las futuras formas de gobierno.

En 2018 se presentaron cinco caravanas. La primera caravana que se congregó en este ciclo multifactorial fue entre los días 12 y 13 de octubre de 2018 en San Pedro Sula, Honduras. Su conformación, entre otras cosas, fue motivada por la inicial política migratoria del presidente, Andrés Manuel López Obrador, al prometer que aplicaría una política de trato humanista a partir del libre tránsito, e incluso, la oferta de empleo a partir de los planes gubernamentales de reforestar amplios territorios nacionales y la construcción del Tren Maya en el sureste. Esa caravana transitó 4 mil 335 kilómetros hasta Tijuana, donde al llegar, presentaron un manifiesto político.

Trump dio un manotazo y en mayo de 2019 amenazó con imponer un arancel general al comercio con México si no frenaban la "migración ilegal". Una medida que entraría en vigor el 10 de junio con una tarifa inicial de 5.0 por ciento a todos los bienes importados desde nuestro país. Además, el expresidente estadounidense desafió que la tarifa iba a ir en aumento, mes con mes, hasta que se resolviera el problema.

Andrés Manuel reviró a su idea de libre tránsito y determinó frenar las caravanas en nuestra frontera sur. Pero tan sólo era el inicio de un brote de caravanas: el 20 de octubre salía, también desde Honduras, la segunda caravana migrante. El 29 y el 31 de ese mismo mes partieron dos más desde San Salvador. Una quinta desde varios departamentos de El Salvador. En total 7 mil migrantes buscaron llegar a Estados Unidos y un nuevo fenómeno se presentaba entre el Triángulo Sur y Norteamérica.

Después llegó la pandemia, y todo se reconfiguró: las caravanas se vieron frenadas por el cierre de las fronteras y, por supuesto, por los contagios por Covid-19. No obstante, los problemas que se han generado en el último año: desempleo, pobreza, desigualdad, violencia… han prendido las alertas de México y Estados Unidos. Se prevé un aumento sustantivo de migrantes, en caravanas o bien a partir del paulatino flujo migratorio que se le conoce 'por goteo'.

Por ello la relevancia de la reunión sostenida entre las delegaciones de México y Estados Unidos el día de ayer. La presencia de Roberta Jacobson, encargada especial para la frontera sur, junto con el enviado especial para el Triángulo Norte de Centroamérica, Ricardo Zúliga y Juan González, director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad, despiertan buenas expectativas. Al parecer entendieron que debe ser una respuesta de manera integral y conjunta, donde el desarrollo de las sociedades es el único camino para frenar las caravanas y la masiva migración.

No será fácil delinear estrategias sin que se impongan los intereses de Estados Unidos y las prioridades que ellos definan. No obstante, el trato que le está dando Joe Biden, a diferencia de Donald Trump, despierta el buen ánimo para resolver una situación que nunca dejará de existir, pero que sí se podrá controlar.

Han existido varias olas migratorias entre México y Estados Unidos, la primera fue en 1890 impulsada por el recibimiento de Estados Unidos a trabajadores agrícolas temporales. La segunda ola fue en 1930 después de la Gran Depresión, que fue un fenómeno de retorno, es decir, que los mexicanos regresaron a su país a partir del desempleo que imperó en Estados Unidos.

La tercera ola fue a partir de la implementación del Programa Bracero y el fin de la Segunda Guerra Mundial. La cuarta ola fue en 1954, muchos regresaron a sus lugares de origen después de que concluyera el Programa Bracero, pero muchos se quedaron en Estados Unidos para seguir trabajando en otras áreas, sobre todo en la construcción. La quinta ola se detonó a partir de 1985 y a esta ola se integraron migrantes provenientes de Centroamérica.

Estamos por vivir la sexta ola, aunque la magnitud y la fuerza dependen en gran medida de los resultados obtenidos en la reunión bilateral de ayer entre México y Estados Unidos, pero sobre todo, que los acuerdos adquiridos sean en beneficio de las sociedades más desprotegidas y no en la criminalización del migrante, y mucho menos, en la creación de muros físicos o políticos hacia ellos.

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