MIAMI, Florida.- De ahora en adelante, no habrá tregua.
Comenzó la guerra Biden-Trump, que tendrá una escala en los comicios de noviembre de este año y su desenlace en la elección presidencial de 2024.
En su discurso del jueves, con motivo del primer aniversario del asalto al Capitolio, el presidente Biden rompió su autoimpuesto silencio respecto a Trump.
No fue un exabrupto, sino parte de una estrategia. En 16 ocasiones se refirió al “expresidente”, y no lo había hecho nunca.
Lo señaló como un peligro para Estados Unidos.
Fue uno de los discursos de política interior más duros e importantes que haya pronunciado un mandatario de este país.
Biden no rehuyó el encontronazo con Trump porque su partido corre el riesgo de llegar con las manos vacías a las elecciones de este noviembre, que renovarán parte del Senado y la totalidad de la Cámara de Representantes.
¿No me vas a aprobar nada en el Congreso para el programa de infraestructura social?
¿Ni siquiera recursos para ampliar la cobertura de los servicios de salud? ¿Ni para vivienda? ¿Ni para niños de familias de bajos ingresos? ¿Ni gratuidad en los colegios comunitarios? ¿Ni presupuesto para acelerar la transición a energías limpias? ¿Ni reforma migratoria?
Hazlo, pero voy a arrastrar tu cabeza por todo Estados Unidos. Ésa es, a mi parecer, la estrategia de Biden.
Atacar a Trump (al que siempre mencionó como “expresidente”) en 16 ocasiones en un discurso en el Capitolio, luego de no haberlo señalado jamás desde que tomó posesión, es una declaración política razonada y medida, parte de una estrategia.
Trump respondió ese mismo día a Biden con una declaración, pero lo importante es lo que ya ha venido tejiendo como dueño del Partido Republicano, para perfilar su candidatura a la reelección.
El 23 de febrero hará un foro en su complejo vacacional Mar-a-Lago, en Palm Beach, bajo el nombre de Make America Great Again, Again!
Consiste en una jornada de discursos de los candidatos apoyados por Trump, y la asistencia de donantes de dinero a la fundación del expresidente.
Esa noche, quienes hayan recolectado de 350 mil dólares para arriba, podrán entrar a una cena a la que asistirá Trump.
Durante el primer semestre del año pasado, Trump recaudó más de 100 millones de dólares que le sirvieron para apoyar candidatos y adueñarse del Partido Republicano.
Sí, adueñarse.
Este jueves 6 de enero, a la conmemoración del primer aniversario del asalto al Capitolio, se presentó un antiguo político republicano del ala dura, que fue azote de los demócratas y llegó a ser vicepresidente del país, Dick Cheney.
“Vengo a respaldar a mi hija”, dijo el viejo republicano que ahora disiente de su partido, porque cree en la democracia y en la Constitución.
Y su hija, la representante Liz Cheney, que votó en favor de calificar la elección de Joe Biden –por lo que ha recibido amenazas de muerte–, declaró a la prensa, al lado de su padre: “Un partido que está esclavo del culto a una personalidad, es un partido peligroso para el país”.
Porque así lo quiso Trump y lo refrendó en los hechos la mayoría de sus legisladores, en la arena política de Estados Unidos no hay sitio para dos.
Es uno u otro. Biden o Trump.
Si Biden no lo acaba, será el perdedor.
Las palabras del presidente el jueves pueden pasar a la historia, si es que gana la guerra.
Dijo en el Capitolio que Trump “ha creado un entramado de mentiras sobre las elecciones de 2020, y lo ha hecho porque pone el poder por encima de los principios”.
Lo ha hecho “porque cree más importante su interés personal que el de un país”.
Lo ha hecho “porque su ego herido le importa más que nuestra democracia o nuestra Constitución”.
Desde que tomó posesión, hasta el día de las elecciones, Trump dijo 29 mil 508 mentiras o afirmaciones engañosas, de acuerdo con el conteo del Washington Post.
“¿Vamos a ser una nación que acepta la violencia política como norma?”.
“¿Vamos a ser una nación que permite a funcionarios electorales, partidistas, anular la voluntad legalmente expresada por los ciudadanos? (en estados clave los legisladores republicanos han puesto partidarios en cargos que les dan control electoral)”.
“¿Vamos a ser una nación que no se guía por la luz de la verdad, sino por la sombra de las mentiras?”.
“Por primera vez en nuestra historia, un presidente que perdió las elecciones trató de evitar la transferencia pacífica del poder, mientras una turba violenta irrumpía en el Capitolio, pero fracasaron. Fracasaron”.
¿Fracasaron? Ese día, sí. Pero nada está escrito hacia adelante.
Todo, y todo quiere decir todo, puede pasar en Estados Unidos.
Biden recogió el guante que le lanzó Trump, y habrá guerra.