Unos días en México no sólo sirven para hacer trámites personales, sino para abrir los ojos y la boca: qué manera de perder el tiempo, y el futuro, en la discusión por tonterías.
¿Cómo que van a traer médicos cubanos para atender en zonas de pobreza?
Páguenle a un médico mexicano la mitad de lo que le pagan a los médicos cubanos, y se cubren todas las necesidades de atención médica en la sierra de Guerrero o en la selva chiapaneca.
En México privatizaron los servicios médicos y se extrañan de que no haya atención en regiones marginadas.
Los privatizaron al cerrar el Seguro Popular, y 15 millones de mexicanos tienen que atenderse, a través de un pago, con médicos que estaban en el sector público.
Diecisiete mil consultorios médicos se han instalado en farmacias para atender a personas que tenían el Seguro Popular, y se los quitaron.
Y ahora traen médicos cubanos, a 77 mil pesos mensuales cada uno, para atender donde podrían hacerlo médicos mexicanos que han sido rechazados de las instituciones de salud.
Raúl Trejo Delarbre publicó el lunes un documentado artículo sobre el tema, en el que apunta que en 2021 se presentaron 50 mil aspirantes en el examen nacional para residencias médicas, y sólo hubo plazas para 19 mil. No es un tema de falta de capacidad, sino de insuficiencia presupuestal.
Para un médico mexicano, 16 mil pesos al mes, si bien le va y obtiene una plaza.
A los médicos cubanos, en cambio, se les pagan 77 mil pesos mensuales, que por cierto no ven, sino que se los queda el gobierno de su país que los explota para financiar una dictadura.
¿En qué locuras andamos metidos, cuando lo sensato sería construir un gran sistema de salud, de alta calidad y con sentido social?
Salvo que el gobierno tenga otros datos que indiquen que en Dinamarca también contratan médicos cubanos.
La inflación en México es un tema que tendría que estar en el centro de la discusión nacional. En un año, la canasta básica subió 15 por ciento. No hay apoyos sociales que solucionen los estragos de la inflación.
Y la discusión que el gobierno pone en el centro de la atención nacional, es un pleito con Estados Unidos porque no invita a una reunión a las dictaduras cubana y nicaragüense, y a la narcodictadura venezolana.
¿Dónde tienen la cabeza?
Para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos se necesita traer inversión, y nos peleamos con los principales socios comerciales de México, donde están los mayores inversionistas del mundo.
Y nos confrontamos con Estados Unidos por temas que no son de principios, sino de simpatías políticas del gobernante en turno de nuestro país.
Los cuatro principales países expulsores de sus ciudadanos a buscarse la vida en Estados Unidos, con todos los riesgos que implica irse de bracero, son México, Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Son, pues, los gobiernos que armaron el pleito con Estados Unidos por una reunión que se va a celebrar en Los Ángeles, en la que no invitaron a tal o cual dictador.
Los cuatro países recelan y ahuyentan la inversión, en lugar de atraerla. Son fabricantes de pobres y campeones de la exportación de personas.
¿No es posible que el gobierno mexicano, en lugar de discutir por tonterías que nada tienen que ver con la soberanía, aproveche el acuerdo de libre comercio con Estados Unidos?
¿No sería posible que en lugar de armar un pleito absurdo, el gobierno aproveche este breve momento en que en Estados Unidos hay un presidente bien intencionado?
¿Es muy difícil entender que nos conviene una buena relación con Biden, en lugar de boicotearlo y apostar a que regrese a la Casa Blanca un orate que ha planteado a su Estado Mayor la intención de bombardear México?
Para atraer inversión, y contrarrestar con crecimiento económico los estragos de la inflación en los sectores medios y pobres, hay que garantizar un mínimo de seguridad.
Y resulta que somos el único país del mundo donde los delincuentes corretean al Ejército. Y el Presidente justifica ese bochorno con el sofisma de que también protege los derechos de los delincuentes.
Sofisma, porque es mentira. Si le preocuparan los derechos humanos de los delincuentes, mejoraría los procesos de detención, las defensorías de oficio, la rehabilitación psicológica de las víctimas y victimarios.
Pura discusión inútil. Vamos para atrás, muy atrás.
Como dice la canción: “qué inocente es mi país, qué inocente es mi país”.