Uso de Razón

El regreso del centro viene del sur

Posiblemente estemos ante el retorno al centro político en el continente americano, luego de los efectos devastadores de pendulazos a la derecha y a la izquierda.

El contundente rechazo a una Constitución populista y arbitraria en Chile fue el primer parón a lo que parecía ser el avance indetenible de la izquierda destructiva y el lumpen en América Latina.

Gran noticia nos llega desde el extremo sur del océano Pacífico, pues se trata del regreso a la sensatez del electorado.

Perdió la izquierda radicalizada. La destructora. Perdió el lumpen de la política.

Posiblemente estemos ante el retorno al centro político en el continente, luego de los efectos devastadores de pendulazos a la derecha y a la izquierda.

Es falso que el resultado del plebiscito del domingo haya sido un “triunfo del pinochetismo”, como apresuradamente dijeron el presidente de Colombia y otros adictos al lugar común y al maniqueísmo

También está muy lejos de ser “una muy mala señal para las izquierdas progresistas”, como señala el chavismo en México.

Al contrario, esa Constitución se rechazó con los votos de la centro-izquierda, del centro y de la derecha.

Un 62 por ciento del electorado dijo no a esa Constitución, y el pinochetismo jamás ha tenido tal respaldo.

Ejemplar fue la respuesta del presidente Gabriel Boric al mandato de los chilenos en las urnas: “Recibo con humildad este mensaje del pueblo”.

Los ciudadanos dijeron no a la izquierda infantilista que confunde el progresismo con la anarquía (en su sentido de caos).

El equipo del joven presidente de Chile llegó con las banderas de la permisividad a los grupos violentos.

Pensaron que su llegada a La Moneda sería el bálsamo que aquietaría los ánimos y los violentos depondrían las armas y cesarían los asaltos con ropaje de reivindicación política.

No fue así. En la Araucanía la violencia continuó, y cuando la ministra del Interior viajó a la región para dialogar, fue interceptada con camiones incendiados y despedida a balazos.

Dice una primera plana del diario Austral de Temuco, capital de la Araucanía, de hace un mes: “Queman tres avionetas avaluadas en $450 millones… El grupo Resistencia Mapuche Malleco se adjudicó en inédito ataque incendiario en Curacautín. La misma organización se atribuyó la quema de dos máquinas forestales en un fundo (rancho) de Victoria”. Otra de la misma portada: “Atentado. Destruyen casa patronal y dos autos en fundo de Lautaro”.

Las carreteras del sur son bloqueadas con frecuencia y pobre de aquel ciudadano que se atreva a intentar pasar o pedir una explicación. Le quitan todo y le incendian el coche.

En Santiago, capital del otrora ordenado país andino, queman vehículos particulares, atacan a la policía, incendian edificios y el asalto a transeúntes o conductores de automóvil es pan de cada día.

Nada de eso es “de izquierda” ni es “progresista”.

El lumpen estaba tomando la iniciativa en nombre de “la izquierda” y de reivindicaciones étnicas.

Dentro de ese contexto surgió la Constitución, y fue rechazada por una inapelable mayoría el domingo pasado.

Sesenta y dos por ciento es una inmensa mayoría.

El mensaje del pueblo, como le llama el presidente Boric, trajo voces de la izquierda y la derecha que se corrieron al centro, en un mismo sentido.

Importante noticia, porque ese centro político que resurgió el domingo repudió al lumpen y al radicalismo destructor.

El centro tiene la flexibilidad para atraer los aspectos positivos de la izquierda y la derecha.

Ahí en el centro es donde se nuclean el respeto a la ley y el impulso a las transformaciones sociales, que en Chile no han parado desde el fin de la dictadura.

Ha habido fallas graves, profundas, pero los chilenos han dicho que para repararlas no hay que incendiar la casa.

Ya probaron la dictadura y no les gustó. Fue una tragedia. La quitaron con votos.

Ahora comenzaron a probar el caos de la demagogia populista que contemporiza con grupos violentos sin más programa que destruirlo todo y pasar por encima del derecho ajeno, y lo frenaron con la única arma válida en una democracia: el voto.

Los vientos del sur que traen el centro político y la sensatez de regreso, tal vez crucen la cordillera y el desierto.

No habrá que vivir demasiado para comprobarlo.

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