BOGOTÁ, Colombia.- El fin de semana se destrabó la guerra empantanada, luego de la ofensiva ucraniana que expulsó al Ejército de Putin de la estratégica provincia de Kharkiv.
Con una entereza que pasará a la historia, Ucrania ha comenzado a doblegar al invasor: la segunda potencia militar del planeta.
No es una crónica de guerra lo que se escribe en el este de Europa, sino la epopeya de una democracia liberal que frena el avance del populismo autoritario en el mundo.
La proeza de Temístocles, que derrotó a los persas en Maratón y en Salamina con una fuerza pequeña frente al poderío invasor, no pasó a la historia por el éxito militar, sino por salvar la democracia ante el despotismo asiático. Eso ocurrió hace más de 2 mil 400 años.
Así es que lo que sucede en Ucrania tendrá repercusión global, pues la apuesta de los líderes populistas-nacionalistas, desde Le Pen, Salvini, Trump, hasta prácticamente todos los gobiernos al sur de Estados Unidos, Brasil incluido, es por el triunfo del despotismo ruso.
Ucrania ha mostrado la dimensión que puede alcanzar el coraje de una nación que defiende su democracia y su derecho a la autodeterminación.
También desnuda la falsedad de aspirantes a dictadores que invocan el respeto a la autodeterminación de los pueblos únicamente para proteger el derecho de autócratas para violar los derechos humanos y libertades de sus gobernados.
En una ofensiva sorpresa, que la inteligencia rusa no detectó, las tropas ucranianas les quitaron la posesión de Kharkiv y sus principales ciudades, estratégicas como Izyum, que es el nudo ferroviario más importante de la zona controlada por Rusia.
Luego de la derrota del fin de semana, el Ministerio de Defensa ruso tuvo que admitir en un comunicado que retiraba sus fuerzas de Izyum y Balakliya, “para reagruparse en Donetsk y lograr los objetivos de la operación militar especial”.
Las tropas de Putin fueron derrotadas en una batalla frontal, la segunda más importante desde que fueron rechazados por el fuego y las habilidades estratégicas de los ucranianos en las inmediaciones de Kiev.
Con el júbilo de los que vuelven a la vida, los habitantes de las ciudades de Kharkiv salieron a las calles a poner sus banderas azules y amarillas en lugar de las rusas, reparar escuelas y hospitales, y a vitorear a sus tropas que marcharon invictas.
Las crónicas de los medios internacionales, e imágenes en web, son joyas periodísticas.
Natalia Khubezhova, de 48 años, con lágrimas en los ojos gritó afuera de su casa en Izyum: “¡Estamos listas para ir a la batalla!”, mientras blandía una escoba al paso de los vencedores, entre los que iban su esposo y su hijo.
Rusia no ha sido derrotada, aún controla Mariupol, Melitopol y Kherson, además de Crimea, pero va en retroceso. La guerra se destrabó en favor de Ucrania.
Entrevistado por The Washington Post, a raíz de su más reciente libro (El liberalismo y sus debilidades), el politólogo Francis Fukuyama afirma que “los ucranianos seguirán derrotando a los rusos. Es difícil saber exactamente cuánto tiempo va a tomar. Pero creo que va a suceder más temprano que tarde”.
Afirma que “ahora es posible contemplar la eventual liberación de Crimea, dado el ritmo al que van los ucranianos. Eso crea una perspectiva geopolítica completamente diferente para todos. Si este tipo de éxito continúa desarrollándose, entonces puede pensar en el fin de la guerra”.
Max Boot, uno de los grandes especialistas estadounidenses en guerras, expone cuatro factores que han contribuido al fracaso ruso e Ucrania:
-El inepto Ejército ruso, su desastroso servicio de inteligencia y el liderazgo mitómano y demencial de Vladímir Putin (las locuras de los locos terminan mal, no hay milagros).
-La decisión de Joe Biden de apoyar a Ucrania con cohetes de artillería de largo alcance, y las baterías antiaéreas proporcionadas por Alemania.
-Europa se ha mantenido unida en defensa de Ucrania, a pesar de los efectos inflacionarios y la escasez de gas.
-Zelenski, presidente de Ucrania, se quedó en Kiev y su heroísmo contagió a la población, así como el espíritu de lucha de los ucranianos que no se amilanaron ante las masacres de Putin en zonas civiles, sino al contrario.
Lo último que señala Boot es lo más importante. Estados Unidos armó a Vietnam de Sur, mandó miles de combatientes, gastó billones de dólares y perdió la guerra, lo mismo que en Afganistán. La población de esos países no tenía ningún aprecio por la democracia liberal. Los ucranianos, sí.
Para Europa y América, lo esencial es que el posible triunfo de Ucrania revitalizará los valores democráticos y de autodeterminación, por encima del nacionalismo populista.