Un querido e ilustrado periodista dijo hace unos días que Ron DeSantis es más peligroso para México que Donald Trump. De ninguna manera.
Como es el único capaz de ganarle a Trump la candidatura presidencial por el Partido Republicano, y gobernar a nuestro poderoso vecino y socio comercial, es importante tener algunas pautas.
DeSantis es un político profesional; Trump no.
Fue congresista federal y hace cuatro años ganó por primera vez la elección para gobernador de su estado, Florida. En aquella ocasión DeSantis venció a su rival demócrata por apenas medio punto porcentual.
Ahora, ya que enseñó sus aptitudes como gobernante, venció por 20 puntos porcentuales a su oponente, Charlie Chris. Miami Dade, un condado que ha sido bastión demócrata por dos décadas, fue barrido por los republicanos debido al “efecto DeSantis”.
Es decir, a medida que gobierna, el apoyo al político nacido en Florida hace 44 años aumenta. El de Trump disminuye.
Piensa y actúa a partir de estrategias, no de reacciones narcisistas y viscerales como Trump.
Como apuntó The New York Times en un editorial institucional luego de las elecciones del reciente martes 8: “DeSantis, un político más efectivo que Trump, podría dañar más las prioridades liberales que Trump, pero Trump hará más daño a la democracia misma”.
En efecto, DeSantis firmó una ley, llamada “no digas gay”, que prohíbe en las escuelas primarias tratar temas relativos a la orientación sexual.
Fue contrario al uso obligatorio de máscaras durante la pandemia, pero él –a diferencia de Trump– las usaba.
Prohibió los abortos después de 15 semanas de embarazo, aunque se ha negado a apoyar la prohibición total del aborto.
En cuanto a México, como país, no está en el radar de Ron DeSantis.
Ahí hay una diferencia notable con Trump, que propuso en dos ocasiones bombardear México y sus consejeros de seguridad lo frenaron, y detesta a los mexicanos.
DeSantis es un abierto partidario del libre comercio, lo que reivindica la tradicional política republicana, que fue torpedeada por Trump al intentar liquidar el TLCAN y promover el aislamiento de Estados Unidos.
La migración ilegal es una preocupación central de ambos. El gobernador de Florida, junto con el de Texas, fletaron vuelos chárter con indocumentados venezolanos a Massachusetts para sacarlos de sus estados y mandárselos a los demócratas.
Pero una fijación directa contra México, como la hay en Trump y en el gobernador texano, Greg Abbot, DeSantis no la tiene.
Trump y DeSantis tienen un enfoque distinto en el tema de drogas.
El gobernador de Florida es partidario de campañas intensas y permanentes que adviertan la nocividad del consumo de drogas.
Donald Trump nunca erogó un peso del erario para combatir el consumo y alineó sus baterías contra los países exportadores de estupefacientes.
DeSantis aprobó una ley para castigar más severamente a los narcomenudistas de fentanilo, pero no ha focalizado su discurso en acusar a los países productores y exportadores.
Desde luego, ya en la Casa Blanca, DeSantis puede variar su enfoque, aunque la mirada puesta en el consumo es una diferencia no menor a la estrategia de Trump sobre el problema de las drogas en Estados Unidos.
La pregunta, después de todo esto, es si DeSantis se va a lanzar tras la candidatura presidencial o no.
No es bueno tratar de adivinar qué pasaría con él en la boleta en 2024, pero lo concreto es que, en este momento, DeSantis es el favorito número uno de los militantes republicanos… si Trump decide no competir.
DeSantis es un político de mente estratégica, y a sus 44 años tal vez opte por no desgastarse en una contienda interna con Trump y esperar a 2028.
Salvo que sus cálculos, en frío, le indiquen que tiene el triunfo asegurado. Y las cifras comparativas con Trump, como las que se dieron a conocer ayer y que le favorecen.
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