El juicio contra Genaro García Luna en Nueva York está muy raro: los testigos usados por la fiscalía para hundir al exsecretario de Seguridad Pública de México provienen de distintas fracciones del Cártel de Sinaloa.
Casi todos ellos son narcotraficantes o asesinos a sueldo, que fueron capturados durante la gestión de García Luna.
Gozan de libertad no obstante sus crímenes, mientras el jefe policiaco que los atrapó y encarceló para extraditarlos está en el banquillo.
Desde Jesús Reynaldo Zambada (el Rey Zambada), hermano del jefe del Cártel de Sinaloa, hasta el criminal Sergio Villarreal Villagrán, apodado el Grande, se declararon culpables y obtuvieron su libertad y protección en Estados Unidos.
García Luna pudo haber hecho lo mismo y garantizar una penalidad relativamente baja. Se declaró inocente aun a riesgo de recibir cadena perpetua.
Los testigos de la fiscalía, aun de fracciones enfrentadas, tienen un origen común, que es el Cártel de Sinaloa, y comparten algunos enemigos: García Luna y el expresidente Felipe Calderón Hinojosa.
Resulta llamativo que todo el aparato de propaganda del gobierno mexicano esté volcado a promover el juicio que se lleva a cabo en Nueva York.
El vocero presidencial le hace la ola en las conferencias matutinas a los dichos de criminales, como si fueran los de un Papa que habla ex cathedra.
Los pone en altavoz en la sala de conferencias de Palacio Nacional y se les escucha con devoción. Se critica a los medios que no le dan la nota principal a lo que dicen los testigos contra García Luna: testigos que venden sus testimonios, como el Grande, que lleva 12 años declarando contra quien se lo pidan, en México y en Estados Unidos. Sus dichos han sido desechados. También los de Tirso.
El ímpetu matraquero del gobierno, que ha declarado culpable a García Luna cuando apenas empieza el juicio en Nueva York –y que no tiene elementos para fincarle cargos en México–, llama la atención.
Demasiado show. Muy raro, pues.
El Cártel de Sinaloa contra García Luna en Nueva York, y nuestro gobierno toma partido y come palomitas.
Aunque no es lo suyo la venganza –dicen–, la apuesta de los gobernantes en México es escalar, a través de García Luna, a su enemigo número uno, el que les ganó las elecciones presidenciales en 2006, Felipe Calderón.
El cártel que recibe apapachos directos, visitas a su guarida y apretones de mano, que ha compartido los tacos y agradecido la benevolencia humanista del presidente de México, está haciendo su trabajo en la corte de Brooklyn. Pero lo está haciendo mal.
Aún no ha publicado un libro el ex fiscal general del gobierno de Donald Trump, Bill Barr, pero, si lo hace, tal vez cuente los favores que hizo al gobierno de México.
Barr ordenó la aprehensión del exsecretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, y pocos días después ordenó –afortunadamente– su liberación. ¿Por qué ese cambio tan repentino en un tema grave?
¿Por qué detuvo a García Luna, no obstante que un par de años atrás la misma solicitud de la DEA para aprehenderlo fue desechada por la fiscalía de Houston?
En efecto, la DEA pidió la detención de García Luna en Houston y fue denegada por la debilidad de los elementos de prueba.
Si detrás de la aprehensión, acusación y testigos contra García Luna hubiera alguna maniobra política, se les puede revertir, por lo frágil que suelen ser las acusaciones sin pruebas.
Algo parecido ocurrió con Zhenli Ye Gon. El juez M. Sullivan vio los testimonios y se asombró por la debilidad del caso, exoneró al chino-mexicano, con una sanción a la fiscalía (Ye Gon fue aprehendido al salir de la corte porque su visa se había vencido y trasladado a México, donde sí tenía cargos).
Salvo que haya pruebas o testimonios más sólidos, la acusación contra García Luna marcha mal para los fines de quienes lo hayan acusado.
Los fiscales son jóvenes, sin gran experiencia. Tampoco los abogados de García Luna son una maravilla. El jurado está compuesto por gente desconocedora y no necesariamente preparada. Todo puede pasar.
Se han publicado versiones creíbles acerca de la fortuna que amasó el exsecretario de Seguridad Pública. ¿De dónde salió ese dinero? Nada extraño sería que su origen fuera de comisiones ilícitas.
Tal vez sí, tal vez no. Pero hablar de millones de dólares en maletas entregados por el Cártel de Sinaloa es, hasta ahora, una especie que no se sostiene.
El juez Brian Cogan amonestó a la fiscalía el miércoles por presentar el testimonio de Tirso Martínez, el Futbolista: “El tribunal no va a permitir que el jurado escuche lo que equivale a un rumor de culpabilidad del acusado”.
Hace un año le pregunté a una colega venezolana, con amplia experiencia en la cobertura de juicios por corrupción y narcotráfico en las cortes de Nueva York, si a primera vista a ella le parecía que García Luna era culpable o no.
Creo que es culpable, porque son muchos los testigos en su contra.
Puede ser. Pero si los testimonios son sólo dichos sin pruebas, provenientes de criminales como el Grande, detenido por la Marina en México durante el gobierno de Felipe Calderón, tal vez García Luna no se haya equivocado al negar su culpabilidad.
Y aquí tendrán que guardar las matracas y apagar el ventilador que esparce lodo a medio México porque “se quedaron callados” cuando García Luna recibía dinero del narco.
El juez Cogan no está tan excitado con el caso como lo está el gobierno de México: ayer suspendió la audiencia porque uno de los integrantes del jurado tenía boletos para un partido de basquetbol.