Nunca un presidente de la República se había dado tantos baños de pureza como Andrés Manuel López Obrador, quien se apresta a heredar un gobierno al que donde le aprieten brota pus.
Prometió acabar con la corrupción mediante el método de barrer escaleras, desde arriba hacia abajo, y hoy tenemos cochambre en los primeros peldaños y a un Presidente que pone bardas legales para que nadie vea su decepcionante legado.
El fin de semana ofendió a un modesto reportero que en el lobby de un hotel en Monterrey le preguntó sobre las emisiones contaminantes de la refinería en Cadereyta.
“Calumniadores y corruptos”, le gritó el Presidente de México antes de subir al elevador. A ese reportero le faltó el respeto con un desplante de prepotencia que no habíamos visto en los presidentes todopoderosos que hemos tenido.
¿Y la escalera? ¿Qué hay con los primeros peldaños?
Cuando le preguntan sobre la vida de lujos del general secretario de la Defensa Nacional, responde con un desafiante “¿y qué?”.
Lo cuestionan acerca del megadesfalco de 15 mil millones de pesos en el organismo que él creó para garantizar “la seguridad alimentaria de los mexicanos”, y responde que el director de la empresa del Estado que capitaneó la estafa “es honesto”.
Mañana está programada en la Suprema Corte de Justicia la discusión sobre la controversia constitucional presentada por el Inai contra el decreto del 27 de noviembre de 2021, en que el Presidente clasifica como de seguridad nacional las obras de infraestructura de su sexenio.
El Inai considera que ocultar los gastos de la refinería en Dos Bocas, del Tren Maya y del Aeropuerto Felipe Ángeles, entre otras, “favorece la opacidad y entorpece la rendición de cuentas”.
¿Cuál es la respuesta del Presidente a la solicitud de información sobre el dinero gastado en sus elefantes blancos del dispendio?
Nada de información. Cero transparencia. Es más, se cierra el Inai. ¿No se puede porque está en la Constitución? Entonces me lo inhabilitan, como en efecto ocurrió.
López Obrador acusa todos los días de corruptos a particulares y se llena la boca con insultos a la vida privada de ciudadanos que no trabajan en el gobierno.
En lugar de barrer los primeros peldaños de la escalera, se va contra los periodistas y organismos civiles que dan seguimiento al dinero del gobierno.
Ahí está uno de los legados del expresidente López a su sucesor o sucesora: un gobierno corrompido hasta en las áreas más sensibles de la nación.
Muy bien le sale hablar del pasado y preguntar si ¿acaso Calderón no sabía lo que hacía García Luna?
Qué cachaza. ¿Y él? ¿No sabía lo que hacía Ignacio Ovalle, director de Segalmex?
Ahí está, es su gobierno, y protege con un manto de acero a los nuevos ricos que se encuentran en el primer peldaño de la escalera.
¿Por qué no quiere que sepamos en qué se han gastado 220 mil 853 millones de pesos entre 2020 y 2023 en el Tren Maya, y para qué requieren otros 139 mil 10 millones de pesos en este año?
El tren costará arriba del doble de lo previsto (130 por ciento más), casi 400 mil millones de pesos, y los ciudadanos no tienen derecho a conocer a quién le compran y qué le compran con ese dinero.
Se trata de una violación flagrante al artículo VI de la Constitución. La Corte lo debe enmendar hoy.
Detrás de una anomalía siempre hay un negocio obscuro.
Y el negocio se lo dieron al Ejército, una institución que, como cuerpo, nunca se había expuesto a la corrupción. Ahora sí.
En lugar de barrer las escaleras –es decir su gobierno–, el Presidente las ensució más y no quiere que nadie lo vea. Al que pregunta lo acusa de corrupto.
La refinería en Dos Bocas ha costado 90 por ciento más de lo calculado: va en alrededor de 15 mil millones de dólares. ¿Por qué?
Usted pague sus impuestos y cállese la boca: no pregunte porque me enojo y lo insulto, es la respuesta que ha dado, en los hechos, el presidente López Obrador.
No quieren que sepamos en qué han gastado miles de millones de dólares extra en hacer una refinería, en cuya obra han entregado contratos por adjudicación directa al compadre de la secretaria de Energía, Rocío Nahle.
La secretaria está en el primer peldaño. Lo mismo que Ovalle y el Ejército. ¿Y? Nada, son intocables.
Hasta el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado resultó ser una cueva de Alí Babá.
Donde le aprieten sale pus en el gobierno cuyo Presidente dijo que no sería como antes, que no habría impunidad para nadie de su equipo.
Los baños de pureza hacen más visible el contraste con la realidad.
Ahí está, aunque lo quiera tapar con decretos y con insultos, el legado de López a su sucesor: corrupción.