Uso de Razón

Qué corriente maestra Delfina, qué corriente

Resentimiento social puro destiló la educadora mexiquense en el momento en que los seres humanos se muestran tal cual son: en las grandes victorias y en las derrotas.

Estadísticamente ya sabemos qué pasó: 8.3 puntos de diferencia en el Estado de México.

Pero en calidad humana la diferencia entre Delfina Gómez y Alejandra del Moral se mostró abismal a la hora de saber los resultados.

Al grito de “¡nos los chingamos!”, ”¡nos los chingamos!” de los morenistas, y el vandalismo emocional de Mario Delgado, que arengaba con un “¡nos los requetechingamos!” (crónica de Diana Benítez, en El Financiero), la profesora enseñó su nivel en la victoria:

“Triunfó la honestidad frente a la corrupción, triunfó la sencillez frente a los privilegios, triunfó el humanismo frente al clasismo”.

Se siguió de frente con la agresión en la hora sublime de su carrera política: “Vencimos al abandono y a la corrupción, llegó el fin de esos 100 años de oscuridad y maltrato”.

En campaña se vale eso y más, pero en discursos de triunfo es difícil encontrar otro tan corriente.

Resentimiento social puro destiló la educadora mexiquense en el momento en que los seres humanos se muestran tal cual son: en las grandes victorias y en las derrotas.

Ni López Obrador fue virulento la noche de su triunfo en la elección presidencial de 2018.

Qué diferencia con Alejandra del Moral.

La abanderada de la alianza, que perdió ante la maquinaria del gobierno federal encabezada por el Presidente, salió a reconocer su derrota con dignidad y sin peros a la hora de la verdad:

“Me comprometí a ser respetuosa con la autoridad electoral y reconocer los resultados. El conteo rápido y los resultados preliminares no me favorecen”.

Al tiempo que Mario Delgado dirigía el coro de “nos los chingamos” y la profesora explotaba en resentimientos, la candidata Del Moral decía: “A Delfina Gómez le deseo todo el éxito, por el bien de las familias mexiquenses”.

Salió a reconocer el resultado sin la compañía de los dirigentes nacionales del PRI, PAN ni PRD.

Estuvieron con ella por si ganaba.

Alito Moreno llevaba una camisa con su apodo, a manera de promoción personal, como si el horno estuviera para fiestas y autodestapes.

Y cuando se empezaron a conocer las encuestas de salida, los dirigentes se dieron media vuelta y la dejaron sola.

Nacionalmente desconocida, la candidata Del Moral sorprendió por su coraje que la llevó a luchar hasta el último minuto.

Impresionante la resistencia de Del Moral para batallar hasta acercarse a la puntera y quedar a ocho puntos de diferencia, luego de que al arranque de campaña las encuestas la ponían 20 puntos porcentuales abajo y desalentaron al electorado.

Su equipo de campaña, al menos el visible, era un conglomerado de dinosaurios impuestos, que nada tenía que ver con lo que ella transmitía.

Ahí, en esa candidata, hay un valor para la oposición y un ejemplo para la ciudadanía: en política sí hay categorías, no todos son iguales.

La profesora Delfina mostró, en la victoria, cuán pequeña es. Muy corriente.

Ni un gracias a su contendiente por aceptar la derrota, o una invitación a convivir en el respeto y la pluralidad. “Nos los chingamos”.

Ya se conoce que su historia está forjada en el clientelismo de la periferia de la política. No se puede esperar algo diferente al momento de gobernar la entidad a lo que hizo en su paso por la alcaldía de Texcoco. O en el desfalco a la SEP.

Vaya, Armando Guadiana, que no es profesor, sino un campirano con fama de malhablado, dijo lo que tenía que decir y tuvo la decencia de reconocer la derrota.

La maestra Delfina Gómez no mostró una pisca de calidad humana en la victoria (por cierto, ganada con el apoyo ilegal del gobierno).

Así es que el principal estado del país será una fuente de votos cautivos para Morena, de financiamiento ilegal en la campaña por la Presidencia, y un centro de extorsión para los empresarios ahí asentados.

COLUMNAS ANTERIORES

La dignidad de Xóchitl
Qué manera de mentir

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.