La niña Aitana Betzabé llegó al hospital del IMSS de Playa del Carmen, donde murió prensada por un elevador, aquejada por dengue, una enfermedad de horrible desenlace que ya estaba controlada en México.
Los decesos eran mínimos, hasta que llegó la destrucción del sector salud.
De 2018 a 2022 las muertes por dengue en el país aumentaron tres mil por ciento.
Sí, en el presente sexenio las defunciones por la picadura del mosquito, en que la persona afectada fallece con altas fiebres y vómitos de sangre, sangrado por las encías y la nariz, dolor abdominal intenso, se disparó en 3,000%.
Eso tenía la niña Aitana, de seis años, que llegó al IMSS de Playa del Carmen, procedente del municipio maya de Tinum, en Yucatán, adonde regresó muerta.
Durante los sexenios previos se hacía una profusa campaña de difusión con las medidas de higiene a seguir para evitar el dengue y la chikungunya. Eso se acabó, para usar ese dinero en otras cosas. Un tren en la selva, una refinería en un pantano, un aeropuerto al pie de un cerro, por ejemplo.
Y se compraban insecticidas y larvicidas, indispensables para evitar la propagación de la fiebre hemorrágica conocida como dengue.
A la llegada del gobierno actual, dejaron de comprarse porque, decían, había mucha corrupción.
El 9 de septiembre de 2019 escribí en esta columna que el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, informó que “desde que llegamos a la Presidencia hemos visto que se disputan el control de las compras generales. Mercados concentrados, amafiados, dos grandes grupos que se disputan el control…”.
Para combatir esa corrupción de los grupos amafiados, la solución fue dejar de comprar los larvicidas e insecticidas.
Se guardaron esos 192.3 millones del presupuesto que no fueron a caer a manos de empresas amafiadas.
El resultado fue que, al día cinco de este mes (septiembre de 2019), van 120 personas muertas por dengue, según las cifras oficiales de la Secretaría de Salud.
Luego de la batalla contra la corrupción en los insecticidas contra el dengue, al fin se realizaron, en agosto, las compras requeridas.
Las empresas contratadas fueron Bayer, Codequim, Orange Line, Eco Suministro, Public Health Supply, Grupo Ikerri y Fomento Biotecnológico Ambiental.
Es decir, las mismas a las que compraban en el sexenio anterior. (Hasta aquí Uso de Razón del 9 de septiembre de 2019).
La difusión de medidas preventivas contra el dengue sigue en ceros.
Y por lo visto tampoco han comprado los larvicidas porque, de 12 personas muertas por dengue hemorrágico en el último año del gobierno de Peña Nieto, subió a 372 muertes el año pasado.
Aitana simboliza la trágica confluencia de ineptitud y corrupción en el gobierno del presidente López Obrador.
Hospitales del IMSS abandonados a la buena de Dios para no gastar en mantenimiento ni equipos.
Los contratos de servicios van a empresas creadas al vapor para succionar dinero público a cambio de quién sabe cuántas componendas, y con quiénes.
No hay manera de equivocarse: detrás de una anomalía grave casi siempre hay un negocio obscuro.
El caso del elevador del IMSS que mató a Aitana Betzabé es revelador de los negocios turbios en el presente sexenio.
David Saúl Vela, el gran reportero que cubre policía y juzgados para El Financiero, narró ayer en estas páginas que la tragedia de la niña de seis años que murió en un elevador del Hospital General de Zona 18 del IMSS, en Playa del Carmen, está abriendo una puerta que podría llevar a otra cloaca de corrupción.
Agrega David que ya empezó a conocerse “la exitosa” trayectoria de la empresa Soluciones Integrales de Transportación Vertical de México (Sitravem), encargada del mantenimiento al ascensor. La empresa fue constituida en 2018 y ya ha logrado millonarios contratos en el IMSS y el Metro de la Ciudad de México (contrato STC-CNCS-023/2021), entre otras dependencias.
Lo increíble, apunta el reportero, es que en algunos contratos le ganó la “licitación” ni más ni menos que a OTIS, la fabricante de los elevadores que ofreció mejores condiciones.
Hasta ahí el relato de David Saúl Vela.
El cuerpo de la niña Aitana Betzabé fue llevado a su pueblo, donde fue enterrado el miércoles en el Panteón Municipal, en una cajita blanca con una flor en la cubierta.