Uso de Razón

Pasos en la azotea

Nadie que destruya un sistema democrático e instaure una tiranía puede dejar el poder tan campante sin exponerse a las consecuencias.

Se le juntó el quehacer al Presidente.

López Obrador se ve desconcertado. Paranoico.

En la conferencia de ayer lanzó batazos a ciegas, sin la seguridad que le caracterizó durante seis años en que puso a los mexicanos a rigurosa dieta de mentiras con una sonrisa de oreja a oreja.

Dispara a todos los flancos donde sospecha que de ahí viene el viento de invierno que ha comenzado a sentir.

Todo enojo es miedo, dicen algunos psicólogos. No es para menos.

Nadie que destruya un sistema democrático e instaure una tiranía puede dejar el poder tan campante sin exponerse a consecuencias.

Imposible que hayan pasado desapercibidas las reiteradas visitas de López Obrador a las madrigueras de los capos de las drogas, su cordialidad con los jefes de un cártel del narcotráfico y la protección a gobernadores que llegaron al poder con el apoyo activo del crimen organizado.

¿Va a dejar el poder y dormirá tranquilo en su finca sin ser requerido en los tribunales por algunas de las víctimas de su perversidad?

López Obrador tendrá que defenderse de acusaciones tan serias como la que vino de puño y letra del exsecretario de Seguridad Pública federal Genaro García Luna, desde una prisión en Nueva York.

En una carta que algunos medios ocultaron en sus páginas interiores (taparon el Sol con un dedo), García Luna señala la existencia, en México y en Estados Unidos, de audios, videos y textos que prueban la relación del Presidente y distintos funcionarios de su gobierno con capos del narcotráfico.

En el breve lapso de 48 horas hablaron dos personajes que habían guardado silencio durante años: Ernesto Zedillo y Genaro García Luna. El primero con influencia en el establishment de los demócratas de Estados Unidos, y el segundo es escuchado en las cortes de ese país.

Zedillo acaba de decir que en México fueron sentadas las bases para una tiranía, lo cual es cierto.

Y García Luna escribió que el presidente López Obrador está ligado a los cárteles del narcotráfico, lo cual debe probarse.

O no necesariamente. Al exsecretario de Seguridad Pública lo declararon culpable con los testimonios de los narcotraficantes que él detuvo y encarceló.

Esto es mucho más creíble que los dichos del Rey Zambada.

La declaración de García Luna no está hecha para obtener beneficios en la próxima sentencia. Él tuvo la oportunidad de declararse culpable, salir libre en seis meses y vivir sin problemas con dinero y el anonimato en Estados Unidos. Rehusó.

Así lo dijo en la carta del martes. Más bien, lo confirmó.

El periodista Raymundo Riva Palacio publicó el 12 de marzo de este año una columna titulada El pacto en Brooklyn, en que relata que la captura de García Luna fue a petición del gobierno de AMLO.

Al detenido se le ofreció cárcel de sólo seis meses y dinero a cambio de involucrar en narcotráfico y lavado de dinero a los expresidentes Salinas, Fox y Calderón, a todos los que fueron procuradores generales de la República desde 1988 a 2018, “al señor de la telefonía”, al “de la televisora” y a “los de Televisa”, explicó Riva Palacio.

Carlos Loret, ayer, con informes de distintas fuentes, agregó los nombres del expresidente Ernesto Zedillo, Enrique Peña Nieto, exdirigentes del PAN y del PRI y exsecretarios de Seguridad.

Eso es lo que dijo García Luna en su carta del martes, sin que ello le reporte beneficio procesal alguno.

La respuesta que dio ayer el Presidente exhibió su paranoia. Se dijo víctima de una conjura. ¿Por qué?

“Ellos quieren –dijo– un presidente pelele o un presidente debilitado. Si no está al servicio de ellos –me refiero de los poderes hegemónicos nacionales y extranjeros–, si no está al servicio de ellos el presidente de un país, desearían que cuando menos estuviese menguado, debilitado para poder chantajearlo: ‘ahí te va la DEA, ahí te van los medios de manipulación, ahí te van los editoriales del Wall Street Journal, del New York Times, del Financial Times’; pero aquí eso no ha funcionado ni funcionará, porque el pueblo de México es un pueblo muy consciente, está a la vanguardia, es de los pueblos más conscientes del mundo, de los pueblos más politizados del mundo”.

¿Debilitarlo a once días de dejar la Presidencia?

El gobierno del presidente Trump obtuvo lo que quiso del presidente López Obrador por la vía del chantaje con los aranceles a las exportaciones mexicanas. Y por lo que dice García Luna, antes publicado por Riva Palacio, Trump le hizo favores personales a AMLO: uno de ellos, detener a García Luna para reventar al establishment en México con acusaciones falsas.

Sabe el presidente López Obrador que el gobierno de Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses.

Ahora podrán apoyar, si les conviene –como creo que es el caso–, a la presidenta Sheinbaum.

Veremos cuánto tiempo le dura la paciencia a la presidenta Sheinbaum al encontrarse a diario con preguntas y más preguntas de los medios de comunicación sobre los líos judiciales y políticos de López Obrador, y cuidarse las espaldas de las intrigas del obradorismo duro que le sembraron en el gabinete y en el partido.

La presidenta Sheinbaum deberá ocuparse todos los días en la defensa del expresidente que le deja una hacienda endeudada en 6 billones 600 mil millones de pesos adicionales, déficit fiscal de seis puntos del PIB y vacíos los fondos de estabilización.

Como lo expresó de forma magistral ayer en estas páginas el cartonista Rictus, tarde o temprano Claudia Sheinbaum tendrá que decidir entre seguir la ruta de Lázaro Cárdenas o la de Pascual Ortiz Rubio.

Por uno de esos dos caminos ingresará a la historia.

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