El rumbo totalitario tomado por México no pasa desapercibido en Estados Unidos, a pesar de las buenas formas del presidente Biden al enviar a su esposa a la toma de posesión de Claudia Sheinbaum y hablar por teléfono con ella.
Al final de su gobierno López Obrador pudo chantajear al gobierno vecino con el tema de la migración, pero esa herramienta tiene fecha de caducidad: el martes 5 del próximo mes.
Pasadas las elecciones en ese país, gane quien gane, el trato con México se va a endurecer.
Mascan chicles todo el día, usan zapatos enormes y a veces son torpes al caminar, mas no son tontos ni es prudente jugar a tomarles el pelo.
Salvo que la idea sea romper con ellos, y no llevamos la de ganar.
Dormir con el elefante tiene grandes ventajas, aunque no es prudente –ni necesario– ser su pesadilla.
Apenas dos días después de la toma de posesión de Sheinbaum, la influyente publicación Político señaló en un titular que La presidenta de México ya está inquietando a Washington.
Sustenta:
“Si las primeras impresiones son importantes, las relaciones entre Estados Unidos y México han tenido un comienzo complicado bajo la nueva presidenta Claudia Sheinbaum Pardo”.
“El problema comenzó con la lista de invitados. La nueva Presidenta de México invitó al líder ruso Vladímir Putin, al presidente venezolano Nicolás Maduro y al presidente cubano Miguel Díaz-Canel a su toma de posesión, lo que provocó la molestia inmediata de Estados Unidos y los países europeos (incluida Ucrania). Y desde entonces, ha prometido jugar duro con Estados Unidos en temas como la migración, el comercio y el futuro de las asociaciones de seguridad bilaterales”.
Hay más temas que inquietan en Estados Unidos.
Viene la revisión del T-MEC, y Kamala Harris lo ha puesto en el radar de sus preocupaciones.
Hace unos días se quejó de que el acuerdo hizo “demasiado fácil” que las grandes manufactureras de automóviles subcontraten empleos fuera de Estados Unidos.
Adelantó que, de llegar a la Casa Blanca, utilizará la cláusula de revisión del acuerdo para abordar sus preocupaciones.
La candidata demócrata, recordemos, fue una de los 10 senadores que votó en contra del T-MEC en 2020.
En la Cámara de Comercio de Estados Unidos (USCC) destaca la preocupación de que la reforma judicial y la eliminación de los órganos reguladores independientes “podrían socavar el Estado de derecho y las garantías de protección para las operaciones comerciales en México”.
Dentro de las principales molestias expresadas por su vicepresidente para las Américas, Neil Harrington, está que “las reformas también ponen en riesgo las obligaciones de México en virtud de otros tratados internacionales de garantizar a todos el derecho a un sistema judicial competente, independiente e imparcial”.
Durante un evento organizado por el Global Intelligence Desk de la USCC, la exembajadora en México Roberta Jacobson fue más allá al asegurar que, al menos, cinco aspectos del paquete de 18 reformas constitucionales y dos iniciativas de ley probablemente violarán el T-MEC.
Las reformas “virtualmente eliminarían la igualdad de condiciones para las empresas extranjeras”, dijo Jacobson. “Creo que esto es realmente muy preocupante para el futuro”.
Nuestro exembajador en Washington, Arturo Sarukhán, apuntó el miércoles en estas páginas que en la CIA hay “una preocupación muy focalizada en la creciente presencia rusa en México, subrayando que ésta, en parte, era el resultado del arribo de espías rusos expulsados de capitales europeas después de la invasión a Ucrania”.
El candidato republicano a la Presidencia, Donald Trump, dijo esta semana que la primera acción que tomaría al llegar a la Casa Blanca sería cerrar la frontera con México.
Y ayer de plano dijo que no pensaba revisar el T-MEC, sino de plano renegociarlo.
Cuidado, pues. Es que, si queremos seguir teniendo una relación privilegiada con Estados Unidos, se requiere prudencia y no estropear con desplantes la difícil vecindad.
El T-MEC supone coincidencias en lo fundamental, más allá del comercio. Juego limpio en la relación, no sorpresas, democracia y Estado de derecho.
No van por ese camino los pasos de nuestro gobierno.
Ahora, si la idea es buscar pretextos para, envueltos en la bandera y agitando sentimientos nacionalistas, romper lazos con Estados Unidos, que han sido tan benéficos para nuestro país, vamos requetebién.
Putin, Maduro y Díaz-Canel nos esperan con los brazos abiertos.