Uso de Razón

Sí va a impactar

Aunque los migrantes habrían tenido más razón de estar preocupados con Clinton, Bush Jr. u Obama, es la retórica hostil de Trump y compañía la que detona el miedo.

Trump dijo ayer que México y Canadá están avisados, así es que no habrá sorpresas: vienen el cierre de fronteras y el programa de deportaciones más grande de la historia.

Para recibir el impacto social y económico de lo que ello significará, el gobierno mexicano no se ha preparado.

Las remesas dejarán de fluir en la cantidad creciente que se recibieron en México durante la primera presidencia de Trump y los cuatro años de Biden, que salvó de la hambruna a comunidades enteras durante la crisis económica derivada del mal manejo del covid.

De acuerdo con cifras de Coneval, de 437 municipios donde no se reciben remesas de Estados Unidos, 397 tienen índices de pobreza arriba del 50 por ciento de la población.

El trabajo de mexicanos en Estados Unidos subsidia nuestra economía, y también a la demagogia y a la ineptitud gobernante que registra entre los peores índices de crecimiento económico de la historia.

“Trump ladra, pero no muerde”, dicen en el gobierno: hakuna matata. Nada de incentivos ni certeza jurídica al sector empresarial para detonar el crecimiento económico y atraer inversión fresca.

Por el contrario, hay un dispendio billonario y estatizaciones.

Ahora Trump se ha preparado para morder y así quiere pasar a la historia.

Para más de 11 millones de indocumentados en Estados Unidos, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca representa un futuro de zozobra.

Más de 6 millones del total son mexicanos y al igual que el resto viven ahora momentos de incertidumbre, inseguridad y ansiedad.

La promesa de Trump es decretar el 20 de enero el cierre de la frontera con México y poner en marcha el más draconiano programa de deportaciones jamás visto.

Un análisis actualizado del Centro de Estudios Migratorios (CMS, por sus siglas en inglés) encontró que al menos 5 millones 800 mil hogares en Estados Unidos albergan al menos a un residente indocumentado.

“Por lo tanto, la deportación masiva amenaza con romper casi 5 millones de familias estadounidenses”, sostiene.

Para dimensionar lo que intentará hacer el gobierno de Trump, está lo que respondió hace dos semanas el próximo “zar” fronterizo, Tom Homan, al ser cuestionado si el programa de deportaciones marcaba el regreso de la política de separación de menores.

Su respuesta fue que no, porque los padres no estadounidenses pueden llevarse de regreso a sus hijos estadounidenses. De ese tamaño es lo que viene.

Los acólitos de Trump sostienen que su prioridad inicial son un millón 400 mil personas que enfrentan órdenes de deportación, y más de 400 mil con algún tipo de antecedente criminal.

En el gobierno vecino ya hablan de redadas en centros de trabajo, lo cual atemoriza no sólo a los migrantes sino a sus empleadores, que podrían ser objeto de multas significativas o incluso persecución legal.

Clarísimo el mensaje de Trump: los inmigrantes indocumentados no pasarán y los que ya están dentro de Estados Unidos prepárense para ser deportados, con o sin hijos ciudadanos estadounidenses.

Va a barrer parejo.

¿Ya está preparado el gobierno de México para recibir paisanos y no paisanos que deportarán a los municipios de la frontera norte?

Aunque se espera que organizaciones civiles en Estados Unidos presenten demandas para frenar las deportaciones, eso no disminuye el temor en el día a día de los migrantes.

Residentes legales de origen mexicano que viven en Estados Unidos comparten que incluso ellos tienen temor y llevan su Green Card en la bolsa por temor a ser víctimas de una redada.

Hasta el color de piel los hace vulnerables.

Un análisis del Migration Policy Institute muestra que Bill Clinton repatrió a más de 12 millones de personas. George W. Bush a más de 10 millones y Barack Obama a 5 millones.

Donald Trump, en cambio, “sólo” deportó a 1.5 millones de indocumentados. No fue por falta de ganas, sino porque enfrentó problemas legales.

Aunque los migrantes habrían tenido más razón de estar preocupados con Clinton, Bush Jr. u Obama, es la retórica hostil de Trump y compañía la que detona el miedo.

Y el equipo que ha formado para pasar a la historia con golpes espectaculares en deportaciones es el más antiinmigrante que se haya visto.

¿No hay de qué preocuparse?

¿Hakuna matata?

Más vale no confiarse, fortalecer consulados con profesionales capaces de armar equipos que defiendan a los paisanos que sean injustamente aprehendidos, y no llenarlos de compadres ineptos como acaba de suceder en el consulado de México en Miami.

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