Si vemos los resultados, en lugar de festejos por el segundo aniversario del triunfo del obradorismo en las elecciones presidenciales, ayer 1 de julio debió declararse luto nacional e izar la bandera a media asta en el Zócalo capitalino.
Salvo por un detalle, extraordinario, y para muchos inimaginable hace dos años: México ha resistido.
Lo que se veía como una ola imparable, destinada a ahogarlo todo, no ha podido avasallar ni se podrá perpetuar en Palacio Nacional.
El proyecto de entregarle todo el poder a un solo hombre está fracasando. Su reelección está muerta.
Pese a las diferencias y a las heridas de una derrota monumental hace dos años, la oposición política no se echó en brazos de Morena como se temía. Se ha reagrupado. No desapareció.
En el Congreso cierran filas los opositores y hacen frente común, no para obstruir lo positivo, sino para frenar al despotismo.
La Suprema Corte sigue siendo un contrapeso a los bazucazos anticonstitucionales del Presidente, a pesar de que han hecho, y seguirán haciendo, todo tipo de esfuerzos para someterla al Ejecutivo, incluyendo la coacción a ministros.
No obstante la campaña cotidiana que encabeza el titular del Ejecutivo para desprestigiar, amedrentar, asfixiar económicamente y destruir su moral, buena parte de la prensa y del gremio periodístico han resistido.
A través de los medios se ha informado y explicado a la sociedad de los intentos totalitarios del Presidente más poderoso en muchas décadas.
Una parte activa de la sociedad ha estado vigilante de que las instituciones no se doblen ante las embestidas del aparato de propaganda y de chantaje del gobierno.
Falta mucho por vivir, ver y sufrir, pero México resiste.
El daño que causará el obradorismo será histórico, en aumento de la pobreza y la desigualdad.
Brutal está siendo el deterioro del empleo.
Crece la violencia delictiva y el Presidente tiene más empatía con los criminales que con las víctimas.
Se derrumba la economía porque ahuyentan la inversión y mataron la confianza.
López Obrador apuesta a que Trump nos saque del hoyo económico.
Su desprecio hacia la ciencia, la salud y a la investigación se concreta en el presupuesto.
El atropello al Estado de derecho es el pan de cada día.
La frialdad hacia el dolor humano parece no tener límites. Niños con cáncer a los que todavía no surten medicinas. Médicos y enfermeras que se contagian de Covid por ahorros criminales.
Los delincuentes que detienen salen libres, y algunos grandes cárteles de las drogas, el crimen y la extorsión, gozan de manera ostensible del favor presidencial.
El daño del obradorismo a México está siendo profundo y, en vidas, irreparable.
Pero se van a ir. No van a ganar las siguientes elecciones porque no se les ha permitido arrasar y la población exige oposición unida ante el peligro mayor.
La perversidad del gobierno logró unir a la oposición y abrió los ojos de ministros de la Corte que estaban con López Obrador.
Como personas inteligentes, ya dimensionan el tamaño de la crisis provocada por la mala administración y saben que López Obrador se va a ir y ellos se van a quedar.
Falló el intento de prolongar el mandato de un Ejecutivo, el de Baja California, para sentar precedente y eternizar a AMLO en la Presidencia.
Esa maniobra fue fraguada y operada desde la Secretaría de Gobernación. A ella se la encargaron, y no pasó. La frenó la Corte. El país resiste.
Esta semana quisieron llamar a un periodo extraordinario de sesiones para, "entre otros" temas, entregarle al Presidente la facultad que tiene la Cámara de Diputados de aprobar el Presupuesto.
López Obrador quiso, mediante iniciativa de ley, que los diputados renunciaran a su función exclusiva en materia presupuestal y dejarle al Presidente la potestad de disponer de los recursos públicos como le venga en gana.
Los diputados de oposición (PAN-PRI-PRD-MC) votaron, en bloque, en contra, y lograron sumar a algunos diputados de Morena.
Adelante con las leyes del T-MEC, pero de ninguna manera para entregarle a un solo hombre, López Obrador, el poder que le corresponde al legislativo. México resiste.
Viene el golpe al INE, anunciado.
Otra vez Mario Delgado, y buena parte de su bancada, harán hasta lo imposible por dinamitar la autonomía del instituto nombrando a reventadores como consejeros, y así devolver al Ejecutivo la tarea de organizar y vigilar las elecciones.
Eso quiere López Obrador, cerrar el INE, vigilar él las elecciones. No va a poder, pues ni en Morena hay consenso para perpetrar ese asalto al órgano electoral. México resiste.
Al estilo Trump, aprendido de esa estrella polar de la maldad que fue su mentor, Roy Cohn, López Obrador cubre de calumnias a medios y comunicadores para minar su prestigio público y después, llegado el momento, aniquilar.
Muy pocos de los atacados por AMLO se han doblado, y un sector de la prensa sigue descubriendo las mentiras del régimen que oculta muertos y maquilla su chapucería sin precedentes en el manejo de la economía, la seguridad y el empleo. México resiste.
El PRI, que por viejo y por diablo sabe mucho, ya no corre a fundirse con Morena. Contra lo esperado, tampoco esta vez va a desaparecer.
El desprestigio de Morena y la manifiesta inercia totalitaria del Presidente de la República los ha hecho reflexionar, o dar un paso al frente.
Sus diez, doce o 14 puntos van a estar en las boletas para hacer alianzas con los partidos de oposición con los que llegue a acuerdos, según dijo su dirigente nacional.
El obradorismo va a maltratar al país y a los ciudadanos, pero se va a ir. Terminará su periodo y adiós.
La nación, en cambio, sobrevivirá. Lo ha demostrado en estos dos años funestos que ameritan bandera a media asta.
Pero México resiste.