Asombra que algunos se asombren porque la Cancillería mexicana haya dado el beneplácito a un militar golpista venezolano, nombrado embajador en nuestro país sin contar con la autorización del Congreso de su país.
Francisco Arias Cárdenas formó parte de la asonada militar de Hugo Chávez contra la democracia venezolana, y ahora viene como representante diplomático del gobierno de Nicolás Maduro, que ilegalmente gobierna ese país sudamericano.
Se cerró el círculo de nuestra postura respecto a ese régimen dictatorial: no somos neutrales, estamos con Maduro.
Digo que asombra que haya asombrados por esta acción del gobierno de México: las decisiones más importantes en política exterior (no confundir con política comercial), las toman los dos partidos gobernantes: Morena y el Partido del Trabajo (PT).
Cualquiera que conozca, así sea mínimamente, a Marcelo Ebrard, sabrá que es un hombre inteligente y que de ninguna manera comulga con esa dictadura atroz que se ha enraizado por la fuerza en Venezuela.
El problema es que Ebrard está pintado en la Cancillería. La influencia principal es de Yeidckol Polevnsky, líder de Morena, en acuerdo con su jefe político, el Presidente.
O para decirlo con una metáfora muy utilizada en las conferencias mañaneras en Palacio Nacional: Ebrard está de florero.
Lo usan para otras cosas, relaciones públicas, comerciales, protocolarias, menos para conducir la política exterior.
Bien lo decía ayer en estas páginas el ex canciller Jorge G. Castañeda: Ebrard pudo evitar dar el beneplácito a ese personaje impresentable que es el embajador de Maduro, pues nada obliga a dárselo ni a rechazarlo. Se pudo haber puesto frío y tiempo de por medio.
La respuesta fue diferente: aceptado, por escrito.
Bienvenido el embajador de un gobierno que se brincó su propia Constitución para mandarnos a Arias Cárdenas, ya que su nombramiento debió haber pasado por la Asamblea Nacional (Congreso) y no ocurrió así.
Más alineados con Maduro, imposible.
¿Y Ebrard? ¿Dónde está el canciller?
No tiene mayor peso en los temas sustantivos de la dependencia que formalmente está a su cargo.
Lo de fondo, como son las decisiones políticas en relación con Venezuela, no lo ve él, sino las cabezas de la coalición gobernante: Yeidckol y Anaya.
A Ebrard lo mandaron a comprar pipas a Estados Unidos para transportar combustibles al inicio de la "guerra" contra el huachicol.
¿No lo debió haber hecho personal de Pemex o de Comunicaciones y Transportes? Sí, pero fue el canciller, junto con la secretaria de la Función Pública y otros funcionarios.
Lleva la relación formal con Mike Pompeo, pero la cercanía del gobierno mexicano con la Casa Blanca está en manos privadas.
De los preparativos de la cena López Obrador-Jared Kushner el canciller no fue informado, sino hasta poco antes que se realizara y a la que acudió sin mayores antecedentes. Un florero, pues.
A México vino como invitado de la Secretaría de la Función Pública y del esposo de su titular, el ex ministro de Economía de Argentina, Axel Kicillof, a quien se le señala como uno de los artífices de la bancarrota en ese país que hoy a duras penas se levanta, con riesgo de recaer en noviembre.
¿Tuvo algo que ver en esa invitación el secretario Ebrard? Hasta donde sabemos, nada.
Al contrario. Mientras él hacía maromas para justificar la complacencia del gobierno de México ante la dictadura venezolana con el manto de la no intervención, la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, se despachó con una descalificación rotunda hacia el presidente de Argentina, electo democráticamente en un país con el cual tenemos relaciones diplomáticas.
A Ebrard le pasó de noche la exigencia de una disculpa del gobierno de México al rey de España. Nadie le pidió la opinión al canciller.
Entonces, ¿para qué esta Ebrard?
Marcelo ha sido, quizá, el mejor Jefe de Gobierno que ha tenido la capital del país. O sin el quizá. A pesar del resbalón de la Línea 12.
¿Por qué una persona con su capacidad y preparación acepta jugar el papel de florero en su área, las relaciones exteriores?
Decía el presidente Ruiz Cortines que en política hay que aprender a tragar sapos y sonreír.
A Ebrard lo veremos muy sonriente durante casi cinco largos años, hasta que se resuelva la candidatura presidencial de Morena.
¿Resistirá?