Uso de Razón

El General debería renunciar

El presidente mandó un mensaje a todos los periodistas que él detesta: Están marcados por el Ejército.

Pablo Hiriart

Uso de Razón

El viernes se rebasó una línea que nos marca el peligroso grado al que llega la militarización del país, al servicio de un proyecto político.

Usar al Ejército para amedrentar periodistas críticos es un exceso que va más allá del habitual desplante autoritario con que nos despierta todas las mañanas el presidente de la República.

Durante su conferencia del viernes López Obrador atacaba a Carlos Loret, y dijo que hace no sé cuántos años lo entrevistó sobre la compra de Agronitrogenados, en la que denunciaba corrupción. Y que al día siguiente el periodista tuvo en el estudio al director de Pemex, Emilio Lozoya.

"Por ahí está seguramente (la entrevista). Es difícil que se consiga ahora...", dijo.

En ese momento se levantó el general Luis Rodríguez Bucio, comandante de la Guardia Nacional, con una tablet en la mano y esa antigua entrevista de Loret a Lozoya, y se la entregó para que el Presidente siguiera atacando al periodista.

Lo del general Bucio no es eficacia, sino persecución.

¿Qué tiene que hacer un general de división, a cargo de la Guardia Nacional, en el marcaje a un periodista?

¿Por qué el general trae en su tablet las entrevistas de Carlos Loret de Mola?

Fue público. En cadena nacional para quien quisiera verlo.

Obvio que se trató de un mensaje a todos los periodistas que el Presidente detesta. Están marcados por el Ejército.

¿Muy críticos, muy valentones? Ahí está la tablet del general Rodríguez Bucio.

Lo que presenciamos es la creciente militarización para apuntalar un proyecto político. Se está pervirtiendo la función de los militares.

En el proceso de demolición institucional que está en marcha las Fuerzas Armadas también son víctimas, aunque ahora les pongan el cielo y las estrellas sobre su mesa.

Si faltaba una imagen de la cooptación del Ejército para el proyecto político de la 4T, ahí está la del comandante de la Guardia Nacional con una computadora en la mano y la información, al instante, sobre un periodista desagradable al Presidente.

El actual gobierno ha desnaturalizado el papel de las Fuerzas Armadas al sacarlas de sus tareas constitucionales y ponerlas al frente de grandes negocios que son manantiales de corrupción.

Pusieron al Ejército a construir un aeropuerto civil, para que salga más barato, dicen. Está mal, pero hasta ahí aparentemente no es grave.

Lo inadmisible, por peligroso e inconstitucional, es que el Ejército se haga cargo de la administración y comercialización de la que será la principal terminal aérea del país.

A los militares los hacen responsables de incautar drogas y grandes cantidades de dinero ilícito que se mueven en un aeropuerto internacional. A la vez, los militares van a administrar y en su caso concesionar las casas de cambio, hoteles, tiendas y aduanas de ese aeropuerto. No combina.

El Presidente les va a entregar el control de puertos y aduanas, que son de los mayores polos de corrupción en el país. (Nombraron a una civil como coordinadora de Puertos y Marina Mercante, pero las tareas estarán a cargo de los militares).

Aduanas, en los hechos, ya no será tarea de Hacienda, sino del Ejército.

El comercio exterior lo va a vigilar el Ejército, cuando es función de la Secretaría de Economía.

¿Qué tiene que ver todo eso con las tareas constitucionales de nuestras Fuerzas Armadas? Absolutamente nada.

El artículo 129 de la Constitución es claro: "En tiempo de paz, ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar".

Lo están violando olímpicamente.

El Presidente pone a las Fuerzas Armadas 'donde hay'.

Cuidado, porque el hábito no hace al monje.

La corrupción no la hace tal o cual uniforme, sino la oportunidad.

Desde luego que hay valores, pero no todos están hechos de la misma madera.

Con la desnaturalización de sus funciones tal vez tengamos, dentro de un par de años, a grupos de las Fuerzas Armadas que se corrompan y se amafien.

Van a administrar las aduanas, el aeropuerto de Santa Lucía, los puertos, vigilar flujos migratorios, construcción de más de mil sucursales de un banco, repartir fertilizantes...

¿Entendemos lo que eso significará para el país?

Cuando haya que regresarlos a sus deberes constitucionales, ¿se va a poder? Son las Fuerzas Armadas.

Y le deberán esos negocios –los que tienen un mayor potencial lucrativo– al proyecto que hoy gobierna el país y concretamente a su actual comandante supremo.

Para perseguir al crimen organizado, y someterlo, la Guardia Nacional no sirve.

Es una amalgama deforme de militares, que tienen una formación muy específica. Marinos, que tienen vocación diferente. Policías federales, con educación y adiestramiento completamente distinto. Y reclutas de nuevo ingreso que no tienen idea de nada.

Por eso estamos como estamos. Cada vez más copados por los ejércitos irregulares del narcotráfico, que a la vez lo son del secuestro, la extorsión, el crimen, e imponen sus propias leyes. Hasta uniformes e himnos tienen.

En lo que sí da respuesta rápida la Guardia Nacional –qué digo rápida, inmediata– es cuando el Presidente dice que sería complicado encontrar una antigua entrevista de un periodista al director de Pemex en la primera mitad del sexenio anterior.

Así es muy difícil hacer periodismo crítico. Con el aliento del Ejército (maneja la GN) en la espalda.

No se vale. Ellos son una fuerza armada.

Si hubiera un gremio unido, los periodistas estarían hoy pidiendo la destitución del general. Pero como no lo es, cuando mucho se le manda un abrazo a Loret o al agredido del momento.

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