Plaza Viva

Hablemos de la salud mental en México (II)

Estamos frente a un cambio de paradigma con respecto a la necesidad de poder vivir en una sociedad que atienda a la salud mental.

En la entrega pasada de esta columna abordamos la urgencia de atender la salud mental de la población como una obligación del Estado y no como un privilegio de unos cuantos. Ahora, ¿qué tipos de medidas podrían significar esto? Revisemos el contexto en el cual se vuelve aún más urgente la discusión de este tema, así como algunas propuestas que ya se revisan en otras latitudes.

Es complicado aún determinar los efectos que el Covid-19 ha tenido en la salud mental de la población. Las preocupaciones, angustias y dolores que brotaron con esta emergencia nos sugieren que las tendencias de padecimientos podrían haber crecido significativamente.

Un estudio hecho en España en los inicios de la pandemia mostró un incremento considerable en los padecimientos relacionados con la depresión. El estudio hecho por Juan Bueno-Notivol, entre otros autores, mostró que la prevalencia aumentó en casi siete veces. Es decir, el 25 por ciento de la población estudiada.

Por ello, una forma de orientar el trabajo público en la pandemia es considerar a la salud mental como un eje fundamental. Esto significa diseñar una estrategia nacional orientada a enfrentar los padecimientos que se hicieron más presentes en los últimos meses, tales como la ansiedad, la depresión, el duelo, las adicciones y la violencia. Ninguno de estos tópicos están cerca de ser simples y requerirían el trabajo interinstitucional.

Tal como se propone por parte del Ministerio de la Soledad de Japón, la mejor estrategia para poder incidir en estas problemáticas requiere de atención integral a la población. Esto incluye trabajo psicológico y psiquiátrico, acompañado de la creación o fortalecimiento de una red de apoyo familiar y comunitario, actividades físicas y culturales, así como acompañamiento remoto por parte de profesionales.

Para poder seguir estos pasos, nuestro país requiere de consultorios accesibles y cercanos para la población. Si bien es necesario el contar con centros dedicados especialmente a la atención psicológica, la realidad es que tan solo invertimos 2.0 por ciento del presupuesto de salud a la materia, lo que lo vuelve un objetivo difícil de cumplir en el corto plazo.

Por ello, en el proceso de lograr los recursos necesarios, una alternativa podría ser compartir la sede de los consultorios con infraestructura previa que se encuentra subutilizada, ya sea por la pandemia o por los turnos en los que esta atiende. Por ejemplo, espacios del sistema DIF, espacios culturales, oficinas o centros educativos que solo operan por las mañanas, entre una larga lista de otras opciones.

Una estrategia que permite un diagnóstico temprano es el acompañamiento psicológico recurrente a través de llamadas telefónicas o de plataformas virtuales. Esto permite que las y los pacientes puedan construir un trabajo estructurado en sus objetivos personales y clínicos. Este tipo de modalidad tiene distintos retos (acceso y privacidad son algunos de ellos), sin embargo permite que más personas puedan ser atendidas en las condiciones tan apremiantes que vivimos.

Acompañado de ello, es vital construir una estrategia desde las comunidades. Requerimos que en cada parque, centro vecinal o espacio educativo se instalen grupos de apoyo, conocimiento y de cultura de la atención psico-emocional. Este tipo de estrategias ya se han puesto en marcha en países como Reino Unido, con el objetivo de evitar la depresión, a través de la socialización y el autoconocimiento, en personas de la tercera edad que han perdido contacto con su familia.

Como podemos observar, buena parte de estas medidas no son excluyentes del trabajo de los gobiernos locales. Por el contrario: el acceso a espacios de recreación, deporte, cultura y ocio, permite que las políticas de salud tengan un mayor impacto en la población. Tampoco excluye los centros de bienestar para la comunidad estudiantil que podrían impulsar las universidades y centros laborales.

Estamos frente a un cambio de paradigma con respecto a la necesidad de poder vivir en una sociedad que atienda a la salud mental. Por este motivo es importante empezar a proponer y a discutir las medidas necesarias para lograr la salud integral que soñamos.

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