La Fiesta Está Viva

Olé Aloi

La plaza San Marcos en Aguascalientes fue el marco para una tarde soñada. Dos novillos buenos, sobrada preparación y mentalidad que, a todos, taurinos y público, nos hicieron soñar en que Bruno Aloi puede ser un torero importante.

Previo a la Feria de San Isidro en Madrid, la plaza de Las Ventas celebra algunos festejos. Entre los que destacan las novilladas que sirven para que el público aficionado conozca a los novilleros que vienen toreando por las provincias y que por méritos propios se han ganado un puesto para actuar en la plaza más importante del mundo.

El pasado domingo, 21 de abril, fue el turno del novillero mexicano Bruno Aloi, de ascendencia taurina por parte de padre y madre, hijo de Giovanni Aloi, matador de toros a caballo, y de Mónica Hernández, hija del ganadero de Rancho Seco.

Desde niño, Bruno soñó con ser torero, como cualquier infante que tiene acceso a un capote o una muleta, al toro en el campo y a sentir el bufido de una becerra en brazos de su padre o pie a tierra, como es el caso.

Hace un par de años emprendió la aventura de hacerse torero en España, viajó a la escuela de Madrid y como es sabido no todo es oro, la frialdad de compañeros y entorno fue la primera prueba que, en el caso de Bruno, fue el primer acicate para no cesar con absoluta entrega en hacer lo que hiciera falta para convertirse en el torero que sabe puede ser.

Sacrificio, soledad, dureza. Festejos sin caballos en el Valle del Terror madrileño, con novillos casi toros, duros, de ganaderías de poca monta y que exigen el carnet de quien en verdad desea ser alguien en los toros.

Llegó el debut en México y la plaza San Marcos en Aguascalientes fue el marco para una tarde soñada. Dos novillos buenos, sobrada preparación y mentalidad que, a todos, taurinos y público, nos hicieron soñar en que Bruno puede ser un torero importante.

Hace una semana participó en la novillada de la feria, ahí, en Aguascalientes y la espada le privó del triunfo. Lecciones del toreo, no solo basta con tener valor, saber torear, querer ser, también se requiere una espada certera y mucha suerte.

Una semana después, otro sueño cumplido, una apuesta fuerte a una carrera bien llevada en la que por los tiempos que corren ya no es posible llegar a Madrid con 70 novilladas, ahora se llega el día que te ponen y pasas por el escrutinio de un público que puede llegar a ser intransigente e incluso miope para valorar y reconocer lo que en el ruedo acontece. Les pasa a novilleros y figuras, el rasero es el mismo.

Bruno sabe lo que quiere y está dispuesto a andar el duro camino que supone solo intentarlo. Estar anunciado y hacer el paseíllo ya es un triunfo, se mueven hilos, se apuesta. Tarde primaveral de clima agradable, poco viento y en los corrales más que una novillada, una corrida de toros del campo bravo albaceteño, Los Chospes envió un encierro sumamente serio, habiendo tres castaños que pudieron lidiarse de toros sin problema en San Isidro.

Sergio Rodríguez, quien pronto se convertirá en matador de toros, tuvo en suerte al único novillo que embistió por derecho en la muleta, estuvo oficioso y por momentos artista con el cuarto, al que de haberle matado bien le tenía la oreja cortada, seis pinchazos y todo quedó en una salida al tercio.

Mario Navas apunta formas, tiene tipo de torero antiguo y buen concepto del toreo. Su lote fue imposible y el segundo, con peligro, le echó mano un par de veces, propinándole severas volteretas de las que con raza volvió a la cara de los novillos. Debe afinar la espada.

Bruno Aloi hizo el paseíllo con paso firme. Durante la tarde demostró seguridad y soltura. Gran afluencia mexicana en los tendidos. A su primer novillo le recibió con suaves lances de tanteo, cuando se estiró a la verónica, el mansurrón burraco le arrolló por el pecho, gracias a Dios sin herirle. Enrabietado volvió a la cara del astado y le sometió con suavidad y firmeza. Brindó al público, calculo unos 8 mil espectadores que mostraron interés por la actuación del mexicano que serio, pero con actitud de novillero, estuvo siempre queriendo.

Faena de muletazos limpios, de trazo poderoso que de inmediato caló en los tendidos, pero que provocó que el manso se rajara y dejara de embestir. Pinchazo y entera para saludar en el tercio.

El sexto fue un castaño serio que con el capote embistió con fuerza, más con los pechos que con los pitones. Bruno entendió que el arrollón del primero fue con similar actitud y lanceó con amplitud para que el novillo se fuera entregando.

Brindis a su señor padre, agradecimiento al apoyo y reconocimiento a la exigencia de saber ser en esta señorial profesión.

Inicio muy torero por bajo, doblones templados, sometiendo al novillo a seguir el trazo sin tocar la muleta. Pulcritud, estructura y actitud ante la mansedumbre de un astado que al sentirse podido dejó de embestir en las cercanías. Arrollando más en la distancia media que aprovechó, Aloi, para provocar la embestida al inicio de las tandas. Silencio de interés y análisis por los ultras de los tendidos soleados. Respeto y aceptación ante un novillero que ha demostrado que en él hay un torero. Estocada entera, petición y un juez que no se ha distinguido nunca por entender de esto. Vuelta al ruedo y la satisfacción del deber ser cumplido.

No fue la tarde soñada, no. Un lote infame con el que ha estado muy bien. Aquí hay una realidad de novillero, con actitud, seriedad y la firmeza necesaria. Madrid ha dicho sí. Se ha sumado experiencia y se ha demostrado que hay con qué. El tiempo dirá. Hay torero.

COLUMNAS ANTERIORES

Lo de Juan
Sevilla, la feria del toro

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.