La Fiesta Está Viva

Cara y cruz

Hoy, gracias a Dios y a los médicos taurinos, Isaac Fonseca está fuera de peligro, con un cornadón de miedo, pero con el honor intacto, revalorizado como torero y con el respeto de propios y extraños.

Isaac Fonseca, matador de toros moreliano, ha dado el pasado domingo una gran tarde de toros en Madrid. Con la verdad del toreo en todas sus aristas, dentro y fuera del ruedo. Desde el sacrificio, la vocación y la entrega a una forma de vivir, hasta la posibilidad de crear arte ante un toro bravo, hermoso y bueno de verdad del hierro de Pedraza de Yeltes en la plaza más importante del mundo, para minutos más tarde verse colgado de un pitón del toro cinqueño del hierro de Torrestrella, que no permitió el arte y que solo buscó cobrar la osadía del intento.

Del moreliano llevo yo diciendo, escribiendo y pensando desde su alternativa, que detrás de la absoluta entrega, disposición y gran valor que se requiere para jugarse la vida sin tapujos, hay un hombre cuyo concepto taurino es bueno, que sabe torear y bien.

Acto que demostró en la lidia de ese gran toro al que cuajó con el capote, con lances por bajo, llevando bien al toro y rematándolo con soberbias medias verónicas. A muchos sorprendió, a mí la verdad no, sin embargo, lo que me alegra es que en este momento de su carrera no renuncie a la entrega, pero ahora ya en busca del bien torear, que lo sabe y lo siente. De hecho, para alcanzar esto último es fundamental llevar el tanque lleno de lo primero.

La cuadrilla en el tercio de banderillas estuvo cumbre, el capote fue una delicia y los tres pares de banderillas tuvieron magnífica ejecución. Preámbulo de calidad torera y grandes embestidas por el bravo y enclasado toro colorado.

La faena de muleta fue ejecutada con pulcritud, con gran temple y aprovechando las cualidades del toro que, insisto, fueron muchas y por eso mismo exigía hacerle las cosas bien y estar a la altura, cosa que Isaac logró con creces. Los pesados del 7 y ahora tristemente anexos, callaron, quieren a Fonseca hay que decirlo, pero aceptaron la nueva propuesta taurina que es la que verdaderamente puede llevar al michoacano a un sitio privilegiado, porque para funcionar en esta dura y complicada vocación de torero, el valor es requisito fundamental pero lejos de ser lo único necesario.

El toro embistió de categoría y así lo toreó el carismático moreliano. Con la mano baja, perdiendo los pasos justos para ligar los pases con ritmo, llevar al toro metido en los vuelos de la muleta por bajo y acompañando con el cuerpo encajado en los riñones y muy entregado, como hay que estar para torear bien.

Por la derecha resultaron series de buen trazo, temple y dimensión. Con la izquierda crujió Madrid por naturales. Si el toro era bueno por la diestra, por el pitón izquierdo fue aún mejor y ahí se rompió Isaac y terminó por cuajar el toro en muletazos de frente, con pausa entre pase y pase, pero con ritmo en la ligazón, cosa sumamente complicada en el toreo.

Con la faena hecha, no había necesidad de eternizarse en la cara del toro, se fue por la espada, con paso seguro y con la satisfacción y placer incluido de haber cuajado a un toro en Madrid, así lo digo y así lo pienso, ante la rotundidad de su toreo.

Montó la espada y se fue tras ella dispuesto a darle al toro el honor a su bravura y gran clase. En todo lo alto quedó el acero y el bravo ejemplar se entregó al puntillero para recibir gran ovación en el arrastre. Olé por ese gran toro.

Una oreja de peso, sin objeción alguna, vuelta triunfal y media Puerta Grande abierta con todas las de la ley.

Salió el sexto de la tarde, un marrajo feo de tipo, pitón negro y embestida traicionera desde el inicio, yendo sin querer ir, sucumbiendo al poder del buen trato capotero, de la suavidad ante la violenta embestida, del buen trazo ante el recorrido engañoso del bruto que fingió entregarse al mismo tiempo que medía la oportunidad de cazar a su presa. No es crítica al toro, estos animales están llenos de temperamento y poder, a veces se entregan y a veces se defienden.

Al rematar la segunda tanda de la muleta, ya sintiéndose podido, renunció a entregarse al buen trato y se frenó antes de embestir al pase de pecho, midió y prendió por la espalda a Isaac a medio muletazo de pecho, lo levantó dramáticamente para traerlo como guiñapo colgado del pitón y en un segundo derrote meterle el pitón por la espalda.

El drama del toreo, la verdad rotunda que a muchos molesta del toreo. Vida y muerte.

Hoy, gracias a Dios y a los médicos taurinos, Isaac está fuera de peligro, con un cornadón de miedo, pero con el honor intacto, revalorizado como torero y con el respeto de propios y extraños.

Pronta recuperación a Usted torero, la tarde de Madrid el domingo dos de junio, ha sido de torero grande.

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