La Fiesta Está Viva

Torero milagro

El matador José Alberto Ortega vivió en carne propia la dura cara de la moneda que dan los toros: gloria y cornadas.

A principios de año, el 10 de febrero, para ser exactos, el mundo del toro sufrió un duro encontronazo con la realidad y crudeza del toreo. Sabemos que la tauromaquia es una actividad cultural donde la vida cobra un especial sentido por el simple hecho que, en cada tarde de toros, ronda la muerte. La lucha artística, el encuentro de dos voluntades, el valor y la bravura, lejos de chocar, estas dos fuerzas se unen para generar la magia del toreo, la estética, la emoción, en resumen: el arte.

Gracias al valor acompañado de la inteligencia, el sacrificio recae por lo general en la muerte del toro, animal idolatrado por nosotros los taurinos, el animal más bello del planeta, cuyos valores y cualidades se han venerado desde tiempos ancestrales y que hoy, tristemente, tiene la amenaza de su extinción por quienes dicen protegerlo. Un absurdo de nuestros tiempos.

Aquella tarde tlaxcalteca, en el ruedo de la bellísima plaza El Ranchero Aguilar, un hombre perteneciente a una de las dinastías más importantes del toreo que tiene México, los Ortega, vivió en carne propia la dura cara de la moneda que dan los toros: gloria y cornadas.

Se fue a la puerta de chiqueros a recibir a su segundo astado. El de Barralva salió con poder, llevándose por delante al matador José Alberto Ortega, infligiéndole tremenda cornada en la cara. Entrando el pitón entre el mentón y la oreja derecha. Escenas espeluznantes, dramáticas.

Se temió por su vida. Sacrificio que todos los toreros están dispuestos a aceptar a cambio de la gloria de su vocación. La muerte para enaltecer la vida. Esto parece hazaña de otros tiempos.

Apenas había tomado la alternativa Alberto hace unos meses en Huamantla, y el toro le recordó que su pasión puede costarle la vida. Días y semanas de angustia terrible, si los que lo conocemos y el medio taurino estuvimos consternados y con la terrible angustia de poder comprobar que el toro puede matar. No me imagino su familia. Hijo del matador de toros del mismo nombre, sobrino del matador Rafael Ortega QEPD, en su familia hay matadores, picadores, apoderados, transportistas, empresarios, artesanos, en fin, en cualquier rubro profesional taurino hay un Ortega. Grandes profesionales, serios y educados.

Si bien la familia entera conoce a fondo el toreo, lo vivido con José Alberto los llevó al límite. La tauromaquia es también fe, y en manos de Dios y sin duda de los médicos, la familia Ortega y la familia taurina encomendamos la vida y el futuro de Alberto.

Pasaron los días, las semanas y los meses. Como suele suceder, el percance se fue diluyendo en el inconsciente colectivo pero la lucha no cesó. Con férrea voluntad y valor, Alberto emprendió una dura rehabilitación física y psicológica. Sin vender el drama, con torería y honor.

Hace unos meses, Feria Toro y MDT anunciaron la feria taurina de Tlaxcala 2024. Con gran alegría e ilusión vimos que Alberto Ortega está programado para este sábado, 9 de noviembre, a las 4:30 pm en un cartel de lujo. No era para menos, recompensar en lo posible el sufrimiento y entrega de este hombre. Enhorabuena al equipo de Feria Toro y MDT por este gesto y por brindarle la grandeza al toreo que nosotros, los mismos taurinos, debemos siempre procurar.

Reaparece José Alberto al lado del más grande rejoneador de la historia, el maestro Pablo Hermoso de Mendoza, en su gira de despedida de las plazas que no pudo hacerlo a principios de año. A pie Alberto sostendrá un mano a mano con el michoacano Isaac Fonseca para despachar seis toros de la centenaria ganadería tlaxcalteca de Rancho Seco. Lujo en todo para esta tarde de feria.

El camino ha sido duro, no me cabe duda. Tuve la oportunidad de entrevistar a Alberto para Tiempo de Toros en el espacio televisivo de esta casa y me sorprendió su aplomo y madurez. Con 26 años de edad, este hombre sabe perfectamente que si Dios le permitió seguir con vida es para cumplir su sueño de vivir entregado al toro como lo ha hecho desde su nacimiento. Con infinito agradecimiento a los médicos que le salvaron la vida y le permitieron vivir con mínimas secuelas físicas, Alberto sabe y confía en sus condiciones, de las que me permito aclarar son muchas, como torero. Cuenta con lo más importante que es el valor, sabe torear, lo interpreta con gusto y siente lo que hace. Suerte para Alberto, quien ha superado una de las pruebas más duras que presenta el toro. Ahora toca que éste le recompense y, seguro estoy, así será.

Para rematar, tenemos nuevo matador; hace una semana le dediqué esta editorial a Tarik Othón, hoy flamante matador de toros a caballo, quien está destinado a convertirse en máxima figura del arte de Marialva en nuestro país. Su actuación en Juriquilla, en noche de gran gala, fue superior en lo taurino. Valor, buena monta y personalidad, una cuadra extraordinaria y la vocación de convertirse en figura.

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