La Fiesta Está Viva

Ahora nos toca

Al aficionado a los toros se le presenta un reto que antes no existía, hoy mucho depende de él la promoción de la Fiesta, escribe Rafael Cué.

Las novilladas en la Plaza México son el preámbulo de la Temporada Grande. Por reglamento, la empresa en turno tiene que dar 12 novilladas previas a la inauguración de la Temporada; este año han comenzado a mediados del mes de septiembre, la razón no ha quedado del todo clara, ya que pasaron las semanas y la ventana para poder dar 12 festejos antes de las corridas era cada vez más corta.

Se aprovechó el "puente patrio" —15 y 16 de septiembre— para las primeras dos novilladas, con resultados artísticos esperanzadores. Hay muy buenos novilleros mexicanos, unos hechos aquí y otros en España. Ha triunfado Miguel Aguilar, uno de los mejores prospectos que tenemos (que por cierto repite el próximo domingo), y también cortó una oreja este pasado domingo José María Mendoza, que desde su debut sin caballos dejó un estupendo sabor de boca por sus finas maneras y temple natural.

En una apuesta por intentar encontrar espacios no sólo los domingos, la empresa ha programado para este fin de semana festejos en viernes por la noche y en domingo, lo que se me hace un acierto al intentar encontrar un nicho donde nuevos aficionados jóvenes puedan ir a la plaza un viernes en la noche, disfrutar de la novillada y departir con sus amigos al iniciar el fin de semana.

En varias ciudades de este país los nuevos horarios y días de festejos han funcionado, como es el caso de Puebla, que bajo la operación de la familia López Lima instituyó los viernes de toros, siendo un éxito rotundo pasado no mucho tiempo de su implementación.

Lo mismo ha hecho San Luis Potosí y Monterrey, con éxito en taquilla. Ahora se nos presenta en la Ciudad de México la oportunidad de experimentar en nuevo día y horario para un espectáculo profundamente arraigado en nuestra cultura e identidad.

Los tiempos han cambiado, la sociedad moderna está desorientada, los valores parecen ser cosa del pasado y padecemos en el presente la falta no sólo de identidad, sino el hueco enorme de no tener claro que el respeto es parte fundamental de la sana convivencia entre los seres humanos.

Al aficionado a los toros se le presenta un reto que antes no existía, hoy mucho depende de él la promoción de la Fiesta. En otras épocas era la empresa quien se encargaba de promocionar los festejos, al estar la tauromaquia tan dentro de la sociedad, no era complicado lograr buenos resultados, siempre y cuando se utilizara un mínimo de sentido común taurino.

La realidad actual nos compromete a hacer un esfuerzo extra, no sólo de ir a la plaza y pagar un boleto, sino de promocionar y presentar la cultura de la tauromaquia a quienes por alguna razón no la conocen de primera mano. Ilógico sería pedir llevar a un antitaurino, nosotros sí respetamos sus gustos; lo que propongo es que llevemos a gente que no es taurina ni "anti" a la plaza de toros y que experimenten las emociones que sólo en la plaza se pueden vivir.

Para esto las novilladas son un escaparate ideal, el acceso es económico, pues se puede entrar por 70 pesos, y niños menores de 12 años entran gratis. El toreo en los festejos menores se vive en un estado virgen, el que los toreros no tengan el oficio consumado brinda al espectáculo un extra de emoción. Aquí nacen los ídolos, pero es difícil que surjan sin mucha gente en los tendidos. El eco de la tauromaquia aumenta con los aficionados emocionados en sus butacas.

Hoy toca trabajar doble, es así y lo debemos asumir, ya no basta con ir a la plaza y disfrutar, eso es un gusto y un privilegio, ahora para sentir aún más nuestra la Fiesta debemos llevar gente, no para beneficio exclusivo de la empresa, ellos deben hacer su labor de promoción, sino para demostrar que el amor y pasión por la tauromaquia no se queda en dichos, más bien en acciones.

La Fiesta es de todos y todos debemos trabajar por ella. Nos vemos ahí el fin de semana, estoy seguro de que viviremos emociones únicas; los carteles son variados, las ganaderías buenas y el momento irrepetible.

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