La Fiesta Está Viva

Amar el toreo

Dentro de este universo de personajes, ricos y diversos en forma y fondo, se encuentran hombres y mujeres que llevan más allá la cultura de la tauromaquia.

Existen aficionados a los toros, profesionales del toreo, público que goza de ir a un festejo ocasionalmente, artistas y periodistas; dentro de este universo de personajes, ricos y diversos en forma y fondo, se encuentran hombres y mujeres que llevan más allá la cultura de la tauromaquia, simplemente aman el toreo, ¿cómo identificarlos? No es complicado, de entrada respetan, incluso lo que no les parece y con lo que no están de acuerdo. Son partidarios de uno u otro torero, pero respetan al máximo al torero que menos les guste o el concepto de bravura que no sea el suyo.

Esto abre la deliciosa posibilidad de hablar de toros, conversar, exponer ideas y narrar anécdotas e historias con el toque de exageración natural de un arte que mueve tantos sentimientos, como el miedo, la admiración, y el placer infinito de torear o ver torear bien desde una becerra en el campo, hasta un toro en la plaza.

El fin de semana tuve la oportunidad de gozar y convivir en sana distancia (con absolutamente todas las medidas sanitarias recomendadas) con amantes del toreo. La legendaria ganadería de La Punta —cuya grandeza ha sido rescatada por la familia Vaca y un grupo de buenos aficionados al toro, desde hace 20 años— fue la cede de un encuentro basado en la amistad (de varias décadas en algunos casos), cuyo común denominador es amar el toreo.

Patricio Pons y Carlos Allende, dos de los mejores aficionados prácticos del planeta de los toros, tenían planeado este 2020 ir a torear un festival en abril a Sevilla, para lo cual habían programado torear a puerta cerrada novillos del hierro zacatecano de Pozohondo como preparación. Al no poder llevar a cabo el plan trasatlántico, decidieron hacer de esa preparación un festival entre amigos a puerta cerrada en el mítico tentadero punteño en cuanto las condiciones sanitarias lo permitieran.

Amar el toreo es hacer las cosas con respeto a las tradiciones. Christian Guerra e Iker Cué completaron un cartel donde dos generaciones se unieron para demostrar que la Fiesta está viva y que el toreo une familias y amigos.

La imposibilidad de asistir a una plaza de toros y disfrutar de un festejo formal ha incrementado las ganas de vivir la experiencia que antes dábamos casi por hecho. Por eso los que tenemos la suerte de poder ir al campo somos privilegiados y quiero en estas líneas intentar transmitir a usted, amigo lector, las emociones que emanan de amar el toreo desde la intimidad del campo bravo.

Durante la tarde del sábado gozamos, toreros e invitados, de la puesta en escena del verdadero amor al toreo, un festival llevado a cabo con respeto, donde Patricio Pons cuajó un buen novillo de Pozohondo, demostrando que el torero que soñó ser cuando era novillero, hoy lo es desde la visión y actitud del aficionado práctico serio. El toro a todos nos da lo que podemos ser, es de hombres aceptarlo y vivirlo en plenitud. Gracias, "Pato", por el brindis, palabras sinceras de quien se convierte en hermano por el hecho de amar el toreo.

Carlos Allende es un hombre al que admiro desde hace años: amigo, exitoso profesional y ejemplar padre de familia. La amistad nació hace décadas por el gusto de torear, y con él tuve el honor de alternar en muchos festivales tiempo atrás. Carlos se llevó el novillo más serio, que además fue áspero y con el que no cualquier aficionado práctico hubiera estado bien. Con actitud de torero se impuso y nos emocionó la entrega y verdad de jugársela por la necesidad de sentir el toreo, por tanto amar el toreo. ¡Chapeau, Carlos! El buen aficionado práctico tiene mucho de torero y tú lo has demostrado una vez más.

Christian Guerra gozó por la vía del placer de torear un gran becerro, propiedad de otro estupendo aficionado y amigo hidrocálido, Gustavo Granados. Disfrutó y nos hizo sentir la emoción de ver embestir muy por abajo, con ritmo en las patas al son y velocidad de una muleta arrastrada por la emblemática arena del tentadero punteño.

El toreo es una eterna lección de vida. En el caso de Iker —que como se imaginará, es mi hijo, y no voy a alargarme en ese sentido porque ya conoce usted el viejo refrán taurino: "es peor un torero con papá, que una puta con mamá"—, su becerro fue manso, y en honor a su actitud de incipiente aficionado práctico de la siguiente generación, hizo lo que tenía que hacer y lo hizo bien; lo primero: le brindó a su madre con bellas palabras, es de bien nacido ser agradecido y con eso me doy por servido.

El día se remató con una comida bajo el majestuoso árbol central del patio de la hacienda, donde hablamos de toros, con amor y respeto, y brindamos por la salud de todos y en honor a esta gran amistad fundada y fundida por el hecho de amar el toreo.

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