Joe Biden, un gran veterano con 47 años de carrera en Washington no tuvo curva de aprendizaje ni en el ámbito interno ni en el internacional. Aunque ha gobernado por nota durante sus primeros seis meses en la Casa Blanca, los republicanos, en la oposición, no lo aceptan ni lo aceptarán.
En sólo 50 días le arrancó al Congreso un paquete de ayuda con el cual logró que 158.3 millones de personas (47.7 por ciento) estén completamente vacunadas contra el Covid-19 y que otros 183.2 millones (55.2 por ciento) recibieran al menos una dosis (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, CDC por sus siglas en inglés).
La estrategia de vacunación masiva no sólo ha sido clave para mejorar la salud pública, sino también para impulsar la economía estadounidense, pues de acuerdo con datos del segundo cuatrimestre de este año, está creciendo a más de 7 por ciento, por lo que se está convirtiendo en el motor más importante del crecimiento global (Federal Reserve Bank of Atlanta).
En lo internacional está reconstruyendo aceleradamente la red de alianzas con el llamado Grupo de los 7 (las siete economías de occidente más ricas –Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y España–); con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y con la propia Unión Europea. A estos grupos les queda claro que Washington está de regreso y que está planeando fortalecer sus vínculos para enfrentar a Rusia, como el mayor peligro, y a China, como el nuevo rival económico y estratégico del capitalismo occidental.
Sin embargo, los triunfos de Biden y su impacto en el bienestar del país vecino no cuentan. Haga lo que haga el presidente demócrata, los republicanos lo seguirán combatiendo como el enemigo público número uno. Aunque le dio la vuelta a la pandemia y a una economía con una enorme tasa de desempleo, su popularidad no pasa de 55 por ciento. Es decir, la coalición Biden tiene un respaldo de 53 por ciento del electorado y la coalición republicano-conservadora –y aún bajo el liderazgo de Donald Trump– de 47 por ciento.
Según el encuestador demócrata Mark Mellman, “la división entre ambos partidos ha hecho a nuestro sistema tan esclerótico que es muy poco responsivo a los cambios en el mundo real (NYT, 4 de julio)”. Lo único que les importa a los republicanos es recuperar el poder. Su agenda de corto plazo es ganar la elección de medio término en noviembre de 2022 y hacerse del poder en ambas cámaras para frenar el ambicioso activismo gubernamental de Biden. El fracaso del presidente pavimentará el camino a su objetivo de largo plazo –regresar a la Casa Blanca en la elección de noviembre de 2024.
El tema más importante en la agenda legislativa republicana no es la recuperación económica ni la salud pública, es una apuesta por suprimir el voto de las minorías. En síntesis, persiguen una agenda que está corroyendo la democracia con tal de asirse del poder. Ian Bremmer, el brillante director del Grupo Eurasia, considera que hay tres elementos que inciden en esta división: el racismo, la naturaleza del capitalismo y los medios de comunicación.
Los grandes avances para incorporar a la minoría negra a la sociedad se dieron hace ya casi seis décadas, durante la presidencia de Lyndon B. Johnson. Sin embargo, el movimiento ‘Las vidas negras también cuentan’ (Black Lives Matter), que explotó literalmente durante la pandemia, demostró que los negros y los latinos, ahora la primera minoría racial en cuanto a números, están lejos de incorporarse plenamente a la sociedad. Más aún, resulta que los blancos sin estudios y que viven en zonas rurales se sienten gravemente amenazados por la nueva demografía. De manera que los blancos empobrecidos se han ido a refugiar masivamente al trumpismo, mientras que los negros al Partido Demócrata, en especial, el ala radical de ese partido, bajo el senador de Vermont, Bernie Sanders y la diputada federal por Nueva York, Alexandra Ocasio-Cortez.
El capitalismo, según Bremmer, genera enormes montos de riqueza, pero una desmedida inequidad en el ingreso y en las oportunidades. Si a esto le sumamos el desplazamiento de trabajos manuales por la automatización y la inteligencia artificial, tenemos un enorme número de afectados. Las minorías se refugian en el ala radical del Partido Demócrata y los blancos empobrecidos en el trumpismo.
Finalmente, los medios de comunicación han tomado abiertamente partido: o liberales-demócratas; o conservadores-republicanos. En CNN, campeón de la causa liberal-demócrata, todo es opinión a favor de Biden. Fox News, campeón conservador, apoyó decididamente a Trump sin inhibiciones. Sus dos presentadores más populares, Sean Hannity y Tucker Carlson, se ostentan como amigos personales y partidarios de Trump. Ahora bien, en la radio y en las redes sociales, la polarización es aún más tajante. O estás conmigo o eres mi enemigo.
La división tajante del electorado en nuestro vecino del norte está siendo un dique de contención para la agenda progresista de Biden y su ambición de dotar al país de la infraestructura necesaria para el resto del siglo 21. Más aún, tiene la capacidad de mermar drásticamente a la democracia más acabada del planeta.
Los problemas del vecino deben ser una llamada de atención para México. ¿Hasta cuando AMLO va a insistir en su credo polarizante? ¿Todos los gobiernos anteriores son corruptos y mafiosos? ¿Hasta cuándo la oposición va a dejar de atacar frontalmente a AMLO y crear una narrativa alternativa?