El número de detenidos por la Patrulla Fronteriza en el año fiscal 2020-2021 rompió todos los récords: 1.73 millones. El año más cercano a eso fue 2000, 1.6 millones.
Tres reflexiones al respecto.
Primero, la crisis de migrantes de la frontera se ha convertido en un tema de política interna y electoral de Estados Unidos.
La mayoría de las organizaciones pro migrantes, tanto en México como en Estados Unidos, está peleando la batalla y olvidando la guerra. La batalla de ellos es que la administración Biden admita a todos o bien a la mayoría de los que llegan a la frontera México-Estados Unidos.
El récord de aprehendidos es kriptonita pura para la intentona del gobierno demócrata de Joe Biden de mantener su mayoría legislativa en ambas cámaras en la elección de noviembre de 2022. Más aún, le pavimenta el camino a la reelección de Donald Trump, quien desde luego es presentado como el hombre con las agallas para levantar el muro fronterizo y enviar a la Guardia Nacional a impedir “la invasión” de las caravanas migrantes.
Fox News y los sitios de noticias conservadores están alborotando el gallinero: nos invaden.
Biden cambió la narrativa al llegar a la Casa Blanca –daremos un trato humano al migrante y vamos por la reforma migratoria integral–. Es decir, ofreció la mano y los coyotes y demás asesores de migrantes le tomaron el pie. Han llegado en grandes números. La Casa Blanca y el Departamento de Seguridad Interna (Homeland Security) no supieron qué hacer ante la tormenta y su respuesta ha sido incierta, por decir lo menos: unos entran, otros son deportados y que México ayude a filtrar.
A final de cuentas, lo que estamos observando es un endurecimiento de la administración Biden hacia la migración y todo apunta a que el nefasto programa Quédate en México o Protocolos de Protección al Migrante viene de regreso.
Segundo, la frontera México-Estados Unidos está conectada con el bienestar del continente americano e incluso del mundo. Como bien argumenta Andrew Selee, los grandes flujos de migrantes en las Américas no son los del Triángulo del Norte de Centroamérica –Guatemala, El Salvador y Honduras–. Provienen más del sur: más de un millón de haitianos viven en otros países del continente, cinco millones de venezolanos han sido desplazados y más de medio millón de nicaragüenses están en Costa Rica, y una parte sustantiva de todos estos contempla a Estados Unidos como destino final.
El secretario de Estado, Antony Blinken, ha llamado a ver el fenómeno como un tema continental en una conferencia en Colombia sin precedente, pues ese país alberga casi 2 millones de venezolanos desplazados.
Si uno revisa la procedencia de los 1.7 millones de detenidos, lo más sorpresivo es que casi una tercera parte no proviene ni de Centroamérica ni de México, sino del resto de mundo. Es decir, Blinken está en lo cierto, pero también las cadenas de traficantes de personas operan globalmente y cada vez hay más migrantes extracontinentales en nuestras fronteras.
Tercero, la migración es el tema más estudiado de la relación México-Estados Unidos, pero carecemos de un instrumento de medición de los flujos en la frontera. Es decir, nos vemos precisados a utilizar el dato de la Patrulla Fronteriza, que ahora no habla de arrestos sino de “encuentros”. Y desde luego se esconde el dato de reincidencia.
Los 1.73 millones son eventos, no personas. Un funcionario del Instituto Nacional de Migración me confiaba que, en un solo día, deportaron tres veces a la misma persona. Esto es, el récord del año fiscal 2020-2021 está súper inflado. Calculo que por lo menos en un 50 por ciento. Sin embargo, no hay manera de contener las críticas de Fox News –Biden está provocando la mayor invasión en la historia–.
La administración Biden no ha escondido su necesidad de que México filtre a los migrantes en tránsito. Y el gobierno de AMLO lo hace, en ocasiones con convencimiento y otras a regañadientes.
México reacciona porque no hemos sido capaces de desarrollar una visión migratoria propia. Sin esa construcción propia seguiremos siendo veleta tanto de Trump como de Biden.