Apuntes Globales

Las tecnocompañías y el nuevo (des) orden global

Estamos asistiendo al final de la ‘pax’ Americana: el largo periodo de casi ocho décadas, generado por el orden liberal impuesto por Washington.

Para el embajador Enrique Escorza, quien se nos adelantó. Descansa en paz, amigo generoso y gran conocedor de Estados Unidos, China y la tecnología.

El orden global que empieza a emerger al acercarnos al primer cuarto del siglo 21 es más bronco y fragmentado.

Estamos asistiendo al final de la pax Americana: el largo periodo de casi ocho décadas, generado por el orden liberal impuesto por Washington, que permitió un periodo de paz y prosperidad sin precedente. Desde 1945 no hubo guerra en Europa. Esto es lo dramático de la invasión de Rusia a Ucrania.

Nos aproximamos a una nueva bipolaridad. Estados Unidos-China. Nuestro vecino del norte, abdicando a su liderazgo global, y China, más autoritaria y centralizada, abiertamente buscando desarrollar un marco institucional alterno al liberal.

El trumpismo, movimiento aislacionista-nacionalista, se ha apoderado del Partido Republicano, que tradicionalmente impulsaba la apertura de mercados y la globalización. De manera que el consenso bipartidista que permitió el liderazgo norteamericano durante la guerra y pos Guerra Fría (1945-2022) explosionó. El interés nacional ya no impera en los asuntos de paz y guerra. La seguridad nacional se politizó.

China aprovechó el trumpismo para fortalecer la línea autoritaria del Partido Comunista, encumbrando a Xi Jinping como dictador y fortaleció, de paso, su alianza con el enemigo declarado de Estados Unidos, Vladímir Putin, de Rusia.

Una de las escasas continuidades en seguridad nacional entre Biden y Trump es el antagonismo con China, que se ha transformado en un competidor estratégico en todos los frentes.

Esto explica el rompimiento del matrimonio por conveniencia que formaron las economías de Estados Unidos y China desde 2000. En Estados Unidos se refieren a este proceso de separación como “el desacoplamiento”.

Para complicar el surgimiento de un nuevo mundo bipolar hacia 2025, ha emergido un nuevo actor global –las grandes compañías de tecnología– que ostenta un poder que difícilmente puede ser neutralizado por la soberanía de los Estados-nación.

Algunos analistas del entorno global, como Ian Bremmer, director del Grupo Eurasia, han denominado este poder de los grandes conglomerados tecnológicos como tecnopolarización. Es un mundo virtual y alternativo, el ciberespacio, donde los actores dominantes son compañías transnacionales.

Elon Musk, como nadie, ilustra el poder de estos nuevos actores globales tecnológicos.

El hombre más rico de la Tierra (más de 200 mil millones de dólares) detenta un poder insospechado hace una década.

Una de sus compañías, SpaceX, tiene en órbita cerca de 3 mil satélites. Estados Unidos, quien le sigue, no llega a mil. Los satélites de Musk, por ejemplo, le han permitido al Pentágono asistir en tiempo real al Ejército ucraniano, lo cual explica algunas de las derrotas a la Rusia invasora.

Musk y sus programadores y científicos no sólo han desarrollado los vehículos espaciales más sofisticados y la compañía más importante de Occidente de electromovilidad –Tesla–, sino que recientemente se hizo, por 43 mil millones de dólares, de la red social más influyente del mundo: Twitter.

Para que no haya duda del poder de Musk, ya le reinstaló su cuenta a Donald Trump, a quien se la habían retirado por azuzar el ataque al Capitolio.

Ian Bremmer y Cliff Kupchan ilustran las tendencias de las grandes compañías globales de tecnología como un triángulo. El ángulo superior representa la globalización, y allí se ubican las estadounidenses Apple, Google y Facebook, pero también las chinas ByteDance y Alibaba. En el ángulo inferior izquierdo, las campeonas del nacionalismo, las chinas SMIC y Huawei, y no tan lejos, la estadounidense Microsoft. Finalmente, en el ángulo inferior derecho, la utopía tecnológica, donde gravitan SpaceX y Tesla.

El mundo parece perfilarse, en el segundo cuarto del siglo 21, a un globo con dos realidades que rivalizan entre sí. La real, en que el poder militar y, crecientemente, el tecnológico, definen a los líderes –Estados Unidos vs. China–. Y el mundo virtual, comandado por actores oligopólicos que, básicamente, se ubican en Estados Unidos y China, pero no necesariamente limitados a la soberanía de esas naciones.

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